Los dos autores son especialistas en novela histórica. Mientras Zoilo se mueve como pez en el agua en la Hispania romana y visigoda, Echegoyen trata los siglos XVII y XVIII de una Europa barroca. La sólida documentación de sus obras, el tratamiento original de sus tramas y unas narraciones llenas de sorpresas y aventuras insólitas hacen de sus novelas un carrusel de emociones que no dejan indiferente al buen lector del género histórico. Les hemos reunido en un ring literario para que se entrevisten ellos mismos. El resultado no puede ser más ameno y revelador.
Vic Echegoyen: Con “Lordemano” abres una perspectiva nueva, la de los vikingos irlandeses en España, y a través de ella muestras una enorme riqueza cultural, mitológica, estratégica y de costumbres, que da ganas de aprender más: ¿habrá más novelas desde esa perspectiva?
José Zoilo: Disfruté mucho escribiéndola; tanto, que estoy seguro que en el futuro volveré a retomar el mundo nórdico, aunque muy probablemente con otros protagonistas diferentes a Hrolf. Lo cierto es que es un tema que da para mucho, además de resultar apasionante una vez te has introducido en él. Incluso puede que en un tiempo dé una sorpresa con un proyecto muy particular que tengo en mente, un tanto alejado de mi registro habitual…
JZ: Cada año en las listas de mejores novelas históricas, premio Odilo 2022 a la mejor autora, sin duda eres una de las autoras españolas más asentadas en el género de la novela histórica, ¿cómo ves el panorama actual?
VE: Vista desde el prisma internacional, creo que la novela histórica en español está creciendo y mejorando: la sombra de los “Episodios Nacionales” es alargada y ha sido “La obra de referencia” durante un siglo y por eso sigue pesando en la novela histórica actual, fiel a la tradición “batallas, realeza y romance” al uso. Pero la narrativa, como la propia Historia, es dinámica e impredecible, y no tiene sentido seguir copiando lo que se hacía hace veinte años, porque no lleva a ninguna parte. Por eso me alegra otra corriente que va cobrando fuerza, más lúdica y desenvuelta, que, sin sacrificar el rigor ni el respeto por los hechos, antepone el ser humano a la Historia y lo convierte en el epicentro, haciendo que los comparsas pasivos o el coro griego asuman todo el peso del relato: todos sabemos quiénes eran y cómo vivían y pensaban reyes, papas, estrategas, santas o cortesanas, porque está documentado de sobra. Creo que ahora el lector busca completar el rompecabezas con las piececitas de la Historia de los sin historia, los sanchos y lozanas con los que se puede identificar, y aprender de la calcetera que encabezó el asalto a Versalles, el maño que hizo de escudo humano a Agustina de Aragón o el bachiller que se la jugaba copiando libros prohibidos.
Creo que el protagonista de “Amadeus” lo resumió a la perfección: “¡Seamos sinceros! ¿A quién preferís oír, a un barberillo o a Hércules, a dioses y héroes tan envarados que parece que cagan mármol?” Dentro del mosaico de la novela histórica actual, me identifico con la corriente lúdica y experimental que arriesga y trata de innovar un poquito más con cada novela, y eso es algo que muchos lectores disfrutan, a juzgar por sus reacciones.
VE: Hasta ahora, tus cinco novelas históricas giran en torno a la Historia de España, aunque con enfoques diferentes: ¿hay temas, hechos o personajes fuera de la Península que te tienten también?
JZ: Sí, claro, muchísimos; sin embargo, en un principio me he querido centrar en España porque siento verdadera pasión por nuestra historia, y creo que quedan aún muchos temas fascinantes por tocar. Además, disfruto muchísimo desplazándome a los escenarios que aparecen en mis novelas, porque siempre aprendo cosas nuevas y sorprendentes sobre lugares que ya creía conocer. Ahora, después de cinco novelas, puede que haya llegado el momento de lanzarme a narrar acerca de otras localizaciones, no menos interesantes.
JZ: No solo eres una escritora fantástica, sino que también vienes de una familia de escritores, ¿cómo ha influido eso en tu carrera?
VE: Pues es curioso, porque cuanto más avanzas, más largo parece el trecho que aún queda por recorrer. Y con dos parientes como Sándor Márai e Imre Madách espiando tan de cerca que casi puedo sentir su aliento sobre mi nuca, como quien dice, tengo la “benmaldición” de partir con una brújula y una vara de medir implícitas que influyen, y mucho: les debo esforzarme al máximo –sin peros ni excusas – e incluso así su ejemplo será, probablemente, inalcanzable.
