Una de las mejores descripciones realizadas sobre Karl Marx fue plasmada por el biólogo británico llamado E. Ray Lankester: “Cuando era joven, tuve la fortuna de conocer aquí en Londres a un viejo judío alemán que se estaba muriendo por los efectos de sus largas privaciones y adversidades, el exceso de trabajo y la pobreza. Hice cuanto pude por salvarlo, por prolongar su vida. Lo envié a Argelia, al sur de Francia, y conseguí que el médico más brillante de Harley Street lo tratara. Pero fue demasiado tarde. En el corto tiempo durante el que lo conocí, me enseñó más que cualquier otro maestro, muerto o vivo. Veía más claramente que nadie la enfermedad que estaba matando al mundo. Su nombre era Karl Marx”.
Karl Heinrich Marx, nació en la alemana-renana-prusiana Tréveris, el 5 de mayo de 1818, y pasó a mejor vida en Londres, el 14 de mayo de 1883. Se le puede definir como: filósofo, economista, historiador, sociólogo, periodista, intelectual y, quizás, un comunista alemán de origen familiar en el judaísmo, aunque convertida al luteranismo. Está fuera de toda discusión la importancia de las teorías políticas de Marx, ya que es un pensador claramente vinculado a ese efervescente siglo XIX, que tantas colisiones políticas padeció. Además, es prístino que la praxis mal entendida de sus teorías, no generaron más que miseria, dolor y dictaduras genocidas, como la URSS de Lenin, y de ese criminal por antonomasia que fue Stalin, y de su alter ego en la China comunista de otro ejemplar reprobable llamado Mao-Tse-Tung. Es obvio que él no pretendía esos frutos, verbigracia defiende a Lincoln y critica, lógicamente, a Bolívar. Para el filósofo francés Balibar, la filosofía empírica de la URSS no tenía nada que ver con Marx, y él incluso se espantaría de lo que estaba ocurriendo en la Rusia postzarista. Karl Marx, según Derrida, en 1993, ya estaba muerto en un siglo, pero sus teorías aún asustaban al injusto capitalismo explotador.
En los estertores del siglo XX, en la BBC o en el The New Yorker, en sendas encuestas, fue considerado el pensador más importante de los últimos mil años. Lo que demuestra que nunca deja indiferente a nadie. El economista francés, Thomas Piketty, en el año 2013, también creó una importante polémica, ya que se pensó que su obra, Le Capital au XXº siècle, era una nueva versión de la obra maestra de Marx, pero nada más lejos de la realidad, ya que a este intelectual francés le trae sin cuidado la lucha, sin cuartel, entre capital y trabajo, y lo que analiza es el capital financiero: que es toda la suma de dinero que no ha sido consumida por su propietario, sino que ha sido ahorrada y trasladada a un mercado financiero, con el fin de obtener una renta de la misma. Marx reprobaría siempre al capitalismo por lo que él definía como la acumulación interminable de capital. Lo lacerante del hecho estriba en que muchos burgueses, disfrazados de progresía, han utilizado el marxismo desde inmuebles de lujo, verbigracia Yanis Varoufakis, el ministro griego de Finanzas, desde el Partido Syriza (2004-2015): “La era actual necesita a Marx por su visión de que el capitalismo no es principalmente injusto sino irracional. El capitalismo condena a generaciones enteras al desempleo y convierte a los capitalistas en autómatas llenos de ansiedad; crea el ‘déficit democrático’, que él pretende esclarecer con ayuda de Marx, del deseo liberal de diferenciar la política de la economía”.
Según G. Therborn, ahora liberado de su atadura con grupos marxistas, valora mucho más ampliamente esa desigualdad entre los seres humanos, a lo que yo añado que el hecho se ha ido incrementando por el influjo y la fuerza del capitalismo, ya que ahora el acceso a la cultura, a la educación, a la salud-sanidad más especializada, y a la esperanza de vida, está desequilibrado; lo que es prístino en África y en Hispanoamérica, y en ambos lugares de modo flagrante y escandaloso. El resumen global de dicho aserto se relativa en la pérdida indudable de grados de libertad. “A veces aparece también el nombre de Marx en relación con otro de los problemas más tremendos del presente, la crisis medioambiental en general y la crisis climática en particular. Esto puede parecer sorprendente: el imperio que tenía sus orígenes ideológicos en Marx, la Unión Soviética, causó una destrucción ambiental sin parangón. Pero aquellos que se remiten directamente a Marx sin pasar por Stalin, Jrushchov y Brézhnev descubren cuanto le preocupaba en realidad el medio ambiente”. Tras la necesaria caída del vergonzante Muro de Berlín en 1989, la dictadura soviética pasó, con todo merecimiento, pero no ocurrió lo mismo con Marx, ya que todo lo que el filósofo alemán criticó ácremente se sigue repitiendo, el trabajo esclavo de las minas de Manchester se repite ahora en Indonesia, China y Filipinas; en Europa y los EE.UU. las diferencias sociales se han incrementado. El mercado lo domina todo y marca todas las normas.
Karl Marx nunca pudo concebir en la capacidad del capitalismo para renovarse y desarrollar nuevas fuerzas productivas. Como todos los intelectuales del planeta, Marx ha tenido, asimismo, que cargar con un número importante de interpretaciones sesgadas y erróneas. Me ceñiré a una que ha conllevado ríos de tinta: “Otra falacia es que Marx dijo que la religión es opio para el pueblo. Él nunca dijo eso; dijo que es un opio del pueblo. Existe una gran diferencia. La religión no es algo que los poderes maliciosos existentes repartan a la gente, sino que es la gente misma la que busca alivio y consuelo en la religión”. Creo que es suficiente para recomendar esta obra, que estimo es de necesario conocimiento. “Pars melior humani generis, totius orbi flos”.
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