Ya en el prólogo de este libro, “Estela sur”, realizado por el gran poeta y escritor granadino Fernando de Villena, se reivindica la personalidad poética de Pilar Quirosa, su estética y su estilística, al escribirse: “Estremece la lectura de estos poemas tan llenos de dolor y tan sinceros que son como quejas susurradas al aire o como tímidos alegatos contra el olvido. Para Pilar Quirosa el amor lo llena todo de sentido y su ausencia le hace andar vacilante como desterrada de las delicias de este mundo”. Fernando de Villena dice bien porque mucho es su conocimiento sobre la realidad poética española, sabe de lo bueno y lo malo, como pueden ser ciertas conductas reprochables en los saraos poéticos, pero también de la autenticidad y calidad de la poesía que se escribe no sólo en Andalucía, sino en toda España. De ahí que escriba, con toda sinceridad e imparcialidad que en “Estela sur” existe “un vitalismo, una captación sensorial de la realidad y una profunda emoción de la naturaleza: del mar y de los campos, pero todo ello siempre puesto en relación con el amor y la nostalgia”. Es evidente que conoce bien la poesía de Pilar Quirosa, los elementos esenciales que la constituyen y que hacen de ella una poeta cabal, de un humanismo cierto y una manera de entender el universo con tal clarividencia, que acercarse a sus textos poéticos nos depara una extraordinaria sensación de plenitud, de goce absoluto. Esta es la diferencia que marca a unos poetas de otros. La esencialidad estriba en la comprensión del mundo que te rodea y la expresión de ese mundo con la herramienta precisa que es el lenguaje, y ambas cosas, por fortuna, pertenecían al imaginario de nuestra poeta Pilar Quirosa.
Hay quienes piensan y así lo han demostrado que con una simple compilación de sus poemas la deuda queda zanjada. Pero esto no es así. Hay que adentrarse en cada uno de sus libros con tal pasión que todos, sin exclusión, se han de reproducir en los volúmenes que sean necesarios, y con el estudio crítico o preliminar de todos y cada uno de ellos y de los géneros literarios tratados, para general conocimiento no solo de la sociedad almeriense, sino de la andaluza y española. Es un deber y una responsabilidad ineludible conquistar el espacio de la esencialidad de su universo literario desde todas las perspectivas posibles. Esta, lógicamente es una tarea ardua, y quizá por ese mismo hecho, se haya rechazado haber hecho realidad la edición de toda su obra literaria, pero solo estaremos parcheando si no somos capaces de concentrar todo el esfuerzo y trabajo necesario en pro de este proyecto, a todas luces, abarcador. En parte, este es mi propósito con estas reseñas puntuales, por entender que toda su vida Pilar Quirosa se consagró a la difusión de la cultura en general y de la literatura en particular. No podemos dejar que su excelente legado quede compensado con unas breves notas biobibliográficas, ajenas a la reflexión profunda sobre su extensa y magnífica obra literaria, interrumpida por su temprana muerte. Pilar Quirosa, como persona y como escritora versátil nos dio mucho más de lo que posiblemente le dimos, y aún hoy, tras su repentina muerte todavía nos ofrece el legado de su obra. Entiendo, pues, que es de justicia propagar y difundir su literatura, que es como decir, su manera de entender la vida. La cita de Plutarco que abre el poemario “Estela sur”, podría definir todo su contenido: “Tienes que vivir y no sólo existir”. Y así lo demostró nuestra poeta a cuantos tuvimos la suerte de conocerla. Para Pilar Quirosa escribir lo era todo: “Escribo de nuevo, / a golpe de lluvia / y de silencios”, de tal manera que en estos versos los símbolos que representan “la lluvia” y “los silencios” son pura esencia existencial que nos permiten conocer no solo a la poeta sino al ser humano que la alienta,
Celebremos, pues, la vida /
al abrigo de la piel,
con el temblor de una hoja.
son versos que ya desde el título de estas reseñas por entregas se justifican: “Pilar Quirosa o la celebración de la vida”. Y es que en nuestra poeta no había mayor ni mejor celebración que “vivir” (carpe diem) a tope cada segundo, con la esperanza puesta en el siguiente, y así sucesivamente hasta el fin de los días.
La poesía de Pilar Quirosa goza de una mediterraneidad absoluta. Nacida en Tetuán y residente en Almería hasta su fallecimiento, el mar es su casa y su refugio, en sus olas se adormece y transporta hasta alcanzar la cima de la luz y la palabra, y en ella encontramos por momentos:
La misma calle, /
el mismo mar,
y, a dos pasos,
nuestra intensa geografía,
azul llanto
en el lenguaje de los sueños.
