La novela es una saga familiar, donde cuatro mujeres dan voz a todas aquellas que vivieron en la cuenca minera asturiana en el último siglo. La narración tiene como punto de unión aquellas famosas máquinas de coser Singer, de las que había una en cada hogar. Los recuerdos familiares están muy presente en la trama del libro. El desamor, las traiciones, las precarias condiciones de vida y otros muchos temas más son los que desgrana la Ana Lena Rivera con una prosa rica y sentida. En la entrevista, nos da muchas pistas para entender su nueva obra. ¿Cómo surgió la idea de escribir “Las herederas de las Singer”? La idea llevaba tiempo rondándome, quería dar voz a las vivencias de las personas anónimas, las que nunca aparecen en los libros de historia, pero que son las que ven su vida totalmente condicionada por los acontecimientos sociales que les toca vivir. En esta novela me apetecía contar la historia de las mujeres a lo largo del último siglo, cómo ha cambiado la forma de vivir, la condición social de la mujer, lo mucho que hemos avanzado y también lo que aún queda por lograr y que continúa sucediendo, para mal, generación tras generación. ¿Ha utilizado algún recuerdo personal o familiar para hacerlo? La novela está basada en recuerdos: de las historias que escuché cuando era niña sobre los tiempos de la posguerra, de la dictadura, de los años sesenta, sobre mi familia, sobre amigos, vecinos y gente a la que nunca conocí; también hay recuerdos propios y ajenos, y una parte de ficción que hila todos esos recuerdos para darles forma de novela y construir los personajes, que son totalmente ficticios. ¿Cuánto ha tardado en documentarse para escribir la novela? La documentación fue previa durante varios meses, pero también constante a lo largo del proceso de escritura. Por un lado, necesité contrastar esos recuerdos infantiles que inspiran la novela con los acontecimientos reales históricos para asegurarme de que lo que yo recordaba haber oído era coherente con la realidad en la que se enmarcaba. Por otro, la novela va cambiando continuamente de tiempo, casi en cada escena, y la forma de que la lectura fluya fácilmente es trasladar al lector de época en época con sus propios recuerdos. Para eso utilizo los detalles cotidianos que nos transportan sin darnos cuentas al tiempo en el que sucede la escena: lo que emitían por televisión, quién participaba en Eurovisión o la canción que sonaba en la radio. Todos esos pequeños detalles son reales, si en la novela la familia se sienta en el sofá a ver Colombo es porque ese día y a esa hora se emitía Colombo en televisión. ¿Era su intención hacer un homenaje a las mujeres de las cuencas mineras de Asturias? Las mujeres mineras son un ejemplo de cómo la historia silencia realidades y, sobre todo, la de las mujeres, porque ellas no escribían la historia. En el caso de la mina, las mujeres estaban allí, pero no se les permitía salir en las fotos oficiales, muchas carecían de contrato, recibían jornales muy inferiores a los de los hombres y, en ocasiones carecían de derechos porque oficialmente no existían. Se ocultaba al mundo que hubiera mujeres en la mina porque no quedaban bien en la imagen que se quería dar de la sociedad española y, si consultamos la historia oficial de la minería en Asturias casi no se habla de ellas, pero cualquiera que haya nacido en la cuenca minera o descienda de mineros, sabe que había mineras, carboneras. Incluso se hablaba de ellas en las canciones populares: “El primer besu que dí, fue a una neña del Fondón, como taba trabayando tou me llenó de carbón” (El primer beso que di fue a una chica del Fondón_un pozo minero en el valle del Nalón_ y como ella estaba trabajando, me manchó de carbón). Ya a principios del siglo XX, de los 12.000 mineros que había en Asturias, 1.000 eran mujeres. Aunque no salgan en las fotos oficiales, sí están en las familiares y tienen nombres y apellidos, tuvieron una vida, y muy dura, aunque durante muchos años se las invisibilizara. ¿En qué condiciones trabajaron las mujeres en las minas? ¿Realizaban el mismo trabajo que los hombres? Hacían lo que se les permitía porque en cada época fue diferente: