Dentro de los estudios, importantes, que se están realizando sobre los hombres del norte de Europa, hoy tengo el placer de presentar otra obra de un auténtico especialista sobre este misterioso y atrayente pueblo del Alto Medioevo. Entre los años 780 y 790, los belicosos hombres del norte se establecen en las múltiples islas del mar del Norte, ‘su estanque’, y comienzan a perpetrar constantes crímenes y desafueros sobre los tranquilos pueblos costeros de Inglaterra y Escocia. En el año 789 los vikingos desembarcan en el pueblo de Portland y asesinan al alguacil mayor o sheriff del rey Offa de Mercia. Pero será en la fatídica fecha del año 793 cuando asalten el monasterio británico de Lindisfarne, muerte, sangre y desolación dejaron a su paso. La noticia corrió como la pólvora y se comenzó a rezar a Dios Todopoderoso para que librase a los europeos, del momento histórico que estoy narrando, de la furia de los hombres del norte. No obstante, para tener una concepción clara de quienes eran estas gentes, es preciso tener un conocimiento exacto de cómo se comportaban. En las épocas anteriores a lo que se conoce como la ‘era de los vikingos’, las gentes que habitaban los actuales estados de Suecia, Noruega y Dinamarca eran bastante homogéneos en sus comportamientos socio-políticos. Minúsculos reinos y condados dependientes estaban interconectados. Dinamarca era la más prospera en el escalafón, hasta tal punto que, a posteriori, con su monarca Knut “el Grande” se uniría con Inglaterra en un solo reino. Los monarcas del Daneland dominaban todo el mercado existente entre las tierras bañadas por el mar Báltico y la Europa occidental, sobre todo Inglaterra, Escocia, Irlanda, Francia y las Españas cristianas, sobre todo el poderoso Reino de León y el mahometano-Al Andalus. En la época de los vikingos, Suecia estaba conformada por dos pueblos tribales, el de los SVEA y el de los GODOS o GÓTICOS; ambas gentilidades estaban separadas por grandes lagos y bosques profundos. Svea al oriente y Godos en el occidente. En el final de la época vikinga, la población que vivía en Escandinavia no superaba el millón doscientas mil personas, incluyendo libres y esclavos. Eran una sociedad dedicada a la agricultura, y la clase social era fijada por los lazos de amistad y el control sobre las tierras. La religión se fundamentaba en el indubitable espíritu bélico de los vikingos. Los dioses se habían encargado de dividir a la sociedad en clases sociales; aunque, según las diversas circunstancias de la suerte en la guerra, se podía ascender en la escala social. Los vikingos luchaban contra la naturaleza y entre ellos mismos. Para los ingleses el vocablo vikingo definía a un auténtico y peligrosísimo ‘pirata’ o ‘salteador’. Entre los ingleses estas gentes eran denominadas como ‘dani’ o ‘norhmen’. En el este de Europa eran llamados ‘rus’ o ‘varegos’. En Al-Andalus eran denominados como ‘Al-Madjus’/adoradores del fuego, y por supuesto con el término despectivo de paganos. En la cúspide de la pirámide estaban los reyes, luego los condes o ‘jarl’ y en lo más bajo los jefes de clan, estos podían elevarse en su estatuto social, inclusive llegando hasta la nobleza o hasta el trono. “A este grupo (los reyes) pertenecían los gobernantes absolutos de la sociedad, que eran admirados por el pueblo, pues se les atribuían cualidades ausentes en el resto. Se consideraba que quienes estaban en condiciones de reclamar parentesco principesco o divino tenían ciertas cualidades innatas. Extrañamente, la inteligencia excepcional era una de ellas. También se los juzgaba como más aptos para dirigir las ceremonias religiosas. Pero solo unos pocos lograban mantenerse en lo más alto”. La lucha por el poder entre los vikingos con más poder, reyes y condes y jefes de clan, era constante y a muerte. Los derrotados se veían obligados a escapar y ganar nueva fortuna en nuevas tierras. La sujeción de todo ello estaba en las manos de los campesinos y agricultores libres. Los jefes de clan cuidaban a sus campesinos con deleite, cuidando de su integridad frente a los enemigos e, inclusive, alimentándolos en momentos de hambrunas o dificultades alimenticias; el campesino debería corresponder defendiendo a su jefe cuando lo requiriese. Las asambleas donde discutían y conformaban sus normas se llamaban ‘thing’. En el último peldaño de esta sociedad, tan compleja y estratificada, se hallaban los esclavos, que se encargaban de los trabajos más pesados. Muchos vikingos trataban muy bien a sus esclavos, e incluso podían ser manumitidos por ser leales, por la amistad y la defensa de sus amos. . Los libertos eran el grupo intermedio entre hombres libres y esclavos, pero siempre tenían fuertes obligaciones hacia quienes habían sido sus amos. “A los esclavos se los consideraba como ‘bienes muebles’, similares a los animales domésticos. Los vikingos capturaron una considerable cantidad de gente a la que vendieron como esclavos, tanto en sus territorios como en el extranjero. La esclavitud tenía larga tradición en Escandinavia y, en aquella época, era una institución bien desarrollada y de gran importancia para la comunidad. Entre el veinte y el treinta por ciento de la población en tiempos de los vikingos estaba compuesta por esclavos. Para controlar la rebelión, desarrollaron un sistema de severos castigos”. Las mujeres de los vikingos tenían las llaves de la casa como su símbolo principal. La esposa del gran propietario debería ir bien vestida y ser de piel muy clara o blanca. Las mujeres eran las encargadas del control de las fincas agrícolas familiares, pero asimismo se encargaban de toda la parafernalia ritual religiosa de los vikingos. Las mujeres eran poetisas, curanderas y sanadoras, e importantes artesanas. Podían liderar expediciones comerciales y contrataban sus propios barcos. “Ahora ha quedado claro que más mujeres de lo que antaño se creía acompañaron a los varones en las incursiones de las etapas tempranas en la época vikinga. Sin duda, jugaron un papel importante en las expediciones y como colonas en las zonas conquistadas a mediados del siglo IX”. Las mujeres de los vikingos tenían un estatuto más elevado que la mayoría de las europeas del momento, salvo las féminas del Reino de León. Podían divorciarse si el esposo no las respetaba. Inclusive algunas eran enterradas con sus armas, lo que deja claro que eran guerreras. Con todo lo que antecede, ya he dado unas pinceladas, que deseo subrayen lo extraordinario que es este libro. ¡Estupendo y definitorio! “Humanum fuit errare, diabolicum est per animositatem in errore manere”. Puedes comprar el libro en:
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