Los sueños que desde su Avenida de Madrid alcanza a ver en el firmamento cubierto de estrellas esplendentes. Así la vida se impone a todo y en esa realidad su voz se alza y se aposenta en los misterios del cosmos, porque siempre una luz delata el horizonte al que nunca puede renunciar quien tanto ama, aún gritando por el dolor que acrece en su mirada hacia el pasado, sea “Auschwitz”:
Caen las hojas de un calendario cruel,
sonidos de besos marchitados, sombras
de tantas noches de insomnio, tantos
ecos desatados en la Historia, abrazados
a la vergüenza humana.
¡Madre!, aún escucho tu llanto. ¡Madre!
o sea “Guernica”:
Duele el corazón al acecho
de las sombras inclementes. Duele
la ausencia de cordura en la piel
de los hombres.
Duele el recuerdo de ese árbol
imposible, de sabia abierta a la luz.
El lamento, sí, el grito picassiano
y el llanto.
Y la sangre derramada.
Y el coraje, todavía,
de sentirse vivo”.
Es el dolor humano después de haber sentido la desolación y el miedo a la oscuridad, al odio acrecentado en los corazones, la tiranía y el oprobio como formas indignas de vivir, y por ello, la poeta se rebela y se duele, porque el dolor también es una manera de saberse vivo, lo suficientemente vivo como para censurarlo en un único y aterrador grito, que no es sino la palabra poética en todo su esplendor.
Claro que sí, la vida, su celebración sin condiciones. Y de eso sabía mucho Pilar Quirosa. Y el amor como pilar fundamental de la existencia. Nada más emocionante y bello que sentir el corazón abrirse de par en par a la otredad, a la entrega libre y desnuda de cuanto adentro se ha cultivado para ser compartido. Y sin embargo, qué poco ha recibido por su creciente y generosa renuncia del “yo” en pro del “nosotros”, si acaso un librito conformado por las prisas y el oportunismo incomprensible de una institución, de la que, para más inri, llegó a ser Jefa de Departamento de Literatura. Toda una vida dedicada a los demás pagada con unas migajas si nos atenemos a su amplia obra. Pero tal vez, no convenga detenerse en cuestión tan baladí, y sí, continuar con lo verdaderamente importante: su legado poético, objeto de estas líneas.
Podríamos preguntarnos por qué este aparente comienzo anacrónico, y la verdad es que no sabría decir su verdadero motivo. Tampoco considero que sea ilustrativo dilucidar en este momento los por qués de esta aventura literaria respecto a la obra poética, en principio, de una de las voces femeninas más interesante de la poesía contemporánea española, porque , y de eso estoy convencido, que de no haber sido por muerte tan repentina, Pilar Quirosa-Cheyrouze hubiese ocupado un lugar destacado en el panorama de la poesía del nuevo siglo.
Su libro “Estela sur” es un ejemplo de lo dicho. En él confluyen los elementos esenciales y los recursos estilísticos propios de una voz que, a medida que crecía y creaba su propio universo, más brillaba por su lenguaje y su permanente dedicación a expresar lingüística y semánticamente la autenticidad poética de sus textos: “Esta noche, de nuevo / se abren las puertas del mar”. El mar como paraíso existencial, el paisaje por excelencia de su poesía y la soledad como cómplice de una rutina que no impide, todo lo contrario, agrandar el acto mismo de la creación:
De su mano, el mar
—¿recuerdas?— era sonido y paz,
lecho de algas y aliento.
El mar y el oleaje,
intenso atisbo de luz
para los ojos del niño
que contaba las estrellas.
(…)
Azul intenso, en el nombre
de la vida, pequeñas manos
agarradas al mayor de los universos.
Y en la arena, aquellas huellas,
aquellos primeros pasos,
recorridos junto al vuelo de su falda,
abriendo ventanas al mundo.
La poesía como esencia misma de la cotidianidad, el júbilo de la existencia en los detalles más nimios, en las cosas sencillas, en la descarnada realidad de la materia y la secreta luminosidad de lo invisible, de lo espiritual o de la mística de los días que nos conforman, en perfecta comunión con la naturaleza, con amorosa pasión y ternura, donde de nuevo el corazón abre sus ventanas de par en par:
Hay horas que parecen las últimas,
llenas de momentos insomnes,
donde se intuye el azul de las riberas
y el verde ardiente de los pinos
que descienden, plácidamente,
hasta la orilla.
