Si le dieran a elegir entre las palabras casualidad y causalidad, ¿cuál de ellas elegiría para definir que/quién fue, es y será Cervantes en su vida?
¡Qué buena pregunta, Luciana! ¡Y qué difícil la elección! Con Cervantes, como con tantos hechos vitales, esenciales en mi vida, lo que hay es una mezcla perfecta de casualidad y causalidad... y este detalle me fascina. Desde hace más de veinte años me dedico a estudiar la relación del Quijote con los libros de caballerías y la iconografía quijotesca, con lo que parece que hay una causalidad que me llevaría a la vida de Cervantes... pero aquí entra la casualidad: en el 2014 me contratan para hacer una biografía de Cervantes porque tengo entre los alumnos del Máster en la Complutense a uno de los editores de EDAF, y en el 2020, Marifé Santiago me propone participar en su nueva colección “Palabas hilanderas” de la editorial HUSO, con la que colaboro de manera estrecha después de formar parte del mismo grupo de investigación. Y estas causalidades me llevan a consolidar la casualidad de un estudio que se ha convertido en esencial en mi vida: en mi vida académica y en mi forma personal de enfrentarme al mundo. Cervantes me ha abierto las puertas de un nuevo universo causal y casual, sin lugar a dudas.
¿Realmente cree que el reconocimiento tardío de Cervantes se debe solo a la imposibilidad de una época que consideraba a la novela un género menor? ¿O quizás lo que nadie quería ni se atrevía a reconocer es que él realmente era un gran escritor por considerarlo una amenaza? ¿Cuánto hay de desconocimiento, envidia y verdad respecto a este tema?
Si nos atenemos a los datos, Cervantes fue reconocido y gozó de un enorme éxito con algunas de sus obras, como las Novelas ejemplares y con el Persiles, que hicieron las delicias de los lectores del momento –y de los editores, que no dejaron de reeditarlas y de traducirlas por toda Europa. Y lo mismo puede decirse de la poesía, en que Cervantes destacó como autor de romances en una época que, no lo olvidemos, conocemos como los Siglos de Oro, por la genialidad de sus artistas y escritores. La idea de un Cervantes despreciado por su tiempo, incomprendido se fragúo en el romántico siglo XVIII y se difundió como la pólvora en el XIX, y así ha llegado a nuestros días. Otro tema es el Quijote, ese libro de caballerías que escribió Cervantes por un encargo editorial y que publica en 1605, y que continúa y que termina como respuesta a un desafío personal en 1615, un desafío en papel que se tituló el Quijote apócrifo, escrito por un desconocido Alonso Fernández de Avellaneda. La fascinante historia que va del Quijote-libro de caballerías al Quijote-iniciador de la novela moderna es la historia de cómo triunfó un modelo narrativo impulsado desde Inglaterra en el siglo XVIII, frente a otras propuestas que se quedaron en la cuneta; un modelo narrativo que buscaba que la novela, además de entretener, pudiera ayudar a mejorar la sociedad, a corregir los errores que se consideraban que lastraban su desarrollo. No hablaría tanto de desconocimiento o de envidia en su tiempo, como de éxito y de triunfo en las lecturas de siglos posteriores, que han colocado a la novela en el centro de la producción literaria. Y entre paréntesis, este triunfo es uno de los grandes errores de nuestra sociedad occidental, que ha marginado a la poesía y al teatro, los dos grandes géneros de la antigüedad, los únicos a los que Aristóteles les dio cabida en sus pensamientos. Hemos de soñar de nuevo con una sociedad más poética y teatral... la novela está agotada y está agotando también nuestras posibilidades de comprender el mundo. Ha sido el caldo de cultivo de las fake news, de la mentira convertida en sinónimo de ficción.
En su mónologo teatral “Soy Catalina Salazar, mujer de Miguel de Cervantes”, publicado por Huso ediciones, usted se transforma en la voz de una mujer que, en más de una oportunidad, se vuelve el reflejo y el espejo de muchas otras mujeres. Mujeres que se resignaron, entre otras cosas, a vivir debajo de la sombra de sus maridos, como ella, pero que, sin embargo, no se resignan del todo. Es decir, saben la verdad. Se replantean su propia independencia y la inocencia perdida de una manera logicamente contradictoria, pero sentida. ¿De dónde nace su necesidad de transformarse en este eco que nos emociona y nos interpela? ¿Es revisión histórica o casi un acto de justicia?
