El 10 de abril Aranzazu Sumalla presentará “Mientras mi mirada te busque” en la librería Documenta de Barcelona, a las 19:00 horas, acompañada por la también escritora Montse Barderi y la editora Mayda Bustamante. ¿Qué cuenta “Mientras mi mirada te busque”? Podría decirse que es un relato semi autobiográfico y semi biográfico. Semi autobiográfico ya que la narradora en la primera parte de la novela tiene mucho de la autora y semi biográfico, porque la segunda parte de la novela, trata de las vidas de dos hermanas en el Londres de los felices veinte, pero con la libertad absoluta que concede la ficción. Así, la novela mezcla las vivencias de la narradora, una mujer contemporánea que en un momento de crisis vital o, quizás mejor llamarlo un momento reflexivo, echa la vista atrás y sin enjuiciamiento ni dramatismo, recapitula sobre todos esos obstáculos que el camino nos va poniendo a las mujeres, o que nosotras mismas nos ponemos. Obstáculos que impiden que nos convirtamos en sujetos de nuestra vida, que encontremos nuestra voz, que nos alejemos de las miradas de los otros y nos convirtamos en auténticas hacedoras de nuestra trayectoria vital. Ahí entra la profesión, la maternidad (o la no maternidad), la pareja, los modelos familiares, los moldes sociales, etcétera. Aunque son vivencias personales de una realidad y una época determinadas, confío en que muchas mujeres, especialmente las de mi generación o cercanas, se vean reflejadas en todas esas contradicciones que nos acompañan siempre y en ese peso enorme que tienen sobre nosotras ciertos modelos de ser mujer. Precisamente esos modelos de ser mujer, son los que recojo también a la hora de enfrentarme a las vidas de las hermanas Jungman, que funcionan como un espejo de la narradora o un espejo de todas las mujeres y su condicionamiento. Zita y Teresa Jungman formaron parte de la vida social londinense de los años veinte, aparecen en todas las crónicas, en todas las fotos, pero se sabe muy poco de ellas en realidad. De algún modo, intento narrar, con infinidad de fuentes y datos contrastados, pero con la libertad de tratarse de una obra de ficción, quienes fueron esas dos mujeres y quienes, quizás, habrían querido ser. Más allá de esas fotos en las que aparecen bajo la mirada de un gran fotógrafo, Cecil Beaton, que luego retrató a todo Hollywood, ¿quiénes eran Zita y Teresa? ¿Qué anhelaban? ¿Cuáles eran de verdad sus proyectos? Al grupo al que pertenecían les llamaban Bright Young Things, Evelyn Waugh escribió un libro sobre esos años y ese grupo social que tituló como Vile Bodies. ¿No eran nada más? ¿Una simple foto de dos rostros hermosos? Si eran inteligentes, tenían formación y además eran hermosas, ¿no aspirarían a otra cosa que a convertirse en esa foto inmortalizada en la que posan disfrazadas? ¿Quiénes habrían querido ser? Eso trato de responder, sin lograrlo, claro. En el libro está la bohemia del padre artista, ajeno completamente a las élites del Londres de entreguerras, su entrada en esa sociedad de la mano de su padrastro, emparentado con la familia Guinness, su amistad con innumerables personajes mucho más conocidos que ellas, como las hermanas Mitford, un viaje a Turquía para conocer a Trotsky de Zita, el importante papel que jugó la religión católica en sus decisiones matrimoniales, la pasión de Evelyn Waugh por Teresa, sus matrimonios frustrados y, sobre todo, cómo se retiraron del mundo y vivieron una vida entera alejadas de los focos mediáticos hasta llegar a centenarias. De algún modo, mi teoría es que lo que muchos considerarían un fracaso, esa vida sobria y sencilla sin contacto con el mundo externo, fue en realidad un triunfo. Un triunfo sobre la mirada del otro. Un triunfo de su libertad. Es una novela de mujeres que van a contracorriente enmarcada en el siglo XX. ¿Qué significa hoy, para una mujer, ir a contracorriente? Las hermanas Jungman trataron de ir a contracorriente, pero lo poco que sabemos de ellas, es anecdótico. Mi planteamiento es si hubieran podido ir a contracorriente de otra manera más relevante de haber vivido en otro tiempo. Eran mujeres cultas, sensibles, capaces, con inquietudes políticas e intelectuales. Pero de ellas apenas tenemos esas fotos que ya he comentado y cuatro notas en las crónicas sociales. Fue Zita Jungman quien viajó hasta Turquía para conocer a Trotsky. Solo por eso merecería algo más que ser un bello rostro retratado por Cecil Beaton. Hoy en día, el peligro radica quizás