durante la guerra civil, el carbón era más necesario que nunca, pero los hombres iban al frente, había que sacarlo; durante muchos años el trabajo por excelencia de las mujeres fue en los lavaderos de carbón, unos lugares insalubles, con un ambiente contaminado por el polvo del mineral, que les provocaba silicosis, la enfermedad de los mineros, pero a ellas, en cambio, no se les reconocía la enfermedad; también hay casos de documentados de mujeres que bajaban a la mina en las épocas más restrictivas con el acceso de la mujer al interior de los pozos, y lo hacían con contratos a nombre del marido que estaba accidentado o no podía trabajar; por otro lado hasta el año 73 no se graduó la primera perito de minas en la Escuela de capataces de Mieres porque antes no las dejaban acceder. Y la primera no lo tuvo fácil, la sociedad minera se puso en su contra. En el año 96 se les reconoció el derecho a bajar a la mina, hace menos de treinta años, después de muchos años de reivindicación y lo hicieron entre una gran polémica. Y poco después, en 2012 una mujer, ingeniera de minas, llegó a ser la presidenta de Hunosa (la empresa pública que gestionaba la extracción del carbón es Asturias). ¿Sus salarios eran idénticos o por el contrario había desigualdades salariales? Sus salarios eran muy inferiores a los de sus compañeros de trabajo. Incluso en algunos pozos mineros, a las paleadoras, que eran las mujeres que cargaban las vagonetas con toneladas de carbón a la intemperie con unas pesadísimas palas, les descontaban las palas del jornal cuando se gastaban tanto que había que reemplazarlas. “Las mujeres no eran ni más ni menos sumisas, es que la vida que les tocó vivir fue esa, era lo había”En un momento de la novela, dice que el papel de la mujer era: ver oír y callar, sobre todo callar, mientras los hombres gastaban gran parte de su salario en prostitutas. ¿Eran todas las mujeres tan sumisas? ¿Aceptaban o se resignaban a la situación en la que vivían? Cada casa y cada familia eran diferentes. En Asturias se decía de los mineros de aquella época tan dura de la posguerra, que eran borrachos y puteros. Era común que algunas mujeres tuvieran que ir los viernes a buscarlos a la salida porque era el día de cobro, para que no se gastaran el jornal completo en el bar. Obviamente no todos eran así, pero era una circunstancia que se repetía en más de una casa y que a nadie le extrañaba. Las mujeres no eran ni más ni menos sumisas, es que la vida que les tocó vivir fue esa, era lo había, igual que fue lo habitual durante muchas décadas que tuvieran que dedicarse a la familia, que no pudieran sacarse el carnet de conducir o abrir una cuenta en el banco sin permiso del marido, que no tuvieran independencia económica o que tuvieran el acceso al mercado laboral vetado. Era la sociedad en la que vivían. ¿Qué supuso la posguerra para la cuenca minera asturiana? La represión allí fue brutal. Estaba muy reciente la revolución del 34, era una zona especialmente “conflictiva” para el régimen y las torturas y los asesinatos estaban a la orden del día. Sacaban a la gente de su casa una y otra vez, los machacaban incluso hasta matarlos unas veces o dejarlos mutilados de por vida otras, para que delataran a comunistas, sindicalistas o para localizar a los “fugaos” como se llamaba allí a los que se echaban al monte. Se enviaron allí las tropas más sanguinarias, los regulares africanos, a los que la gente tenía terror por su crueldad. La represión duró más de dos décadas, tanto así que el año 63 un grupo de intelectuales, encabezados por Vicente Aleixandre envió una carta a Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, rogándole que acabar con las torturas en la cuenca minera asturiana. Torturas a hombres y a mujeres. Leer la carta y las respuestas es aterrador. ¿Siguió habiendo oposición al régimen franquista? En 1962 se inició una huelga conocida allí como La Huelgona y pararon todos los pozos mineros. En aquella ocasión fueron las mujeres las que hicieron los piquetes y esparcían maíz en los caminos que llevaban a las minas para que los esquiroles se arrepintieran y dieran la vuelta: les estaban llamando gallinas.
