Algo parecido hizo Lawrence Durrell en “El cuarteto de Alejandría”, aunque lo que Güell ha escrito no tiene nada que ver con lo que describió el escritor británico nacido en la India. Lo que ha escrito Xavier Güell es otra historia, mucho más musical, pero igual de placentera. “Mi espacio literario consiste en convertir las palabras en música y las notas musicales en palabras. Un viaje de ida y vuelta”, me dice en plena calle después de habernos cruzado y casi no reconocernos por los malditos tapabocas que nos hacen llevar. Menos mal que anduve fino y le reconocí por su sombrero. “Desde que abandoné la dirección musical y la promoción de eventos culturales me he centrado en la escritura, no volveré a hacer otra cosa. He encontrado mi nicho particular en la literatura que es el de la música clásica o culta. Mi forma de escribir es muy musical, con ritmos parecidos y con sus pausas. Mi objetivo principal es acercar la literatura a la música y al revés”, explica el ex director de orquesta de prestigio internacional. Xavier Güell me confiesa que se encuentra muy a gusto y cómodo con esta aventura que emprendió hace ya unos años con el libro “La música de la memoria”. “Es difícil hallar tu propio espacio, afortunadamente yo lo encontré desde el principio. Y quiero que este cuarteto que ahora emprendo sea el punto culminante de mi carrera. Además de escribir sobre estos cuatro grandes genios, quiero escribir sobre sus sentimientos, sus pasiones, la angustia que se puede producir durante la creación a la hora de escribir una obra”, cuenta de manera impetuosa recalcando cada idea con pasión. “Estas cuatro novelas tratarán sobre el valor, el miedo y la esperanza, pero sobre todo de cómo nos enfrentamos a la muerte, que es el denominador común de todas las personas. Lo realmente importante es enfrentarnos con coraje y dignidad al final de nuestras vidas”, evalúa el autor y continúa diciendo “quizá lo más importante de una vida sean las cosas que has ido aprendiendo en tu vida”. Para Xavier Güell, muchos de los grandes autores escriben con una cierta musicalidad. “James Joyce, Marcel Proust, Samuel Beckett son enormemente musicales, también Thomas Mann y León Tolstoi. En España destaca Federico García Lorca. La música afectaba a su poesía y a su teatro”, apunta. “La música te lleva a registros que nadie más te puede llevar. Transforma a los seres humanos y también a las demás creaciones artísticas. Por ejemplo, en la arquitectura de Gaudí se aprecia su pulso musical. La musicalidad en las formas de la cripta de la colonia Güell te conmueve de manera inexorable”, comenta. Y él lo conoce muy bien porque Gaudí trabajó en diversas creaciones para su familia. “Los años 30 y la Segunda Guerra Mundial fueron los momentos más dramáticos de la humanidad”Volviendo a Durrell, reconoce que “me interesaba hacer lo mismo que él. Contar la misma historia con cuatro protagonistas diferentes y abordar el momento más dramático de la humanidad: los años 30 y la Segunda Guerra Mundial, sin olvidar el crack del 29. Los felices años 20 desembocaron en una historia terrible. La serpiente rompió el cascarón. Quería explicar esa especie de entrada en el infierno”, señala decidido y se pregunta si no viviremos unos nuevos felices años 20 cuando termine la pandemia que estamos viviendo. “Esa época me permite hablar de lo que más me interesa escribir, sobre situaciones límites como el valor o la cobardía, la vida o la muerte, el coraje o el temor, siempre desde cuatro puntos de vista diferentes de esos compositores que reflejan un variedad de respuestas a una misma pregunta”, analiza el escritor afincado en Madrid. “Béla Bartók se exilió a finales de 1940 para mostrar su postura clara contra el nazismo. Él no era judío y no tenía por qué haberse exiliado. Se jugó su estabilidad familiar, profesional y personal cuando en Hungría era un compositor muy consolidado y reconocido. Se lanzó a lo desconocido sólo por motivos éticos. Puso en riesgo toda su vida sin que nadie se lo pidiese ”, apunta. Bartók había estado años recopilando canciones y músicas populares de su país y zonas limítrofes. Se llevó todos sus archivos al exilio. Desgraciadamente sus baúles, donde iban esos archivos, se perdieron en España cuando la cruzaba con destino a Lisboa. Sin embargo, en Estados Unidos nunca encontró su lugar. “Su aventura americana fue un desastre y su música sufrió un rechazo muy importante por parte del público americano. En los cinco años que permaneció en América, hasta su muerte, apenas compuso obras. Pasó de una euforia musical a ver como su melodía se apagaba poco a poco”, cuenta Xavier Güell. Durante cuatro años no compuso una sola nota, sólo cuando se hizo consciente de que la leucemia acabaría con su vida quiso dejar una obra, el tercer concierto de piano, a la medida de su mujer Ditta Pásztory para que relanzase su carrera y su economía. Desgraciadamente murió a finales de 1945 cuando le quedaban 17 compases para terminar la obra. Anteriormente, al ver su deploraba situación económica unos amigos húngaros, los directores de orquesta Fritz Reiner y Eugene Ormandy, directores respectivamente de las sinfónicas de Chicago y Filadelfia, urdieron un complot para que el director de la sinfónica de Boston, el ruso Sergei Koussevitsky, le encargase un concierto que estrenaría a finales de 1944.
“Béla Bartók tenía buen corazón, pero era muy tímido, algo hosco y desconfiado, encerrado en sí mismo y, en ocasiones, algo colérico. Su orgullo le impedía que le ayudasen. Con esta treta se consiguió que estrenase su concierto que fue su único éxito en Estado Unidos”, relata el escritor. Sobre su forma de escribir, Xavier Güell quiere dejara claro que sus libros no son novelas históricas, el término le revuelve las tripas. “Escribo con una rigurosidad total y absoluta sobre los hechos históricos. Para escribir este libro, he leído toda la correspondencia de Bartók y todas las biografías que se han publicado, pero yo busco meterme en su mundo interior y en sus afectos. En ese sentido, todo es producto de mi imaginación, como consecuencia de mi profundo conocimiento del personaje. Mi intención es interpretar a los personajes que amo y estudio, reflexionando sobre ellos. Lo mismo que cuando dirigía una sinfonía, para hacerlo tienes que conocer al autor y hacer tu propia interpretación”, mantiene de forma clara y rigurosa. “Me identifico y me fagocito con el personaje. Me lo como y si puedo tomo su propio lugar, solo cuando me siento así con un personaje, cuando llegó a una identificación absoluta, comienzo a escribir sobre él. Si el lector se cree a mis protagonistas es porque soy yo mismo. De ahí que escoja muy bien a los personajes sobre los que quiero escribir; por eso, creo que mis libros no son novelas son interpretaciones, lo mismo que hace un actor en el teatro que cuando sale de las tablas se sigue creyendo ese personaje al que interpreta”, expresa de manera torrencial. Xavier Güell es un escritor que escribe a mano, lee en voz alta lo que escribe para oír cómo suena, percibiendo su musicalidad y por fin acaba corrigiendo al ordenador. “Todos los días me pongo como meta escribir una página”, confiesa con una sonrisa. Quizá por ello haya escrito tanto en los últimos cinco años. Ya tiene preparada su siguiente novela que será sobre Richard Strauss y según me avanza será demoledora con el régimen nazi. Pero eso lo contaremos en la próxima entrevista. Nos despedimos con un abrazo rompiendo todo tipo de protocolo. Él es así, inconformista, original, excesivo y brillante, tanto en su anterior faceta musical como ahora en la literatura. Puedes comprar el libro en:
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