El hilo conductor es la historia romántica y pasional de Marina, una mujer de clase alta, casada y con hijos, que se dedica al baile clásico, y José Cuauhtémoc, un asesino múltiple convicto, que cumple una larga condena en una prisión de Ciudad de México. Marina comienza por aceptar llevar a su grupo de bailarines a la cárcel para realizar una representación para los presos y a partir de ese momento su vida dará un vuelco total al enamorarse perdidamente del reo 29846-8, sentenciado a cincuenta años y sin nada que perder ya. Pero, ¿será capaz Marina de poner en peligro su estabilidad económica, familiar y social para embarcarse en una aventura que muy probablemente estará de antemano abocada al fracaso; a dónde le llevara la pasión incontenible por el mestizo a la guapa millonaria; será verdad que el amor puede con todo o a la hora de la verdad hay cosas más importantes que no se pueden sacrificar para ser moderadamente feliz?
Extraordinario el manejo del idioma, así como del Spaninglish mexicano, según se oigan unas u otras voces en esa sociedad tan polarizada, propio de un autor perfeccionista y concienzudo que repasa y corrige una y otra vez cada una de sus páginas: por algo tarda en publicar una media de siete años; y magnífica también la relación epistolar en un solo sentido entre el hermano del protagonista y su padre asesinado, porque el novio de la bailarina también es parricida, un hombre muy brillante intelectualmente pero que ha criado a sus tres hijos en el maltrato más despiadado.
Una novela muy larga, pero a la que no le sobra ni una coma, con un claro mensaje de redención, horas y horas del mejor entretenimiento de un Arriaga en estado puro que esta vez se ha salido del mapa hasta llegar a la estratosfera. Su único defecto: que se termine, porque te quedas con ganas de más, con Guillermo Arriaga yo nunca tengo suficiente, porque, como dijo Jean Cocteau, Si el fuego quemara mi casa, ¿qué salvaría? Salvaría el fuego.
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