Sánchez no llama a cualquiera. Los Flores Carrasco son ya un asunto de Estado y la telebasura un invento del maligno. Mola lo emocional, lo instintivo, el populismo barato y el buenismo ramplón. No sabemos de qué hablaron Rociito y el presidente, pero sería una escena flipante. Un momentazo con el toque Iván Redondo, que dice que por su jefe se tiraría por un barranco. No hace falta. Sánchez ha leído el “Eclesiastés” y está en modo “zen” hablando de “tiempo de castigo y tiempo de concordia”. Seguro que aconsejó a Rociito que olvidara sus deseos de venganza contra Antonio David.
La venganza es mala consejera y Sánchez lo sabe. Y aunque a veces parezca lo contrario, el presidente no quiere hundir al PSOE. Él nunca ha tenido deseos de venganza contra el Comité Federal que le hizo salir por piernas de la derrota más bronca y violenta que se recuerda en Ferraz. Pero mírale ahora y échale un galgo. Ahí está, ahí está, como la Puerta de Alcalá. En sentido bíblico, Sánchez es un “Elegido” ¡Ojo! No sabemos para qué.
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