Andrés Pérez Domínguez es un consumado escritor. Lleva publicadas ocho novelas de diferentes géneros, en las que predomina el thriller, y un par de libros de relatos. “La bailarina de San Petersburgo” se mueve en dos espacios históricos diferentes: el final de la Segunda Guerra Mundial y la Rusia de 1930. Es una novela bien resuelta donde el autor retrocede en el tiempo para concluir una historia realmente increíble y de una belleza exquisita, como nos tiene acostumbrados el autor de Sevilla, ciudad donde discurren muchas de sus novelas siempre viajeras. Lo primero. Darle la enhorabuena por el Premio de Novela Albert Jovell. ¿Qué le ha supuesto ganar dicho premio? Muchas gracias. Ganar un premio supone una alegría, por el reconocimiento al trabajo y también la posibilidad de proporcionar una vida más larga a una novela. Dicho esto, añadiré que ganar un premio no hace mejor (tampoco peor) a una novela. En cualquier caso, bienvenido sea. Me siento muy honrado por haberlo ganado y espero que los lectores consideren que La bailarina de San Petersburgo lo merece. ¿Por qué decidió presentarse a dicho premio? Los premios suelen significar una mayor promoción y visibilidad en las mesas de novedades. Por tanto, suponen una opción interesante para el escritor. El premio Albert Jovell, además, tenía algo que me interesaba: lo publicaba Almuzara. Tengo buenos amigos que han publicado con ellos y están muy contentos. Editan con mimo, distribuyen los libros muy bien. En definitiva, me brinda la posibilidad de llegar a muchos lectores. Desde que publicó su novela “La clave Pinner” en 2004 no había vuelto a utilizar a este singular periodista y espía del NKVD y MI6 en ninguno de sus libros. ¿Por qué decidió rescatarlo en “La bailarina de San Petersburgo?” Hace mucho tiempo empezó a rondarme la idea de crear un personaje con una mirada singular que pudiera protagonizar varias novelas que sucedieran en las décadas centrales del siglo XX, en diferentes lugares. Siempre que lo pensaba llegaba a Gordon Pinner. Era uno de los personajes de La clave Pinner, sí. Periodista, había coqueteado tanto con el NKVD (y antes con el OGPU) como con el MI6, héroe a su pesar, idealista resignado a no poder cambiar el mundo pero también decidido a aportar su grano de arena para mejorarlo, superviviente de muchos naufragios, políglota, hijo de inglés y española… Tenía todo lo que necesitaba. Al mismo tiempo, quería que La bailarina de San Petersburgo fuese muy diferente a La clave Pinner. Y no quería que fuera una segunda parte. La acción de La clave Pinner se desarrolla en 1943 y la de La bailarina de San Petersburgo se sitúa en 1930. La clave Pinner está narrada en tercera persona, puede decirse que es una novela coral, y La bailarina de San Petersburgo está contada en primera persona, a través de los ojos de un joven Gordon Pinner que ha empezado a darse cuenta de que el mundo prometido por sus camaradas soviéticos no es tan idílico como le gustaría. En el libro cuenta que en 2015 viajó a Moscú para documentarse para escribir esta novela. ¿Ha sido costoso el proceso de documentación para la novela? ¿Cuánto tiempo ha estado documentándose y escribiendo la novela? Suelo viajar a los escenarios donde suceden mis novelas. No es imprescindible porque hoy existen muchas herramientas para recrear lugares sin moverte de tu estudio, pero yo prefiero pasear por las mismas calles que mis personajes, ver lo que ellos ven o sentir el mismo frío que ellos sienten. A finales de 2015, cuando aún no había escrito una sola palabra de la novela, fui a Moscú y después de varios días en la capital de Rusia viajé en tren hasta San Petersburgo. Fue toda una experiencia de la que volví con el cuaderno repleto de notas. También fui varias veces a París, puesto que esa ciudad es otro de los escenarios importantes de La bailarina de San Petersburgo. París acogió a buena parte de los rusos exiliados tras la revolución. Digamos que todo el proceso ha durado unos cuatro años en los que también he estado trabajando en otros proyectos. ¿Surgió la idea de esta novela en el viaje o ya la tenía prevista? Ya la tenía prevista. De hecho, cuando fui a Rusia ya habían pasado casi tres años desde que se me ocurrió la idea. Suelo trabajar en varios proyectos al mismo tiempo, cada uno en una fase distinta. Esto es: no mucho después de publicarse El silencio de tu nombre (2012), empecé a darle vueltas a la idea que acabó convirtiéndose en La bailarina de San Petersburgo. Iba leyendo y guardando lo que encontraba sobre ese periodo, esbozando la historia, perfilando personajes, pero no me puse a escribir todavía porque estaba metido de lleno en otra novela, Los dioses cansados (2016). Y antes de concluir La bailarina de San Petersburgo se publicaron otros dos libros míos, una novela breve y una colección de cuentos. El ritmo de la publicación y de la promoción de un libro suele ser distinto al