en repetir, de otro modo, el anecdotario de las hermanas Jungman, en dejar que ese ir a contracorriente lo marquen los otros: modas, tendencias, posturas ajenas, en dejar que se quede todo en la anécdota, en la superficialidad, en la postura para la foto, más aún hoy en día en el que las Jungman se habrían pasado la vida posando en Instagram y tratando de encajar en alguna de las ofertas de mujer que parece ofrecernos el entorno. Quizás la única manera de ir a contracorriente sea ser fiel a una misma, con todas las contradicciones que ello pueda implicar. Es usted psicóloga, filóloga y editora, ahora presenta su primera novela. ¿Están presentes sus profesiones en el proceso creativo? Estudié psicología, aunque nunca he ejercido la profesión. Imagino que la formación o los conocimientos que adquirí están ahí, de algún modo. Debo reconocer que la escritura nació de una manera muy espontánea, muy natural y siento que lo que más presente estuvo en la creación es mi pasión lectora, todos los libros leídos y releídos. Y también los no leídos. Claramente, mi trabajo como editora ha implicado leer sin descanso, así que, en ese sentido, por supuesto tiene un peso muy importante. Pero diría que sobre todo el peso radica en esa parte de lectura incesante, no en todos los demás aspectos de la profesión. Si los hubiera tenido en cuenta, creo que nunca habría tenido el valor de enviar el manuscrito a mi editora, Mayda Bustamante. Biografía, imaginación. ¿Qué hay de usted en la historia de las dos hermanas que protagonizan la historia? Sinceramente, creo que me he valido de las hermanas Jungman para hablar bastante de mí, o de una narradora con muchas cosas en común conmigo. Cuando descubría a Zita Jungman en aquel obituario al que hago mención en el libro, me fascinó, sobre todo, esa posibilidad de desaparecer del foco, de apartarse del mundo y seguir viviendo digna y felizmente, ajena a todo lo que había configurado su vida. Me pareció un ejercicio de libertad envidiable. Quizás eso es lo que comparto o mejor dicho, me gustaría compartir, esa libertad en ejercer la autenticidad personal sin que importe, para nada, la mirada ajena. Y la editora que hay en usted, ¿cómo ve la novela una vez publicada? Da mucho vértigo estar al otro lado. Muchísimo. Con enorme agradecimiento a la editora y con muchísima humildad, puesto que si algo tengo presente es el innumerable número de títulos que se publican en este país cada semana. Es un privilegio haber llegado hasta aquí. ¿Quiénes son sus referentes literarios? Soy una lectora completamente ecléctica. He leído mucho, pero de manera muy poco ordenada, más allá de los años de Filología, claro. No puedo decir que tengo un referente claro, ni un autor de cabecera, ni una época literaria predilecta. Me encanta la Marianela de Galdós, como se puede ver en mi novela, he sido fanática de Borges y de Alejo Carpentier, de Katherine Mansfield y de Philip Roth. Me gustan Joyce Carol Oates, Jonathan Franzen y Natalia Ginzburg y leo cada nueva novela de John Connolly con la misma pasión con la que le leí por primera vez gracias a la recomendación de un buen amigo. De mis últimas lecturas, disfruté muchísimo con la última novela de Bernardo Atxaga, he descubierto recientemente a André Aciman, he releído Cien años de soledad este año y la he disfrutado como la primera vez y volvería a empezar El Quijote mañana mismo si tuviera tiempo. Mi trabajo como editora me quita tiempo para leer por placer, pero a la vez, me permite descubrir autores maravillosos que quizás nunca se publicarán aquí, pero que se quedan para siempre conmigo. ¿La escritora irá más allá de la editora? ¿Vendrán más novelas? El proyecto de las hermanas Jungman iba acompañado de la biografía novelada de una rica heredera americana, Huguette Clark, que había vivido también una vida completamente retirada y que murió también centenaria. Supongo que me fascinó de ella lo mismo que lo que me fascinó de las hermanas Jungman: la capacidad de desaparecer y conseguir que las dejaran en paz. Huguette había sido contemporánea de Zita y Teresa, viviendo un ambiente similar al de las Bright Young Things pero en Nueva York. Mi idea era que fuera el contrapunto a las hermanas Jungman y componer una novela con tres partes. Luego el proyecto me pareció demasiado ambicioso. Pero el recorte sigue ahí y quizás retome el proyecto algún día. Puedes comprar el libro en:
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