Yo, Ecología, orgullosa cuido las marcadas curvas en los meandros de sus ríos, y no quiero rebajarle ni la forma ni el peso de sus cimas, pues sé que no son gramos inútiles sino sedimento de sabiduría acumulada a lo largo de su vida, placer para la vista y para perderse en ellos lentamente. La línea recta no es siempre el camino más placentero, y las curvas esconden umbríos bosques agradables en verano y playas serenas de suave murmullo.
Con mi hermana Naturaleza, nos deleitamos, jugamos en las cuevas, en los recovecos húmedos fuentes de vida, donde con tiempo y cooperación de ELLOS construimos lentamente gota a gota, nuevos elementos… ¡qué de estalactitas aportamos al mundo… y qué orgullosas estamos de que crezcan día a día! De tanto en tanto, nuestros volcanes, como senos, palpitan de vida y se derraman para nutrir siglo tras siglo nuevas generaciones.
La lluvia nos embellece, a Madre Tierra, a Naturaleza y a mí, Ecología, y es tan placentero recibir el frescor después de un día de sol, que como buenas amas de casa guardamos parte de nuestro caudal para días arduos, o para nuestras vecinas menos afortunadas… así somos, generosas, en femenino, sororidad le llaman. Sin embargo, siempre hay casos difíciles y aceptamos con gusto vuestra ayuda; la buena mano del embalse bien puesta nos agrada. Disfrutamos y queremos en suma manera esa colaboración de EL. ¡Ojalá fuera más!
A veces, nos perjudican la salud esos humos que unos llaman violencia y otros CO2, es tan amargo respirar ese aire viciado de intolerancia, que nuestras venas explotan de miedo y se secan nuestros ríos; se queman nuestros ojos en apenas unos segundos por sufrir esa ira incontrolada y se apaga nuestra vida.
No pretendáis luchar contra nuestra naturaleza pues somos fuertes, y nuestra furia a veces se desata con vendavales, vientos huracanados y fieros torbellinos, pero, si dejáis que todo nuestro ser luzca en plenitud, con orgullo, trabajo, en igualdad de condiciones seremos nosotras Ecología, Madre Tierra y Naturaleza la que os dará reposo y una sombra bajo el árbol. Allí, al final, descansaréis en paz.
María Pérez Herrero, escritora Libro Ni Locas Ni Tontas
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