En realidad, si uno vuelve la vista al pasado e intenta leer de manera directa los testimonios del pasado, nos damos cuenta que esas sombras a la sombra de los hombres es solo una construcción ideológica impuesta en los últimos siglos. Por mucho tiempo hemos aceptado que el reflejo administrativo de la sociedad es un reflejo de su cotidianidad, de su día a día. Todo lo contrario. En la sociedad de la Monarquía Hispánica de los siglos XVI y XVII impera un sistema jurídico basado en la supremacía del hombre, del padre, del hermano, del marido... y su presencia jurídica –la que se ha conservado en nuestros archivos- la hemos convertido en presencia cotidiana. Las mujeres buscaron y encontraron sus espacios de vida, de desarrollo, aunque dejaron pocas trazas de esta realidad. Por eso creo que tenemos la obligación de rescatar su voz, de dejarles que se expresen. Un acto de justicia y un acto de humanización. Investigamos el pasado para que el pasado sea también un reflejo de nuestro presente. Ya desde el tercer tomo de mi biografía cervantina, La plenitud de Cervantes (Madrid, Edaf, 2019) sentí la necesidad de rescatar las figuras de Andrea y de Magdalena, las dos hermanas de Cervantes, a las que les ha caído la losa de ser un laster en el honor de Cervantes y de su familia. ¿Y si, al contrario, las viéramos como esas mujeres independientes, que consiguieron vivir su libertad, tal y como también las vivieron muchos de los personajes femeninos de las obras cervantinas?
¿Cervantes fue el amor de la vida de Catalina? ¿Fue la excusa y la llave que ella utilizó para escapar de una familia que la destrataba? ¿Un poco de las dos cosas?
Este es uno de esos espacios de silencio de la vida de Catalina que solo la literatura puede iluminar. Al hablar del matrimonio entre Cervantes y Catalina en 1584 siempre se ha incidido en la idea de la diferencia de edad entre ellos: los 19 de ella y los 37 de él. Pero, ¿qué suponía tener 19 años en un pueblo y no estar ya comprometida? Unos 19 años además con una muerte cercana del padre que ha dejado a la familia sumida en deudas, por lo que adiós a pensar en una buena dote para casar a la única hija del matrimonio. ¿Y por qué pensar que Catalina no tenía deseos de tener una vida más allá del guion establecido para la hija de una familia de un lugar como Esquivias en aquella época? El matrimonio como una oportunidad... la oportunidad de escribir una nueva vida, algo más allá de lo establecido. Como una oportunidad es la que hace Alonso Quijano, el bueno del hidalgo manchego convertido en caballero andante. Una posibilidad. Una esperanza. Una vida.
¿Usted cree que ella lo amó? ¿Que estaba enamorada y fue tan feliz como dice?
¿Y por qué no hemos de pensarlo? En 1610 firma Catalina de Palacios su primer testamento. Y en él le deja varios majuelos y pertenencias a Cervantes “por el mucho amor y buena compañía que ambos hemos tenido”. Llevan ya 36 años casados. ¿Feliz? ¿Enamorada? Así me la imagino... y riéndose, riéndose mucho con Miguel, y Miguel riéndose mucho con ella. No me imagino a quien escribe el Quijote sin la risa fácil y la alegría en los labios a flor de piel.
En más de un pasaje, podemos encontrarnos con las contradicciones de Catalina. Con la voz de una mujer que deja ver los hilos de su dolor de manera intencional, sarcástica. ¿Eso es algo que usted tenía planeado desde el principio? ¿ O surge naturalmente durante el proceso creativo?
Pues la verdad es que no... tenía claro que quería hacer un relato luminoso, sacar en sus recuerdos los aspectos más positivos... por eso, en varias ocasiones, cuando le vienen los miedos, las contradicciones, los reproches... los deja a un lado, da un manotazo en el aire y se dedica a recordar los momentos más felices, más luminosos. ¿Por qué dedicar tus últimos suspiros a recordar aquello que te hay hecho daño? Pero al final, la vida está ahí, el sarcasmo... es inevitable. Pero esa es la magia de la escritura. SI ha surgido, ha sido Catalina quien se ha impuesto. Yo solo me he limitado a transcribirla.
