La originalidad de sus novelas radica en que utiliza dos espacios temporales muy diferentes. En esta ocasión, las tramas se desarrollan en la actualidad y en el siglo XVI. Por un lado, nos encontramos con un thriller trepidante donde una teniente de la Guardia Civil busca un collar, supuestamente perteneció a Francisco Pizarro, que había sido robado de una iglesia extremeña y, por otra parte, tenemos una potente novela histórica sobre la conquista de Perú muy documentada y rigurosa. “Personajes como Hernán Cortés o Francisco Pizarro son muy polémicos, históricamente hablando, y a mí me gusta contar historias con cierto riesgo. Además, conocemos la historia a trazos demasiado gruesos. Creemos conocer la historia, pero en realidad no la conocemos. Tanto a Pizarro como a Cortés los criminalizamos porque no se ha contado bien la historia. A veces lo que se cuenta es un auténtico disparate”, expone con fluidez el novelista de Badajoz. Gil Soto es consciente que “hay muchos lectores que no quieren saber nada de la conquista de América. Que ven esa historia con los ojos del siglo XXI y eso es un error. Cuando voy a escribir una novela o a hacerlo sobre alguien siempre hago un sondeo entre mis allegados para saber si conocen los hechos o al personaje y si no lo conocen entonces me pongo con ello”. Cuando se puso a escribir su novela, lo hizo de manera completamente lineal. Luego, en las siguientes correcciones fue alternando las tramas para dar más fuerza a la trama. “Hice muchos ajustes para que la novela tuviese más fluidez y quité alguna trama que no me pareció oportuna. Fui intercalando poco a poco ambas tramas hasta llegar al último capítulo donde desvelo el misterio y lo hago a través de una supuesta crónica de la época de la conquista”, nos descubre el escritor extremeño. “Lo que más me costó escribir fue la parte histórica. Utilicé mucha documentación, en especial dos crónicas: la de Juan de Betanzos, que se casó con una indígena, y la del Inca Garcilaso de la Vega, que era hijo de un capitán pacense y de una noble inca. En ambos libros, se cuentan muchos pormenores de la historia de la conquista de Perú. Hay que tener en cuenta que no existe ninguna crónica escrita por los incas. No conocían la escritura, sí hubo una tradición oral muy completa, que fue en la que se basaron ambos cronistas”, explica el autor de “Lágrimas de oro”. Otra de las dificultades que tuvo que sortear el escritor pacense fue que no se sabe mucho de cómo eran esos conquistadores. “De Pizarro sabemos muy poco. Sí conocemos que era una persona muy seria, honesta, que no tenía vicios y sí estaba abierto a otras opiniones. Además, no se le conocía ninguna relación con mujeres. Tampoco bebía en exceso y no le gustaban los juegos de naipes, tan usuales en la época”, señala Gil Soto y agrega “las lagunas de su historia personal hay que rellenarlas con imaginación. Yo elucubre cómo era y así pude escribir sobre cómo actuaba”. “Comprender la historia depende de cómo nos la cuenten”Está claro que Francisco Pizarro se sirvió de las rivalidades de los incas para hacerse con dicho imperio. “Los incas estaban inmersos en una cruenta guerra civil. Atahualpa era un tipo bastante cruel que había dado un golpe de estado. De todo ello se vale Pizarro para vencer a los incas. Esto no es muy conocido porque comprender bien la historia depende de cómo nos la cuenten. Y casi siempre se cuenta mal”, apunta el autor. El imperio Inca no se forjó por la paz sino por la crueldad. Los incas tenían sometidas a muchas tribus por lo que tenía muchos enemigos que utilizó hábilmente Pizarro. El resultado de esa victoria fue el enriquecimiento de Pizarro y los suyos gracias al oro y la plata conseguida. “Se produjo un aumento de la inflación en el Perú fruto de lo obtenido por los soldados. Incluso esa inflación llegó a Europa por culpa de la plata. Antes se compraba dicho metal a China, a partir de ese momento se obtenía en España, lo que produjo un gran enriquecimiento del país”, recuerda Gil Soto.
El autor quiere recordar que a la conquista no fueron soldados profesionales. “Eran personas reclutadas por empresarios que iban a hacer fortuna al Nuevo Mundo. Los beneficios serían para ellos menos el quinto real. Los permisos para esas conquistas sí eran potestad del rey y verdadera fuente de disputas”. Otra de las finalidades sería la conversión al catolicismo de los indígenas que seguían cultos paganos, que no eran del gusto de los religiosos que hasta allí llegaron. Otro rasgo primordial de la conquista fue la poca participación de las mujeres. “Pizarro sólo llevo a su cuñada Inés y a otra mujer que la ayudaba en la cocina. Aunque alguna que otra mujer fue en busca de su marido, pero eran casos extraordinarios. Lo que sí llevó a América fue el trigo y el olivo con lo que cambió la forma de alimentación de los incas”, rememora Gil Soto. “Los españoles llevaron su cultura a América con un afán de implantarla. Estaban convencidos de tener una cultura muy superior. El vencedor es el que siempre impone su cultura, pero España hizo grandes cosas por los indígenas americanos. Se fundaron 25 universidades en América, 25 más que cualquier otro país que fue aquellas tierras. Además, 33 ciudades que fundaron los españoles son Patrimonio de la Humanidad. La arquitectura, la agricultura o la ganadería fueron campos en los que se creció mucho”, analiza José Luis Gil Soto que para despedirse nos deja otra perla: “la fusión de dos géneros literarios tiene mucho éxito en la actualidad”. Así que a hacerle caso. Puedes comprar el libro en:
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