Y hay muros insondables,
montes de cristal que injertan
parcelas de cielo aristadas,
que moldean la mañana
con tempestades de besos,
que peinan la distancia
varando una caricia.
Y, sin descanso, costea mi frente el mar.
Es la mar vértigo y temblor de la mirada que observa el horizonte siempre en la esperanza de alcanzar la otra orilla, sus arenas y sus gentes, como un continuo eco que se adentra en las entrañas y la carne, en el alma y el sueño de la poeta, que no deja de bregar con la palabra y su último sentido y configurar así una verdad —su verdad—, que siempre cuidó con sabio y denodado esmero. En la luz mediterránea se conformó toda su poética y a ese mar de azules infinitos se debe y se entrega sin ningún tipo de condiciones, desnuda y libre, ligera de equipaje, como diría Machado. Todo en él, el Mediterráneo, los colores, la luz, los sonidos, los aromas y, sobre todo, sus silencios marcan la aventura creativa de Pilar Quirosa, y con ella, una nueva forma de expresión poética, una manera de ser, en la diferencia y la pluralidad, más poeta si cabe, más humana:
Conservo el recuerdo de un mar antiguo
que desciende hasta la orilla
y es clamor de algas y de arena.
(…)
Desde tiempos ancestrales,
donde caben los días
y se aposentan todos los instantes
que nos hablan de otras noches
henchidas de juegos y plenilunios.
De siluetas y de olor a salitre
en aquellos muelles que acompañaban
al fulgor de las estrellas.
(…)
Tras la ventana, hay constancia,
esta noche se precipitan las cenizas del tiempo.
El tiempo fluye por doquier y apresa los instantes para luego recordarlo en su fiera intensidad, esa que la palabra provoca a la luz de la estrellada noche o en el silencio que tras el ventanal recorre la alcoba y el alma de la poeta. Ahí está, siempre atenta a las señales, a los símbolos y a la historia humana que proclama en sus versos de arte mayor unas veces y de menor otras, a la gramática o la sintaxis según considere el tono o el matiz a resaltar en su escritura, en un juego de espejos metapoéticos que nos acercan al verdadero valor de su poética:
Cómo escribir un poema
que se deslinde de la nostalgia,
que desconvoque, para siempre,
la plasmación de la herida
y se haga fuerte, y raudo y vital
para la supervivencia.
Cómo gritar a los imperativos
que se desglose en pretéritos
imperfectos pero humanos,
que no tiemblen ante la mansa caída
de las hojas del castaño,
que sean lava y, al mismo tiempo,
compás de espera, página abierta,
ternura y remanso.
Cómo barajar el efímero tiempo,
el reloj derrotado por el paso de las horas,
el dolor que crece y se retuerce
en meandros, cómo escribir un poema.
(…)
Cómo escribir un poema
esperando el regreso de la luz,
la única estancia habitada.
Así en su estancia, paisaje interior y en los otros donde la vida se reactiva con cada primavera, Pilar Quirosa supo ser luz y perfume del día a pesar de tanta oscuridad, de tanto infierno enmascarado y tanto agravio consentido por la mediocridad reinante. Pero su mayor virtud fue siempre su amorosa entrega a la vida, que no es sino decir la literatura, y a su entorno tanto familiar como amical. Nada se interpuso en ese camino elegido libremente y libremente frecuentado a lo largo de los años:
No he conocido
más instantes
que el placer de la palabra,
ese puente levadizo
tendido hacia el abrazo.
Es el tiempo y la memoria en la poesía de Pilar Quirosa inseparable de la realidad. En ella siempre el aliento de un renacer constante y permanente, capaz de eternizarse en el rumor del mar que vive tan cercano.
Por razones obvias
hoy renazco al ritmo de las olas,
donde se balancean los días,
y la tarde es un vuelo
de infinitos signos, reclamados
por la inercia del mar,
donde la soledad
es espejo y es quietud,
y, también, lo es,
poso de nostalgia.
La vida es tránsito, soledad abarcadora de silencios y emociones, espíritu y latido. Por eso la poeta quería “Hibernar otra noche / para rescatar los sueños”. Mi deseo no es otro que Pilar Quirosa viva para siempre en la luz de la palabra, nunca en el olvido.
Puedes comprar sus libros en: