En su ópera prima, el futuro ministro de Indias macharatungo José de Gálvez apuntó al papel determinante del comercio en las relaciones internacionales. No hacía sino seguir una consolidada tradición dentro del pensamiento ilustrado. Pero el malagueño reivindicaba el papel de su patria chica en los circuitos entre España y la América española. En sus “Discursos y reflexiones de un vasallo” al rey Carlos III, echaba mano de antiguos privilegios de navegación de los frutos de la tierra hacia las Indias españolas. Era un hombre de hechos. Años después, los decretos liberalizadores del comercio transatlántico incluyeron al importante puerto malacitano, como bien estudiaron Santos Arrebola o Gámez Amián.
Su patronazgo sobre Málaga en esta e innumerables gestiones protectoras del bien común relanzó a nuestra ciudad, así como también a la localidad de Macharaviaya. Desde la “Pequeña Madrid”, el estanco de los naipes procuró al mundo hispánico de entonces un extraordinario comercio del popular juego de cartas mediante nutridas remesas que llegaban a las lejanas Santiago de Chile o Lima. Muestras de los naipes de la Real Fábrica de Macharaviaya se conservan en el Archivo de Indias hispalense. Todos los grupos sociales participaban de su juego, incluso el obispo de Trujillo del Perú, Baltasar Jaime Martínez Compañón, nos dejó la imagen de indios jugando a los naipes en su famosa crónica. Los estudios de las profesoras Pérez de Colosía Rodríguez o Reder Gadow ilustran sobre estos y otros muchos temas al respecto. Cabe añadir la estimable labor de la “Asociación Cultural Bernardo de Gálvez y Gallardo, conde de Gálvez” y de la “Orden de Granaderos y Damas de Gálvez de Macharaviaya”.
Es más, ya desde su alta responsabilidad en los asuntos americanos y compromiso con su solar natal, proyectó la exportación del esparto malagueño a la América meridional. El Río de la Plata y regiones semejantes eran el destino idóneo por cuestiones de clima. Siendo su sobrino Bernardo de Gálvez gobernador de Luisiana y las Floridas, su contador principal recibió órdenes del ministro sobre el impulso al esparto, tan necesario para la Real Armada. También acusó recibo el capitán general de Cuba. La América septentrional quedaba incluida en el proyecto. En consecuencia, el comercio malagueño gozaría de prerrogativas como incentivo a su desarrollo. Siempre intentando estrechar vínculos entre Málaga y América en beneficio recíproco.
Incluso con la otra gran frontera europea hacia el Este. Su hermano Miguel consiguió abrir nuevos mercados para los caldos malagueños en Rusia. El comercio del Norte se benefició de iniciativas como el ofrecimiento a la emperatriz rusa de vinos de Málaga por parte de la Hermandad de Viñeros, lo cual trajo beneficios aduaneros. La capacidad de negociación, patriotismo y espíritu emprendedor hizo que, de este modo, se conectara Málaga con todos los puntos cardinales. De vuelta al suroeste, el paso andino por Mendoza registraba el tránsito de pasas moscatel y los vinos arribaban a los puertos chilenos del Pacífico para circular tierra adentro y derramarse en los parlamentos o encuentros diplomáticos entre indígenas y españoles en tierras de la frontera austral.
El también malagueño Luis de Unzaga Amézaga, gobernador de la Luisiana y hombre conciliador y tolerante por identidad, fue uno de los exponentes más logrados de la tradición ilustrada de apreciable servicio público a lo largo de su extensa carrera indiana. Pionero en el libre comercio por el Misisipi, en atención a un fomento económico integrador. Testimonio que conocemos junto a otros muchos notabilísimos gracias a los meritorios estudios de Francisco J. Cazorla Granados y Rosa María García Baena, investigadores a la cabeza de la “Louis de Unzaga Historical Society & the Birth of United States of America”. Por su parte, en el extremo sur del continente, el irlandés al servicio de España Ambrosio O´Higgins reglamentaba el comercio con los indígenas fronterizos como mecanismo de provecho mutuo y desarrollo general frente al paradigma del enfrentamiento. No cabe duda, esta sucinta nómina antepone la diplomacia a la guerra, la negociación a la imposición para la continuidad de aquel colosal imperio. Y el comercio no era baladí, al contrario. Málaga siempre tuvo un activo comercio, está en los genes de su fundación desde los remotos tiempos en los que una nave fenicia recaló por este rincón del Mediterráneo próximo a las míticas Columnas de Hércules.
A finales del siglo XVIII, la Sociedad Económica de Amigos del País plasmó en el articulado de sus estatutos el fomento de la agricultura, comercio y navegación. Hace cien años, fue el conducto de la ayuda americana al pueblo de Málaga tras la “riá” de 1907. Como resultado y memoria de la fraternidad hispanoamericana, el barrio obrero “América”, construido merced a los donativos recibidos de Florida, Honduras o Argentina. Debemos, como bien argumenta el historiador Pérez Frías, recuperar el episodio. Hoy, retoma esa vocación americana de fructífero intercambio recíproco con la creación e impulso de la Casa América en Málaga. Asimismo, recientemente la Universidad de Málaga por medio de su Fundación General creó el Centro de Estudios Iberoamericanos y Transatlánticos, surge de la experiencia del Aula María Zambrano de Estudios Transatlánticos. Las interrelaciones pasadas y presentes de un vasto espacio y sus potencialidades son objetivo de la empresa. En definitiva, relaciones, conexiones, vínculos de todo tipo presididos por el secular encuentro entre pueblos y cuyo esfuerzo coral actual augura felizmente grandes beneficios para Málaga e Iberoamérica, no sin tesón en el trabajo o talante emprendedor como los arriba mencionados.
Jorge Chauca García
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad de Málaga
Historiador
Enviado por José Antonio Sierra