En una de las cárceles de la inquisición de la Valencia de principios del siglo XVII, cumple condena por hechicera y alcahueta Catalina Muñoz, esclava negra liberada. En su encierro narra las andanzas de su azarosa vida. Una vida intensa, en la que por algún que otro motivo llega a relacionarse con las máximas autoridades religiosas y políticas de la época, como son: el arzobispo y virrey Juan de Ribera y el Marqués de Denia, futuro duque de Lerma. Catalina (que existió realmente) fue esclava y obtuvo la libertad de D. Gerónimo Muñoz, profesor de las universidades de Valencia y Salamanca, matemático, astrónomo y hebraísta; aunque, ella, en su pensamiento siempre fue libre. Hermida, alguacil del justicia criminal de Valencia, aproximadamente por las mismas fechas en las que vivió Catalina, investigaba varios crímenes ocurridos en la ciudad. El alguacil, apoyaba sus indagaciones en los vaticinios astrológicos y en la entonces llamada «ciencia de la fisonomía del hombre»; se apoyaba también en el sentido común de Micaela Mañosa, prostituta del burdel público, a la que visitaba con frecuencia y le tenía confianza. En estos cuentos valencianos se relatan algunos de los crímenes (que ocurrieron en realidad) y sus investigaciones. Juan Antonio Icardo, autor del libro, invita al lector a viajar de su mano a la Valencia de principios del siglo XVII, a conocer a través de sus protagonistas todo lo que acontecía en esa bulliciosa y convulsa ciudad. Con una prosa literaria y un lenguaje muy rico en matices, incluidas palabras y expresiones en valenciano, el autor se sirve del narrador en primera persona para el cuento La esclava Catalina, y de la tercera persona para Otros cuentos valencianos; aunque es el relato de Catalina, al narrar ella misma su vida, con su vocabulario, su forma de contarlo y por ser el más extenso y personal, el que llega directamente al lector por su fuerte carácter emotivo y su sobrecogedora historia. «Yo no sé escribir, así que no sé cómo contarlo. Porque si eres mujer y además negra y esclava, a escribir no te enseñan. Mi nombre sí lo sé poner: Catalina, con C muy mayúscula, según me dijo Francisco cuando me lo enseñó.» Destacar sobremanera, el papel del personaje de «La gitana», una mujer sabia, con dichos y frases contundentes cuyo objetivo es guiar a Catalina y sorprender al lector. «–Mira, niña –me dijo–, si no sabes adónde quieres ir, ¿cómo sabrás si has llegado? Quédate aquí conmigo, que tiempo habrá para mudanzas.» Son cuatro relatos cortos los que componen una segunda parte del libro llamada: Y otros cuentos valencianos, cuyo hilo conductor es el alguacil Hermida. Es su peculiar método para investigar los crímenes, sus diálogos y el contexto en el que se desarrollan, el que envuelve al lector en la intriga y la necesidad de descubrir el desenlace. Muy buen personaje Hermida y un gran acierto creativo por parte del autor. «Al Pedro Alemán le decían Pere, el Cabut, porque lo era, y mucho, además de sombrerero. Tenía las cejas allegadas y recogidas para abajo, que le señalaban como envidioso y porfiado, y el entrecejo apretado de los que son crueles y de poca ventura.» La esclava Catalina y otros cuentos valencianos, es un libro con una gran ambientación y un preciso rigor histórico: los usos y costumbres de la época, los lugares emblemáticos de la ciudad, la Inquisición, el ingenio, la supervivencia, las beatas, el hambre, el burdel, el mercado, sus gentes… de todo esto y más se habla en esta obra. Es además, un libro tremendamente visual y descriptivo en el que lo importante no es la extensión del relato, lo importante es su calidad, porque es esto último lo que prevalece, ése es el auténtico mérito del cuentista. Un escritor que convierte cada cuento recogido en este libro en un regalo, un placer literario y una verdadera delicia.
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