Su primera novela negra, “La novia gitana” se convirtió en un éxito sensacional, las dos siguientes también lo fueron. El gran paso fue presentarse al premio Planeta con “La bestia” y lo ganaron. Desde entonces alternan sus libros en dos editoriales. En Alfaguara publican sus novelas negras actuales y sangrientas y en Planeta sus thrillers históricos, también sangrientos.

En el 2017, se les ocurrió utilizar el mismo sistema que usaban en las series de televisión para hacer una novela. Desde entonces las hacen como los ricos churros que nos comemos en San Ginés. Se llevan tan bien que apenas discuten y se reparten el trabajo como los ladrones de un banco lo hacen con el botín: sin una sola voz más alta que otra. “Nos repartimos los capítulos entre los tres después de haber preparado conjuntamente la escaleta de lo que va a suceder en la novela. Cada uno escribe sus propios capítulos, un tercio cada uno, luego los vamos revisando los otros para conseguir un tono idéntico. Todos los capítulos pasan por los tres hasta que los damos por definitivos”, dicen los autores de "El Infierno" prácticamente al unísono.

Para Agustín Martínez, “el thriller histórico ha funcionado divinamente. Escribir La bestia fue una experiencia muy gratificante y surgió de una manera casual. Quizá necesitábamos hacer cosas nuevas después de tres novelas, por eso probamos con este género. Queremos escribir lo que nos apetece en cada momento, no queremos estancarnos. Lo que hacemos es lo que nos gusta, disfrutamos con nuestro trabajo y procuramos que el lector también lo haga”.

“La bestia se desarrolla en el año 1834 y El Infierno en 1866, queríamos continuar con el siglo XIX que ha sido muy poco estudiado. Los hechos que tratamos apenas se han plasmado en los libros de ficción. Estamos a dos años de que se produjese La Gloriosa, que fue un punto de inflexión en nuestra historia. En esta ocasión, nos centramos en el mundo del teatro, de los cafés cantantes y las tertulias literarias. Eran unos tiempos muy culturales, pero también muy oscuros”, continúa diciendo Antonio Mercero.

Jorge Díaz, coge la palabra para contarnos que “una parte importante de la novela se desarrolla en Cuba, durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Queríamos tratar el tema de la abolición de la esclavitud, que no fue tal porque las plantaciones seguían teniendo trabajadores en pésimas condiciones. Nos interesaba contar sobre ambos mundos: España y Cuba y contrastarlos”.

El libro está escrito en tres planos narrativos, uno por un narrador misterioso. “Tuvimos que mantener un equilibrio entre el plano narrativo. Los dos protagonistas principales viven en paralelo en dos mundos diferenciados. Hemos leído mucho a Galdós y sobre el reinado de Isabel II, de tal forma que tenemos mucho material para próximas novelas. Escribir sobre La Habana nos interesaba mucho. Todo estaba muy derruido y deprimido. Sobre Madrid también queríamos escribir y nos hemos fijado en lo que hicieron los viajeros ingleses en nuestras tierras”, cuentan alternándose los papeles.

“Recoger documentación puede ser adictivo, pero hay que saber parar”

A los autores les gusta trabajar en equipo. “Cuando alguien encuentra algo interesante lo comparte inmediatamente. Por ejemplo, sobre Cuba hay mucha documentación digitalizada. A veces puede ser adictivo recoger tanta documentación, hay que saber parar y ponerse a redactar todo lo aprendido”, apuntan y añaden “los personajes son muy esenciales para nosotros. No funcionarán si no nos importan. La trama también es importantísima. Una cosa no funciona sin la otra. Son dos líneas maestras, pero hay que reconocer que, normalmente, el lector se acuerda más de los personajes que de la trama”.

El lector se acuerda más de los personajes que de la trama

Pese a eso, los Carmen Mola cuidan la trama y los incidentes desencadenantes que subyacen. “Nos gusta crear una serie de giros que sorprendan al lector, que nadie prevea lo que va a ocurrir. Así se consigue una experiencia más inmersiva, donde los diálogos lo son todo”, apunta Mercero que es todo un teórico. Por el único tema que discuten es por las escenas de sexo. Martínez señala que “Antonio Mercero se encarga de ellas”. Parece que es el más experto, aunque Jorge Díaz no comparte esa opinión. “A mí también me gusta escribirlas. Todos las escribimos a partes iguales”, se engaña a sí mismo.

Respecto a su forma de escribir, además de lo apuntado más arriba, opinan que “un escritor solo ha de reflejar lo que sucede. No se debe opinar jamás. Son los lectores los que han de sacar las conclusiones. Lo que debe hacer un buen escritor es hacer la historia creíble, aunque lo escrito parezca increíbles. Para concluir dicen al unísono: “la experiencia de escribir juntos nos está enriqueciendo”.

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