Se trata de un “diario” o un libro de apuntes, que salta entre las fechas indicadas resaltando efemérides, reuniones poéticas, conversaciones insulsas o trascendentales según se mire, entre las corrientes poéticas de la época, o camina impertérrita por las impresiones o pareceres que estuvieron en boga otrora y que, como todo en la vida, dejan una marca o un sello en quienes participaron en las mismas quieran o no acordarse algunos de aquellos pretéritos amaneceres.
Pero, aunque algunos de los citados ya no están, la mayoría, bien porque abandonaron la no fácil tarea de rimar o porque se fueron al cementerio al acabársele la vida, la causa poco importa, el caso es que “Los poetas cuando se emborrachan parecen una familia” es una fotografía, subjetiva, claro, de interesante lectura, sobre lo que eran y lo que son, muchos poetas y narradores actuales.
Para colmo de males, Eladio Orta se ha hecho acompañar al escribir el libro de una buena tanda de los heterónimos que le acompañan desde que tiene uso de razón, si es que tiene la tal cosa, cuestión que muchos ponen en duda y no seré yo quien afirme o niegue el asunto de marras, porque no nací para sentencias o adivinanzas y más bien para observar, divagar o soñar negro sobre blanco, e incluso en colores, y con eso me basta.
El libro lo escribe Martín Latorre, pero participan como personajes principales o secundarios, que eso no queda claro, Heladio Horta, Amin Gaver y algunos otros, que todos son una parte de Eladio Orta trasuntado no sabemos por qué arcanas alquimias líricas. Dice en el texto Latorre, Heladio, Amin o Orta: “los personajes de este libro son fantasmas andantes que a veces cruzan la calle Ficción para tomarse unos vinitos mostos en las tascas de la calle Realidad.”
El libro fue finalizado en Isla Canela en diciembre de 2004, pero, queda al albur del lector el responderse por qué narices Eladio Orta y todas las sombras que les siguen, y que algunas se mencionaron, no han sacado estos papeles del baúl en que se encontraban.
Por el mismo pasan como comentaristas y actores de la obra que se lee, Violeta C. Rangel, Jorge Riechmann, Vikram Babu, Jesús Aguado, Fernando Beltrán, Abel Feu, Francis Vaz, Eladio Orta, Martín Latorre, Uberto Stabile, Jesús Fernández, Rocky, el poeta perro canalla, Antonio de Padua, Manuel Vilas, Manuel Moya, Antonio Orihuela, Isla Correyero, David González, María Gómez, Jesús Munárriz, Mada Alderete, Bárbara Zagora Cumpián, Osvalda Reyes, Abelardo Rodríguez, Marcos Gualda, Dolores Izquierdo, Diego Ropero Regidor, Eduardo Galeano, Vaz de Soto, Juan Antonio Mora, Eva Vaz y… cien mil más.
Lo que tengo por cierto es que el libro debe leerse, sobre todo si por un casual usted se dedica a esto de la rima y pudiera estar citado, que no se sabe lo que las sombras pueden decir de uno o de los demás.
Eladio Orta y toda la ristra de oscuridades que le acompañan “con una cama, una escupidera, una buena sombra en el retamar, un cuaderno y un bolígrafo tiene media vida resuelta”. La otra media no sabemos cómo se las apaña, pero, lo hace. Al menos sigue vivo, que ya es un milagro no sé si de la naturaleza de los animales que sobreviven en Isla Canela, del que es uno más y que nadie ponga en duda tal aserto, o de cuestiones celestiales en las que no deseo enredarme porque no me suelte un mal de ojo. Porque Eladio y sus sombras, donde ponen la mirada, donde detienen la vista, donde se paran en seco y agarran el boli, crece un poema o algo impredecible en prosa.
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