Es verdad que hubiera disfrutado a saco de mis mansiones, de mi jet privado, del aplauso de la chusma y de mi bodega de vinos exclusivos. Bueno de eso no, porque ni bebo ni entiendo de vinos. Oye, nadie es perfecto, ser un truhán, ser un señor, tiene su curro y llámame loca pero yo estoy a otras cosas. Me gusta Julio Iglesias, su languidez amanerada, su cadencia caribeña. Fíjate que lo llevo en el coche. Cualquiera no se atrevería a confesarlo ¡y lo sabes!. Pero a mí me la sopla tío, porque tengo todo el pescao vendido. Por cierto, también llevo a Manzanita “Verde, que te quiero verde”.
Las fotos del declive de Julio Iglesias circulan por todas las redacciones del mundo. Es inútil que quiera esconderse. Nadie va a respetar su privacidad. Es el peaje por llegar a la cúspide del artisteo. Me dirás que es infame la espectacularización del “más dura será la caída” de la prensa del chismorreo. ¡Hey!, despierta colega, el chismorreo vil y rastrero es la esencia de la condición humana. Ese es el verdadero mundo real y no la ficción edulcorada y falaz que los medios nos venden de la clase política y sus patéticos personajes. Medios tenían que ser. Nunca mejor dicho. Siempre verdades a medias.
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