Aunque esté al alcance de cualquiera, al pie de Ulía, pido disculpas por vivir en el paraíso. Tiene la forma de un jardín frente a mi ventana. Durante todo el año, el verde perenne de un macizo de bambúes, un magnolio y dos familias de palmeras. Desde hace tres semanas, la gran explosión silenciosa y secuencial. Primero el majestuoso tilo y los abedules de hojas como pequeños corazones. Luego los castaños, levantando sus cálices blancos y rosados. También el pruno solitario, una llamarada violeta en la fronda. Después los arces y el liquidámbar, que irán variando su tonalidad del turquesa al carmesí. El último, ese ginko que asoma ya sus brotes. Son como viejos amigos que vuelven. Como ver a la joven diosa que regresa tras una larga estación en el invierno.
La diosa es Perséfone, la hija Démeter, señora de la fertilidad y las cosechas, la que fue raptada por Hades y conducida al infierno. Ganó su libertad pactando que Perséfone pasara la mitad del año en el inframundo y la otra en superficie, junto a su madre. La primavera celebra su regreso para recordarnos el eterno ciclo de vida, muerte y renacimiento. El mismo que la Cristiandad cifra en las festividades de Pascua, el paso por el que renace la vida en forma de huevo pascual. El mismo que los primeros sapiens grababan en petroglifos espirales semejantes al girar de las constelaciones. El mismo que los celtas emparejaban con los fastos de Beltane, con la subida de la savia desde la raíz, con el despertar de la fuerza instintiva de nuestro ser. Borracha de oxitocina, la naturaleza interna y externa activa sus energías de dentro afuera, vuelve a ponerse en pie, respira luz.
El shock de la primavera es comparable al del recién nacido cuando, al darse a esa luz, cambia su sistema respiratorio de la placenta a los pulmones. No pierdas el tiempo frente a una pantalla, respira lo que te regala, comparte su callada sabiduría, quítate los zapatos y camina sobre la hierba. Es sobre el alma del mundo sobre lo que caminas.
Entre guerras, crisis y pandemias, hay demasiada gente que sigue viviendo en un invierno perpetuo por elección. “Prima-vera”, la primera verdad, viene a recordarnos que la vida es una rueda, un ciclo incesante de crecimiento y metamorfosis. Renacer, volver a sentir, volver a maravillarse. Aceptarlo implica un acto de voluntad. Nadie pude cumplir tu destino por ti. Nadie puede hacer brotar lo mejor de ti, salvo tú mismo. ¿A qué esperas para tomar la mano que te tiende la diosa?
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