Estas perlas documentales de capital importancia para la biografía documentada del autor de La Galatea (1585) fueron dejadas en el tintero por los biógrafos cervantinos durante los últimos siete años. Empero, al redactar mi «Vida de Miguel de Cervantes Saavedra», basada en más de 3.000 documentos cervantinos, me di cuenta de la omisión de los preciosos testimonios por parte de los eruditos cervantinos, se lo comuniqué a nuestro ilustre investigador Carmona Domínguez, y obtuve permiso de ponerlos en letras de molde, cuyo tenor documental es el siguiente:
El 12 de febrero de 1590, Carmona. Diego Pérez, vecino de Carmona y arrendador de las alcabalas del aceite, pide al cabildo que suplique al corregidor que impida que el comisario, Cervantes, no exceda la comisión y levante los embargos.
«Diego Pérez, vecino desta villa, arrendador de la renta del alcabala del aceite della este año de mil quinientos y noventa, digo que, como a vuestras mercedes es notorio al presente está en esta villa un comisario que dice ser del Rey nuestro señor, para comprar cierta cantidad de aceite para Su Majestad, el cual tiene embargado todo el aceite que al presente hay en esta villa enalmacenado. El cual dicho embargo es en mucho daño y perjuicio de el Rey nuestro señor y de la dicha renta y mío. Porque, estando embargado, no lo pueden vender sus dueños, demás de que no habrá ninguna persona que puje la dicha renta, como lo hicieran, si no se hubiera hecho el dicho embargo y la comisión del dicho comisario dice que el aceite que así tomare lo pague luego al precio que vale. Y habiendo de proceder conforme a ella, non tuvo necesidad de hacer embargo ninguno porque habiendo de pagar el dicho aceite a como vale, todos holgaran de darlo para el Rey, nuestro señor. Y a vuestra merced incumbe el remedio de ello. Por tanto, a vuestras mercedes pido y suplico pidan y supliquen al señor corregidor que mande al dicho comisario no exceda de su comisión y no proceda al dicho embargo y los embargos que así los alce para que cese el daño y perjuicio que de ello viene al Rey, nuestro señor, e a la dicha renta e a mí, como tal arrendador que yo me ofrezco que pagando luego el dicho comisario al precio que vale al presente en esta villa se le dará el aceite que della quisiere sacar habiéndolo vendible y fallo y en lo necesario el oficio de vuestras mercedes imploro e pido justicia. Diego Pérez» (AMC, Peticiones, memoriales, leg. 105).
El 16 de febrero de1590 en Carmona. Petición de los vecinos aceiteros.
«Los vecinos aceiteros que vendemos aceite por panilla, decimos que ya a vuestras mercedes consta cómo vale cada arroba de aceite a trece reales y doce maravedís, y nosotros perdemos porque pagamos sesenta maravedís de alcabala y otras costas y no nos podemos sustentar vendiendo la panilla de aceite a once maravedís. Pedimos y suplicamos a vuestra merced mande darnos precio con que podamos pasar y en ello recibiremos merced» (AMC, Peticiones, memoriales, leg. 105).
Estos documentos de veracidad irrebatible, localizados por el archivero José María Carmona Domínguez, no solo están directamente vinculados a la trayectoria vital del brillante soldado aventajado de las Fuerzas Especiales de Élite de los victoriosos Tercios españoles sino también demuestran cierta molestia por parte de los carmonenses durante la presencia del comisario real de abastos Cervantes.
Por lo que atañe a la presencia del «Rey de la Literatura española» en Carmona, «la ciudad más fuerte de toda la provincia Bética» según el genio militar romano Julio César (c.100-44 a. C.), (V. García Moreno y T. Avenosa, «Carmona», Los pueblos más bellos de España, 2003), es sabido que el 8 de octubre de 1588 Cervantes abonó 2.616 maravedís a Antón Sancho, vecino de Carmona, por el acarreto de 97 arrobas de aceite de Marchena a Sevilla. Asimismo, los siguientes documentos fechados comprueban su relación con la saca de aceite en «Carmo», inter alia, de Juan Gallego, Pedro Lugo, y el molino del Corzo: 1590/02/09, 1590/02/12/ 1590/02/14, 1590/03/15, 1590/03/28, 1590/04/05, 1590/04/06, 1590/04/07, 1590/04/10, 1590/04/15, 1590/04/181590/04/27, 1590/04/28 y 1590/05/03. A esto cabe añadir los doce nuevos documentos inapreciables, tocantes al año 1590, descubiertos por el benemérito historiador José Cabello Núñez, Secretario de la Junta Rectora de la Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales, sobre las arrobas entregadas al comisario de «Friedensfürst» (1527-1598).
De igual forma, hago especial hincapié en que José María Carmona Domínguez es el primer investigador, quien reconstruyó de una forma ejemplar y con gran detalle el hallazgo del documento del 12 de febrero de 1590, autorizado con la firma autógrafa de Cervantes, destapado por el arqueólogo de nacimiento francés y de nacionalidad británica, George Edward Bonsor (1855-1930), hijo predilecto de Carmona, fallecido en el Castillo de Mairena del Alcor, conocido como el Castillo de Luna.
Aún creo que hay otra razón por qué Miguel se fue a «Qarmuna», a saber, el 5 de marzo de 1581 en Argel fue llevado a cabo un testimonio de diligencias para el rescate de algunos cautivos, entre ellos, aparecen Cervantes y su amigo de cautiverio, Martín de Quemada, natural de Carmona, ignorado por los eruditos (K. Sliwa, Documentos…, 117-20). Es verosímil que Miguel se haya encontrado con Martín en Carmona, quien le ayudó con la provisión de los galeones de la Flota de la Carrera de las Indias como lo hicieron otros amigos argelinos, quienes al regresar a España llegaron a ser amigos del comercio del autor del héroe de Lepanto en Andalucía.
En resumidas cuentas, le agradezco al «détective d´excellence» José María Carmona Domínguez su magnífica colaboración y le felicito por el descubrimiento de estos diamantes cervantinos de inestimable valor historiográfico, quien no solo merece nuestro agradecimiento sino también el reconocimiento del cervantismo y del público por sus nuevas contribuciones a la Historia de Carmona, capital de los taifas beréberes, y la reconstrucción de la biografía documentada del «Príncipe de los ingenios españoles», que deberían quedar fijadas en los papeles para rectificar así los grandes desaciertos en las enciclopedias, libros de enseñanza y revistas electrónicas. ¡Enhorabuena!
«Laus in Excelsis Deo»,
Krzysztof Sliwa
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