El nombre de Alex Rutherford corresponde, en la realidad, a un pseudónimo, ya que se trata de Diana Preston y de su marido Michael. Se conocieron en la Facultad de Historia y Filología Inglesa de la Universidad de Oxford, El nombre escogido alude al premio Nobel Ernest Rutherford. Su investigación historiográfica les ha llevado hasta estudiar, de forma pormenorizada, sobre la construcción del Taj Mahal, y por ello dedicarse al más amplio estudio posible a realizar sobre la dinastía que lo construyó, que fue la de los mogoles o mongoles. La propia editorial Edhasa nos realiza un acercamiento, contraportada, sobre dicho volumen: “Mundo de pueblos enfrentados, potentes ejércitos, armas de guerra novedosas y enemigos tremendamente ambiciosos, el poderoso imperio de los mogoles irrumpió desde Asia central hacia la India en el siglo XVI. En el año 1494, cuando su padre, el rey de Ferganá, muere de súbito en un accidente, el joven Babur se enfrenta a un desafío aparentemente imposible. Pero Babur está decidido a estar a la altura no solo de su padre, sino también de su legendario antepasado, Tamerlán, cuyas conquistas transformaron la faz de la tierra desde Delhi hasta el Mediterráneo, desde la rica Persia hasta los páramos del Volga. Aun así, Babur parece demasiado joven para vencer todas las traiciones y rivalidades en torno suyo, además de a los violentos ejércitos que amenazarán no solo su vida, sino la supervivencia de su reino. Pronto descubrirá que incluso el líder más valiente y audaz puede ser traicionado, y que todo viaje, por más corto que sea, está plagado de peligros… Novela totalmente absorbente, protagonizada por personajes históricos y con una acción arrolladora ambientada en una era tan salvaje como magnífica, Alex Rutherford consigue con ‘Invasores del norte’ una aventura histórica en su máxima expresión”. A continuación presentará el texto de autodefinición del propio Babur, proveniente de su Diario, y que fue el fundador del gran Imperio de los mogoles. “No escribo esto para quejarme; he escrito la absoluta verdad. No escribo para ensalzarme, sino para dejar testimonio exacto de lo que ocurrió. En esta historia, me he propuesto escribir honestamente sobre todo. En consecuencia, he dejado por escrito todo lo bueno o lo malo que he visto de mi padre, de los familiares y de los extraños. Lector, sé indulgente…”. La vida terrenal del mencionado Babur fue un compendio de odios, guerras, rencores sin cuento y desafíos épicos; todo este devenir vivencial lo documentó en lo que podíamos definir como sus memorias o BABURNAMA. Esta se considera como la primera autobiografía sobre un personaje histórico dentro del Islam. En este libro novelado-histórico se ha realizado una condensación, sensu stricto, de muchos de los datos históricos, aunque como ocurre en muchas de las grandes novelas históricas se entremezcla la Historia con la Novela. La narración realizada sobre el contexto militar e histórico se ha realizado con la mayor fidelidad posible. “Por ejemplo, aunque era un musulmán suní, Babur describe con deleite sus excesos con la bebida y el consumo frecuente de ‘bhang’ (cáñamo índico) y opio. Su adquisición de armas de fuego a la Turquía otomana y el hábil despliegue que hizo de ellas también se basan en hechos y fueron, asimismo, el punto de inflexión de su fortuna”. El autor se molestó, con deleite, en visitar todos los lugares importantes del devenir vivencial de Babur. El reino ancestral de Ferganá está, en la actualidad, conformado por el sumatorio global de dos de las repúblicas del Cáucaso, que son Uzbekistán y Kirguistán, donde se encuentran ubérrimos huertos frutales de primera calidad, tales como manzanos, almendros y albaricoqueros; y se citan los enormes melones que se cultivan allí. “Al final del verano, los hombres y las mujeres todavía trillan el grano a mano, usando mayales y provocando nubes doradas de ahechaduras que llenan el aire, y los rebaños de ovejas, cabras y lanudos yaks pacen en los pastos altos cuidados por pastores a caballo y perros vigilantes. He dormido en tiendas cónicas de fieltro, he comido tubérculos, cordero y arroz con mantequilla, que tan familiares le habrían resultado a Babur, y he bebido la leche fermentada de yegua que lo hacía entrar en calor”. Esta lleno el libro de toda la admiración que el autor siente por Babur, como guerrero, aventurero, superviviente y fundador del poderoso imperio de los mogoles. “Babur, por supuesto, habría usado el calendario lunar de los musulmanes, pero yo he convertido las fechas al calendario solar convencional, el calendario cristiano que usamos en Occidente”. Lo terrible de esta historia es que la tumba de Babur ha debido caer en la ruina, tras la conquista, nuevamente y por desgracia, de Kabul por las alimañas talibán. Babur murió el 26 de diciembre de 1530, ocho meses después de que Humayun cayera enfermo. En el delicioso primer capítulo, en un atardecer del verano del año 1494, se realiza una genial descripción de cómo se comporta Babur y cuál es su idiosincrasia fenotípica. “…Y así fue que nuestro ancestro, el gran Tamerlán, Tamerlán el guerrero, cuyo nombre quería decir ‘hierro’ y cuyos caballos sudaban sangre cuando él galopaba a lo largo del ancho mundo, conquistó un vasto imperio. Y, aunque había sido dañado tan cruelmente en su juventud que una pierna le había quedado más larga que la otra y cojeaba, conquistó las tierras desde Delhi al Mediterráneo, desde la rica Persia hasta los yermos que se extienden junto al Volga. ¿Pero acaso era suficiente para Tamerlán? ¡Por supuesto que no! Incluso ya entrado en años, era de complexión fuerte y robusta, duro como una roca, y su ambición no conocía límites. Su última empresa sucedió hace noventa años, contra China”. Estimo que este preámbulo es preciso y necesario, para rogar encarecidamente que esta rica novela histórica reciba lo máximo de los parabienes, y que sea un acierto editorial obvio para la lectura exigente de esta novela histórica, de la que reitero su magnificencia, como son la mayor parte de este género literario tan rico, y que enriquece, obviamente, al ensayo histórico como enlace marital necesario. ¡Estupenda obra! «Extra Historiam nulla salus Regno Legionis. ET. Pulvis, cinis, nihil». 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