del trabajo del escritor. ¿Qué otras fuentes ha consultado para escribirla? Libros, revistas, documentales… Por fortuna, hay mucha información sobre la época. También he tenido conversaciones muy aleccionadoras con rusos que me han hablado de su país. La historia empezó a tomar forma cuando leí Lo que ha quedado del imperio de los zares, un reportaje que Manuel Chaves Nogales hizo sobre los rusos exiliados en París en 1930. Enseguida me di cuenta de que de ahí había una novela. Después de ese me zampé otros muchos libros sobre la Revolución Rusa, los exiliados, la época de los Románov… Algunas de estas lecturas las menciono y recomiendo a los lectores interesados en saber más en una nota final de La bailarina de San Petersburgo. “Suturar una vieja herida puede ser una forma estupenda de encontrar la paz y una manera de conseguir la redención es reparar los errores del pasado”En esta ocasión, encontramos a Gordon Pinner en Sevilla en 1945 bastante apartado de su vida anterior. ¿Nos encontramos con un protagonista perdedor que la acción le redime o es el pasado el que lo hace? La novela arranca en Sevilla, dos años después de cuando acaba La clave Pinner, y unos pocos capítulos después pasa a 1930. Gordon Pinner es un superviviente que quiere seguir dando sentido a su vida. La ocasión se le presenta cuando un ruso a quien conoció quince años atrás va a buscarlo y le pide que viaje a París. Suturar una vieja herida puede ser una forma estupenda de encontrar la paz y una manera de conseguir la redención es reparar los errores del pasado. No siempre es posible, pero no es malo intentarlo si se presenta la ocasión. Esa es una de las claves de La bailarina de San Petersburgo. ¿Cómo definiría su novela, como un thriller o una novela de espías? Me gustaría pensar que es una buena novela, sin etiquetas. Y supongo que participa de muchos géneros: es una novela de espías, un thriller, una novela histórica… Pero sobre todo es una novela de personajes, de sentimientos. Y espero que también una novela de la que el lector pueda aprender muchas cosas porque me he dejado las pestañas tratando de mostrar un mundo desaparecido y fascinante. “La clave Pinner” es una novela de espías clásica que se desarrolla en la Segunda Guerra Mundial, pero en “La bailarina de San Petersburgo”, Gordon Pinner nos cuenta una historia suya del pasado que aconteció en 1930. ¿Le gusta jugar con el factor temporal en sus novelas? Me gusta mucho, sí. En La clave Pinner, que sucede en 1943, también son muy importantes los acontecimientos que vivió Gordon Pinner siete años antes, en 1936. El presente es producto del pasado. Me gusta dar saltos en el tiempo, explorar cómo el pasado ha conformado el presente de los personajes y de qué forma puede ayudarles revivir ese pasado y, si es posible, repararlo. Jugar con varias líneas temporales en una narración supone un reto técnico, pero disfruto mucho con la arquitectura de una novela, componiendo una trama que no tiene por qué ser lineal. Al cabo, se trata de un juego entre el autor y el lector.
Ha escrito la novela en primera persona, en ella ha sabido meterse en la piel del periodista para narrar una insólita historia, donde el amor no falta, ¿se encuentra cómodo utilizando dicha fórmula o ha probado con otras para escribir la novela? Aunque no es la única, la trama romántica es muy importante en la novela. La pasión amorosa es algo demasiado potente y jugoso como para no aprovecharla en una narración. Empecé escribiendo La bailarina de San Petersburgo en tercera persona, pero llevaba ya bastantes capítulos escritos cuando comprendí que la historia me pedía una forma de narrar más intimista, más personal. Por eso la historia la cuenta el propio Gordon Pinner. ¿El amor no puede faltar porque, al fin y al cabo, Pinner es un romántico? Pinner es un romántico, un idealista a pesar de todo lo que le ha pasado y lo que ha visto. Pero su mirada es cada vez más escéptica, con un punto de cinismo. Ya sabe, dicen que la ironía no es más que amargura destilada. En un momento de la novela, el protagonista-narrador dice que quiere recuperar su vida. Sin embargo, lo que hace es reconstruirla regresando al pasado. ¿Encuentra la redención de sus males en dicho pasado? Al menos encuentra cierto consuelo cuando le brindan la oportunidad de hurgar en el pasado y averiguar lo que sucedió en realidad. Gordon Pinner no va a dudar lanzarse a descubrirlo, aunque no sepa si así conseguirá redimirse. Lo hará aunque descubrir la verdad resulte doloroso. Pero sobre todo lo hará porque quiere cerrar una herida. “La Revolución de 1917 es uno de los hechos más importantes del siglo XX”En la parte de la novela que transcurre en 1930, en Rusia, también se hacen muchas referencias al pasado, concretamente a la Revolución Rusa y sus secuelas. ¿Qué le atrae de dicho acontecimiento histórico? La Revolución de 1917 es uno de los hechos más importantes