Albert Camus publicó en 1947 una de sus grandes novelas titulada La peste, obra de una actualidad latente como muestra su contenido. Autor de rica prosa y sólida sustancia literaria y crítica con la sociedad de su tiempo perenne para tener un espacio de todo tiempo en la que sumirse en su lectura. Una historia natural sobre la peste, veneno que hace temblar y encontrar el espejo de contenido que tanto se asemeja a la pandemia que en Europa padecemos. Su lectura la considero una necesidad, ya señalo como ha transcurrido más de medio siglo, por lo que no se puede manifestar que La peste es una copia magnífica de lo que padecemos, sino que nuestra situación real actual dentro de la piel ibérica.
Sin embargo para un lector hecho a la lectura significa que siendo tal la semejanza de la narración, que bien sería muy justo un hueco pequeñito que se tomarán del sermón sin descanso en el rosario de recetas de “No hay ejército que pueda detener la fuerza de una idea cuando llega a tiempo”. Cocina que con insistencia diaria estamos invitados incluidos los millones de parados como los “menos afortunados”, más claro, los miserables semejantes a los de Víctor Hugo que también viven y padece el país. Pero España es así, bueno no España lo que se dedican a formarla. Les basta al parado y la parada a decir. “Yo no soy matemático ni albañil, pero tengo escrita una receta de cocina”.
“Pero habría que vivir de otra manera. ¿Y qué quiere decir vivir de otra manera? Quizá vivir absurdamente para acabar con el absurdo, tirarse en sí mismo con una tal violencia que el salto acabara en los brazos de otro” Julio Cortázar
Pero no importa o no debe de importarnos mucho. Nosotros, los que divulgamos la buena lectura no desfallecemos y con esta novela de La peste podemos invitar a la lectura de Camus que dicho sea de paso, vivió los mejores años de su vida compartiéndola con la María Victoria Casares Pérez (La Coruña, 21 de noviembre de 1922 - Alloue, Francia, 22 de noviembre de 1996) fue una actriz española de teatro y cine que triunfó en el exilio en Francia, donde residió desde su juventud, a raíz del exilio de su padre, el político Santiago Casares Quiroga, que había sido ministro y jefe de Gobierno de la República bajo la presidencia de Manuel Azaña.
Desde la llegada de esta maldita pandemia he querido conocer la clausura involuntaria de ciento de miles de españoles me pregunto cómo han empleado y emplean las horas y los días sin ser apresado por el aburrimiento de no saber qué hacer, por no ser dados a la lectura como calmante del peso de las horas sin saber el placer y leer. Y he vivido respuestas a mis reseñas y crítica de libros, agradeciendo el haber sido invitados a la aventura de la palabra escrita, a tener un libro abierto entre las manos no solamente para espantar las horas de aburrimiento sino también descubrir que el libro es el mejor calmante contra la soledad. Un libro es un amigo que si sabe elegir su lectura jamás lo engañará en esta clausura involuntaria.
Al final de la batalla y muerto el enemigo. Demasiadas actitudes de la persona nos puede preguntar como nos fue el encierro. Absurdamente. Me leí El Quijote tres veces, Y como enfrentamiento con el enemigo, me he prometido leerlo de nuevo. Y siempre es diferente. Pero no un absurdo buscando el burro del bueno de Sancho: «Este libro descubre que vivimos una realidad global pero con miradas locales y eso es muy peligroso, tanto como sería conducir viendo sólo los próximos diez metros. Como señala Emilio Lamo de Espinosa Premio Espasa Calpe del año que corre.
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