VE: ¿Cómo valoras tu propia aportación a la novela histórica actual en español, y en qué te parece que podría mejorar, o evolucionar, ese género en nuestro idioma?
JZ: Es una cuestión difícil, porque reconozco que nunca me había parado a pensar en ello. Mi principal aspiración en el instante en el que me decidí a escribir, era tratar de dar forma a una historia que, como lector, me atrapara: crear una historia propia que me hiciera disfrutar tanto como las novelas de mis autores favoritos.
Quizá era una meta ambiciosa, pues yo mismo me considero un lector exigente, pero me he quedado más que satisfecho con el resultado, y también el proceso de escritura en sí mismo se ha convertido en una aventura apasionante: desde la extensa documentación, hasta el momento en que coloco el punto final en el texto. Nunca me lo he planteado como un trabajo o una obligación, sino como una fuente de satisfacción personal, y creo que eso se percibe en el producto final.
Por último, si tuviera que hablar de mis señas como autor diría que me gusta dar forma a novelas llenas de aventuras donde haya épica, batallas (muchas y cruentas), donde los personajes evolucionen, afloren los sentimientos y se enfrenten a múltiples adversidades; donde sufran, pero también obtengan un aprendizaje como recompensa.
En lo que respecta a la segunda parte de la pregunta, desde mi punto de vista, la novela histórica en nuestro país es un género que ha crecido muchísimo durante los últimos diez años, no solo en número de autores, sino también en diversidad narrativa, lo que creo que nos enriquece a todos sobremanera. Existen cada vez más estilos, temáticas, enfoques; creo que esto ha conseguido que la novela histórica española se encuentre cada vez más cerca de mi referente hasta entonces, la narrativa histórica anglosajona, circunstancia que hace años no me hubiera atrevido a afirmar.
JZ: Eres una autora arriesgada en tus planteamientos, te atreves con protagonistas como Anne de Breuil (Milady) o como Julia d’Aubigny, y en Resurrecta te has atrevido a prescindir de la habitual división en capítulos, para narrar la acción en las horas y minutos en lo que se desarrolló el fatídico terremoto de Lisboa, ¿cómo fuiste capaz de estructurarlo?
El Gran Terremoto de Lisboa fue la madre de todas las catástrofes (varios terremotos, tsunamis, incendios, asesinatos, saqueos), concentradas en solo cuatro horas y multiplicadas por las peores coincidencias posibles (sábado radiante con la ciudad llena de visitantes, peregrinos y extranjeros, y encima en la hora punta del festejo religioso de Todos los Santos): una constelación tan excepcional, contra todas las reglas de la Naturaleza y la lógica, reventaba cualquier marco convencional para transmitirla al completo, en toda su complejidad y magnitud, y a la vez al detalle, salvo uno: la crónica instantánea y directa, con decenas de testigos directos informando desde cada escenario en tiempo real, pasándose el testigo minuto a minuto.
Quise ir enseguida al grano y lanzar al lector al corazón de la catástrofe sin preámbulos ni explicaciones, tal como la vivieron los personajes, todos ellos reales. Sobre todo, no quería restar fuerza a la protagonista absoluta, Lisboa, relegándola a telón de fondo más o menos pintoresco de una historieta de romance o traición, ni reducir la tragedia a una anécdota morbosa, en plan “Los últimos días de Pompeya”.
Por eso el título, el tema y el enfoque periodístico surgieron al mismo tiempo, como un engranaje que sólo podía funcionar de esa manera… y funcionó.
VE: Tus protagonistas suelen tener un perfil muy masculino, aventurero, combativo y al mismo tiempo abierto al mundo, a lo diferente, al “otro”: ¿cuánto de tu personalidad, de tus orígenes canarios o de tu formación científica proyectas en ellos, o al contrario, aprendes de tus personajes a medida que los vas desarrollando?
JZ: Sí, en todas mis novelas me gusta trabajar esa idea, desgranar todos aquellos aspectos que pueden separar a los protagonistas, sus percepciones, ideas o culturas, así como los sentimientos, metas y sensaciones que son comunes para todos, y que los pueden llegar a unir. Creo que en las épocas que me gusta narrar, en las que se suceden tantos cambios y conflictos, suele aflorar lo peor del ser humano, pero también lo mejor en algunas ocasiones.
