Siempre he querido escribir una obra como ésta. Tras publicar treinta tres novelas, había llegado el momento de volcar sobre el teclado mi experiencia más íntima. Me he pasado muchos años admirando a “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, “Demian” de Hermann Hesse, “El Extranjero” de Albert Camus y muchas otras novelas cortas, en las que sus autores clavaron el espíritu humano de forma breve, e intensa, sin necesidad de rellenar innumerables páginas.
Como escritor esta obra ha sido mi ejercicio más difícil. Creo, con toda firmeza, que la literatura, desde hace tiempo, ha desviado su principal camino hacia la redacción de historias cuya meta central tan solo es entretener; la cultura en general se dedica, hoy en día, a ese pueril menester.
“Mi viaje al infierno” es un recorrido abrupto por el espíritu de un solo personaje que es lanzado, por las circunstancias, hasta el límite donde termina la sociedad de consumo y comienza lo desconocido, lo que está fuera de las reglas establecidas, las normas de rebaño, los conceptos más allá de los cuales, aparentemente, no hay salvación.
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