Pablo Fidalgo nació en Vigo en 1984 y ha publicado hasta ahora “La educación física”, “Mis padres Romeo y Julieta”, “Esto tenía, esto deseaba”, “La retirada”, “Crónica de las aves de paso”, “Tres poemas dramáticos”, “Anarquismos/Daniel Faria”, “Qualcosa nascerá da noi” o “Parangolé”, y ha presentado piezas escénicas que han sido producidas por reconocidos teatros de París, Lisboa, Porto, Bilbao, Santiago de Compostela o Madrid, así como obtenido premios tanto por su labor teatral, como poética.
Pablo nació por tanto en un lugar poblado de puertos, de playas, de rías, de islas, de marismas y de almarjales, y rodeado de toda la fauna y la flora que acompañan a ese tipo de orografía, dejando latitudes aparte. Por lo que no es extraño que lleve adheridos en sus poros el olor a sal, a almadraba, a redes, a gaviotas, a barcos, a cajas de pescado y marisco y a viejos marineros que ven con nostalgia marchar los barcos del fondeadero, a la búsqueda del sustento que les permita seguir viviendo: “Isla, no me iré de aquí / hasta que vea un cambio en el cuerpo de los otros. / Es decir, en mi propio cuerpo. / No me iré de aquí hasta ajustar todas las islas, / todas las formas de vivir rodeado…”.
Es cierto que una isla es una prisión acotada por la mar; he vivido en una de ellas durante más de dos años y conozco esa sensación que me inocularon los lugareños a hierro candente: “Te preguntas cuánto puede una vida / enfriarse y replegarse / sin que nadie diga nada.”
Pero la isla más dolorosa en “El perro en la puerta de la casa” es la metafórica y no por ello menos real y angustiosa: la interior, la que nos hace como somos y nos convierte en monasterio, casa, habitación, cementerio de ideas discordantes, unidad ajena a los otros, esencia: “Ese eres tú: / el nadador errante. / Alguien que dejó el centro del mundo / y eligió unas rocas.”
En algunos pasajes de este poemario Pablo Fidalgo me sabe, y mucho, a Antonin Artaud, ese monstruo de la escenografía que revolucionó el teatro y la poesía y fue considerado como el padre de la actual forma de enfrentar las tablas.
Pero, sigamos con el libro. En bastantes de los poemas se incluyen a veces requisitorias perturbadoras, que convierten el texto en diálogos abstrusos, recónditos, pero no por ellos menos imaginables y posibles si pasamos del plano exterior al interior, del afuera al adentro: “A veces pienso que he madurado mi dolor / y he olvidado todo lo demás.”
“El perro en la puerta de la casa” de Pablo Fidalgo, a mi entender, es un camino iniciático, una búsqueda, con lo que ello conlleva de lucha interior por encontrar la esencia de sí y de los demás, y de darle un sentido a lo que nos rodea y el porqué de su presencia a veces fluyente y otras quieta e inalterable: “Es un diálogo desbocado, / con un ejército desbocado, / en este momento desbocado. / Si buscas desaprobación e incomprensión / las encuentras. / Si te concentras en ellas / se transforman en euforia.”
Pablo Fidalgo escribe este poemario a corazón abierto, instalado en la duda, esa fuente de conocimiento que nos puede identificar como seres racionales por encima de cualquier otra aseveración o designio, ya sea terrenal o celestial, aunque también nos puede acercar algo más a la locura, esa espada de Damocles que pende sobre nosotros: “Que una vida viendo luces / sea bella o sea diferente / depende de todas las vidas que hubo antes / depende de quien encienda la luz.”
La escena de estos poemas la sitúa Pablo Fidalgo en el archipiélago de las islas Eolias, las islas de los volcanes: Ragusa, Marettimo, Sicilia, Ustica, Lípari, Stromboli… y también en algunos de los valles y barrios de sus pueblos y ciudades, por los que transita con ojos interrogantes, pasando de la isla que lo compone a las islas físicas que a veces ve pasar desde un navío, que bien pudiera ser el trasunto de la vida del vate y su camino.
Respuestas. El poeta que escribe se inquiere porque no encuentra las respuestas, y se trasunta en perro porque a veces, intuye, que dicho animal ha sido dotado con más agudezas que las que él mismo posee: “Tú y yo no nacimos para estar en casa / sino para elegir una puerta / y esperar que alguien quiera jugar.”
Una celebración esta nueva aportación de Pablo Fidalgo, que debe ser leída buscando las aristas imaginarias, a veces mitológicas, pero, sobre todo metafóricas que se incluyen en ella.
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