del siglo XX. Tenga en cuenta que la razón principal por la que surge el fascismo es para contrarrestar el contagio del bolchevismo a otros países europeos. Resulta imposible hablar de las dos guerras mundiales del siglo XX sin tener en cuenta la Revolución Rusa. ¿Han quedado algunas lagunas en la historia de los Románov y de los rusos blancos? No creo. Se han escrito miles de páginas sobre ellos y los años de la revolución no quedan tan lejos. Conviene señalar que no todos los rusos blancos eran nobles o ricos. Eran una variopinta mezcla en la que cabían desde aristócratas archimillonarios como Félix Yusúpov o el príncipe Kovalevski (uno de los personajes de La bailarina de San Petersburgo) hasta socialistas revolucionarios. En medio, mucha gente de infantería y profesionales liberales a los que unía el rechazo a los bolcheviques. No todos los rusos blancos eran partidarios del imperio de los zares pero ninguno quería a los bolcheviques. ¿Es un terreno fértil para un novelista? Por supuesto. Yo creo que cualquier acontecimiento histórico deja un hueco por el que un novelista puede asomarse. Yo tengo una regla: los acontecimientos históricos son intocables, no se alteran por exigencias de la trama. El reto es saber amoldar la ficción a los hechos reales. Utiliza el enigma de la muerte del general Alexander Kutépov para la intriga de la novela y otros personajes como Makárov, el enigmático Yusúpov o el príncipe Mijaíl Mijáilovich Kovalevski. ¿Qué tienen más peso en su novela los personajes históricos o los inventados? Alexander Kutépov era uno de los generales más famosos del ejército blanco. Lo llamaban el “Napoleón ruso”. Una mañana de enero de 1930 fue secuestrado en París por unos agentes soviéticos disfrazados de gendarmes. Todavía hoy no se sabe qué fue de él. Era un enigma demasiado jugoso como para no aprovecharlo. Ahí es donde entra el novelista: Gordon Pinner tenía que estar allí, participar en el secuestro aunque no lo deseara. Respecto a Félix Yusúpov, me resultaba imposible no incluirlo en la novela. Es uno de los personajes más fascinantes y enigmáticos de la época. No olvidemos que, además de ser el heredero de una de las mayores fortunas de Rusia, fue el hombre que mató a Rasputin. Los que llevan el peso de la trama son los personajes de ficción (Gordon Pinner, el coronel Makárov, Katya, el príncipe Kovalevski…), pero era muy importante que interactuaran con los que protagonizaron aquellos años.
Y ¿cuáles son más difíciles de novelar? Los personajes reales, sin duda. El novelista puede ser subjetivo, incluso parcial, pero también escrupuloso a la hora de retratar a un personaje real. Hace muchos años recuerdo que le di muchas vueltas a la forma de abordar un personaje como Albert Einstein. Era un reto imponente porque quería contar muchas cosas sobre él y también establecer un límite razonable entre lo real y lo inventado. Ahora he intentado hacer lo mismo con algunos de los protagonistas reales de aquellos años, como Félix Yusúpov o el general Kutépov. ¿Le gusta ubicar sus novelas en periodos oscuros de la historia, como las guerras o las posguerras? Me gustan los periodos donde puedo explorar temas que me interesan y en los que los sentimientos y las pasiones me ayuden a contar una buena historia. Si hablamos de una novela de espías, las décadas centrales del siglo XX son un marco muy adecuado para ello. Para finalizar, ¿sabremos de Gordon Pinner en próximas novelas? Ese es mi deseo. De hecho, ya estoy trabajando en la siguiente. Es un periodo histórico que me fascina y me apetece mucho contarlo a través de la mirada de Gordon Pinner. Le confesaré una cosa: hace muchos años, tras la publicación de La clave Pinner, mis editores de entonces y otros que se pusieron en contacto conmigo o con mi agente, me pidieron alguna novela más con el mismo personaje. Entonces no me apetecía, tenía otros proyectos en la cabeza. Sin embargo ahora siento unas ganas irrefrenables de escribir varias novelas más con Gordon Pinner. ¿Ha disfrutado mucho recuperando a su personaje más carismático? Muchísimo. Era un reto muy interesante: cuando parí a Gordon Pinner yo tenía menos de treinta años y él cuarenta y dos; cuando empecé a escribir La bailarina de San Petersburgo él tenía veintiocho y yo me acercaba a los cincuenta. Gordon Pinner es, efectivamente, mi personaje más conocido y La clave Pinner fue la primera novela mía publicada por una editorial comercial, distribuida adecuadamente y leída por mucha gente. Una novela de espionaje en la II Guerra Mundial, contada desde una perspectiva española, y para colmo ambientada en Sevilla era algo insólito. Una osadía, me dijeron más de una vez. Me costó mucho publicarla, pero hoy puedo decir que, junto a El violinista de Mauthausen, de todas mis novelas es la más vendida y también la más apreciada por muchos lectores.
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