Es cierto que los canarios somos gente abierta a los demás, que pese a nuestro relativo aislamiento por ser islas, históricamente hemos estado (y seguimos estando) muy vinculados con tres continentes. Europa, como no; pero también Sudamérica, con la que tradicionalmente ha existido un trasiego de emigrantes e inmigrantes en un sentido y otro, y por supuesto África, que se encuentra a tan solo un centenar de kilómetros de Fuerteventura.
En cuanto a la formación científica, es posible que se refleje en la forma de ordenar las ideas, de estudiar las fuentes, y de describir la relación entre la cultura y el medio natural. Es algo inherente a mí, y de algún modo, aunque sea a través de pequeños detalles, se trasluce en las historias que creo.
JZ: La mayor parte de tus novelas (al menos las que yo he leído) transcurren entre los siglos XVII y XVIII, donde es evidente que te mueves como pez en el agua, ¿hay alguna otra época en la que te apetezca sumergirte en un futuro cercano?
Ya lo creo: he autopublicado una novela histórica que escribí en inglés, y que ahora, gracias al impulso de este premio tan inesperado como bienvenido, tendrá la oportunidad ideal de ver la luz en español; es una leyenda medieval narrada como un gran cuento de aventuras. Y ahora estoy inmersa en una novela situada en una época y un lugar diametralmente distintos, y madurando la siguiente con otro salto en el espacio y el tiempo.
VE: El biólogo y novelista Zoilo ha ganado un billete para viajar en el tiempo, y es sin retorno: ¿dónde y cuándo viajas, qué llevas en la maleta, quién te acompaña, y qué te propones descubrir, conquistar, inventar o conseguir?
JZ: Es una decisión de la que estoy seguro de que me arrepentiría más pronto que tarde, por la dureza de las condiciones, pero me hubiera encantado poder acompañar a Aníbal Barca en su expedición hacia Italia en la segunda guerra púnica, así como también después, cuando se vio obligado a exiliarse de su tierra para huir de la inquina romana. Creo que la historia nos ofrece pocos personajes más carismáticos (y trágicos) que este, y ninguno que me fascine tanto como él (quizá lo de trágico tenga algo que ver en el asunto).
JZ: Compartimos, creo, la pasión por un personaje carismático como pocos, como es el Cardenal Armand Jean du Plessis, Richelieu para los amigos, ¿cuándo leíste Los tres Mosqueteros por primera vez, y qué supuso para ti?
VE: Lo leí con siete u ocho años, e inmediatamente me picó la curiosidad por ese villano magistral al que todos adoramos odiar (aunque poco tenga que ver con la realidad) y que, como Drácula, solo aparece en un par de escenas, pero domina toda la novela. Esa Navidad me regalaron su biografía escrita por Belloc (un clásico estupendo para no iniciados), y desde entonces soy acérrima cardenalista: devoro y colecciono cuanto ha escrito Richelieu o se ha escrito sobre él. Naturalmente, la primera novela que escribí hará treinta años, “El lirio de fuego”, trata sobre él y su enigmática familia. Hay que reconocerlo: ya no crían hombres de Estado tan polifacéticos, ni villanos tan ambiguos como jugosos… José, ¿asoma algún malvado delicioso de ese calibre en el horizonte de tus próximas novelas? ¡Ahí lo dejo!
VE: Pregunta más reveladora. Si supieras que te queda solo un año de vida, eso sí, en plena forma: ¿cuál es la obra maestra que llevas madurando dentro desde hace tiempo y te hace soñar cada día, pero estás postergando por táctica, motivos profesionales, o razones personales? ¿Y cuál será su reto más difícil para ti?
Sin duda, me sentaría a escribir mi historia de Arturo, el rey que no fue, porque cada uno de nosotros, intuyo, tiene su propia historia que contar sobre su figura y lo que representa. Como bien dices, se trata de un anhelo que no me ha dejado de rondar por la cabeza desde antes incluso de lanzarme a escribir por primera vez; internamente, siempre he sabido que terminaría por intentarlo, por hacerlo, pero hasta ahora he ido postergándolo en favor de otros proyectos. Creo que, porque como se trata de algo a lo que le tengo tantísimo respeto, no me he sentido preparado; sin embargo, estoy seguro de que algún día lo estaré, y espero que sea mi mejor novela hasta la fecha.
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