En aquellos tiempos, ¿era corriente el abuso y violación de las mujeres y esposas? Decir corriente es como decir que la mayoría de los hombres violan y abusan y eso no es así, ni mucho menos, ni ahora ni antes. Quizá era más frecuente, pero era una minoría. La mayoría de las familias vivían en paz entre ellos. Cada matrimonio tendría sus discrepancias, unos más y otros menos, pero como cualquier pareja actual, solo que entonces no les quedaba más remedio que solucionarlos lo mejor posible porque debían permanecer juntos para siempre. Lo que sí que ocurría es que, dada la indefensión de la mujer, la que tenía la mala suerte de casarse con un maltratador, no tenía ninguna forma de defenderse, estaba condenada a la tortura de por vida. En la novela alternan cuatro voces femeninas. Con ello, ¿ha querido dar una muestra calidoscópica del proceder del diferente tipo de mujeres? La novela está protagonizada por cuatro generaciones de mujeres de una misma familia, desde la primera que nace en 1922 hasta la última, de 1995. La vida de cada una está marcada por la época que le ha tocado vivir y por las vivencias de sus antepasadas. Se presentan situaciones similares, unas atemporales y naturales, incluso fisiológicas, en las que se aprecia muy bien el cambio cultural y social, incluso en como cada una gestiona como madre lo que le sucede a su hija; otras son situaciones similares fruto de la indefensión que, a pesar de los avances legales, que son muchos, sigue sucediendo generación tras generación. También ha ido alternando los tiempos, con saltos a diferentes épocas, desde la posguerra a la actual. ¿Por qué ha optado por esta técnica? Debido a la diferencia de edad de las protagonistas es la única estructura que permite que las cuatro tengan un peso similar en la historia, además de mostrar desde casi el inicio la relación que se establece entre bisabuela y biznieta, dos mujeres de personalidad muy similar, inteligentes y reivindicativas, muy distintas a las dos generaciones que las separan. Ese carácter tan parecido se traduce en una forma de actuar muy diferente, acorde con el tiempo que le toca vivir a cada una. También permite que esas circunstancias por las que pasan todas, o al menos a más de una, estén cercanas en la narración, y contrasten mostrando la evolución de la sociedad española. Los capítulos son bastante cortos. ¿Ha optado por un estilo tipo thriller? A mí me gusta leer las historias con mucho ritmo, en las que suceden cosas continuamente y la narración no se detiene. Por eso escribo así. La estructura en escenas cortas obliga a esa agilidad: en cada escena ocurre algo y ese algo es importante, así la acción siempre transcurre ágil y no decae. ¿Qué puede aprender el lector en su libro? La novela muestra la evolución de la sociedad a lo largo del último siglo, que ha supuesto grandes cambios para todos y aún más para la mujer. La intención es revivir los recuerdos de los lectores y, sobre todo, mostrar las circunstancias y las vivencias cotidianas de sus antecesores. La forma de vida de estas mujeres, de sus maridos, hijos, amigas y vecinos es muy similar a la de muchas familias españolas, cada una en su época. El mensaje optimista es lo mucho que hemos avanzado, pero sin perder de vista lo que queda por conseguir. Ahora que se han cerrado muchos pozos mineros. ¿De qué vivirían las protagonistas de “Las herederas de la Singer? Desde que la primera generación recibe como regalo de bodas una máquina de coser de segunda mano, abandona la mina y se dedica a una profesión mucho más masiva entre las mujeres de su época: costurera. Su hija continúa con la profesión de la madre porque ser modista fue durante muchas décadas la profesión mejor vista al alcance de las mujeres y, por ello, la más numerosa. Era así en toda España, una profesión que ejercían desde casa, y que se consideraba femenina y aceptable porque todas las mujeres, modistas o no, cosían. Eran ellas las que confeccionaban la ropa de la familia, por eso que cosieran para otras familias no se oponía a ese papel al que debía ceñirse la mujer, el de cuidadora de la familia, al servicio del marido y de la crianza de los hijos. La tercera generación, que nace en pleno baby boom y la cuarta, una millennial, ya son mujeres que van a la universidad, aunque luego tengan los problemas de moverse en un mundo al que tradicionalmente solo habían tenido acceso los hombres. Y es que, como ocurre en la familia que protagoniza Las Herederas de la Singer, los tiempos han cambiado y nuestros antecesores trabajaron para que sus descendientes tuviéramos formación y acceso a puestos de trabajo menos peligrosos y que nos proporcionen una mejor calidad de vida, quisieron alejarnos de las penurias que vivieron ellos.
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