Si la vida le regalara la oportunidad de encontrarse con Cervantes y tomar un café ¿Qué es lo primero que le preguntaría?
Hola Miguel, el café, ¿lo quieres solo o con leche? Luego ya tendríamos todo el tiempo del mundo para hablar de lo humano y de lo divino.
¿Y a Catalina?
Lo mismo... me imagino estar los tres juntos charlando, los tres mano a mano. Sin tiempo. Sin espacio. Compartiendo vivencias y recuerdos, y, sobre todo, risas. Me los imagino a los dos riendo con complicidad... quitándose la palabra, terminándose los dos las frases.
¿Por qué deberíamos acercarnos a la obra de Cervantes?
En Cervantes hay dos autores: el autor más apegado a su tiempo, a la literatura de su tiempo, el Cervantes de la Galatea, de las Novelas ejemplares, el Persiles, de su teatro y poesía, que es necesario leer desde la atalaya de la admiración, del conocimiento. No se puede comprender la literatura antigua en español sin haber leído estas obras. Y luego está el Cervantes del Quijote, que es el Cervantes del hoy, que es necesario leer de la complicidad del lector, del gusto y de la risa, del aprendizaje personal. El Quijote te cambia la vida: es un camino sin retorno. Uno no es el mismo cuando termina de leer el Quijote, leerlo de verdad. Y uno ha cambiado porque se ha enriquecido. Como lo hace la buena literatura al margen de las épocas, las lenguas o las geografías. La buena literatura tiene que ser como una buena conversación, y el Quijote es diálogo, es la demostración del poder inmenso del diálogo, de la palabra. Uno no puede leer el Quijote como quien lee una inscripción sagrado, como algo ajeno. Hay que leer el Quijote remangándose los brazos y riendo, peleando y asombrándose. El Quijote, el ejemplo del caballero andante y su escudero, es un manual de conducta para el siglo XXI, donde el diálogo, el respeto al otro y la voluntad de cambiar el mundo, de mejorarlo constituyen tres pilares de la construcción de nuestro propio presente. El Quijote no ha de dejarnos indiferentes... a no ser que estemos muertos.
Puede contarnos algo de sus futuros proyectos…
Ahora me encuentro inmerso en dos proyectos que son complementarios: por un lado, un libro que podría titularse: “Todo lo que quiso saber sobre Cervantes y nunca se atrevió a preguntar”, donde intento desmontar algunos de los tópicos más celebrados y repetidos alrededor de Cervantes y de los Siglos de Oro... Y por otro lado, sigo indagando en las mujeres de Cervantes, quizás en vista a escribir una novela, o diferentes monólogos teatrales... no lo sé. Pero lo que sí que tengo claro es que las mujeres de Cervantes me van a indicar el camino, como así lo ha hecho Catalina de Salazar en este último proyecto.
José Manuel Lucía Megías (Ibiza, 1967) es escritor, poeta y catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid. Ha escrito decenas de libros y centenares de estudios dedicados a la literatura medieval caballeresca, a Cervantes, a la iconografía quijotesca y a las Humanidades Digitales. Entre sus últimas publicaciones destacan Leer el Quijote en imágenes, Elogio del texto digital, La juventud de Cervantes, La madurez de Cervantes y La plenitud de Cervantes, además del reciente Manual del coleccionista de Quijotes (con la colaboración de Justo Fernández Bargues). Ha publicado más de diez libros de poemas —el último de los cuales es Aquí y ahora—, y dos de ellos han sido traducidos al italiano: Trento o el triunfo de la espera e Y se llamaban Mahmud y Ayaz. Ha recibido la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, es director de la Revista de Literatura Medieval y de la Revista de Filología Románica, presidente de honor de la Asociación de Cervantistas, secretario de la Asociación Amigos de José Luis Sampedro, titular de la Cátedra Cervantes de la Universidad Nacional del Centro (Argentina) y miembro del Patronato de la Fundación de Amigos de la Biblioteca Nacional de España.
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