Aunque sea su primera novela, no es su primer libro. Con éste son ya cinco los que ha publicado. Los cuatro anteriores fueron libros de viajes, de aventuras. “Para mí, escribir literatura de viajes ya es muy fácil, controlaba su lenguaje, de ahí que decidiese dar un paso más. No hacia delante sino a un lado y probar con la ficción. Me cansé de contar verdades, ahora quiero contar otras cosas”, me dice el escritor en un recoleto café del barrio de las letras. Para Picazo, meterse en el género de la novela ha sido como “penetrar en la selva sin experiencia. Me ha costado mucho sacar adelante la novela”, reconoce el autor que ha pasado muchas noches sin dormir pensando en la historia que quería narrar. “Escribir una novela es mucho más libre que escribir un libro de viajes. No te tienes que ceñir ni a la verdad ni a los datos”, señala este viajero impenitente que conoce cerca de 70 países de los cinco continentes, en alguno de los cuales ha estado varias veces como las cinco que ha ido a la India o las tres que ha visitado Etiopia. La novela parte de un hecho real que ocurrió hace 33 años. “Viendo el telediario me enteré de la noticia del asesinato del obispo misionero español Alejandro Labaka y la religiosa colombiana Inés Arango en un lugar de la selva amazónica ecuatoriana donde identificaban a los asesinos como guaraníes. En realidad, eran indios tagaeri, pero saberlo era exigir mucho a los periodistas de la televisión pública-política española”, desgrana con parsimonia el autor. Partiendo de esa noticia, Antonio Picazo pergeñó, tras años de documentarse, la historia que relata en “El crimen tropical del señor Obispo”. Estoy seguro que el lector se preguntará: ¿qué hacia un obispo español en medio de la selva? El escritor viajero nos lo cuenta: “En la selva ecuatoriana se habían encontrado grandes bolsas de petróleo, esto suponía ser un lugar muy tentador para ambiciosas empresas energéticas, gentes depredadoras y aventureros sin escrúpulos. Las empresas petroleras para empezar las perforaciones querían limpiar el territorio de indígenas, de ahí que ofreciesen un helicóptero al señor obispo para que fuese a convencer a los tagaeri de que abandonasen esa parte de la selva, y así salvarían sus vidas”. Labaka y la religiosa Inés Arango llegaron en helicóptero a una población de los tagaeri, éstos son un pueblo trashumante que no tienen pueblos estables, cuando llegaron no había ningún hombre, todos estaban cazando. Consiguieron hacerse entender por las mujeres y compartieron unas horas con ellas, a la vuelta de los cazadores estalló la tragedia. Mataron a señor obispo y la monja huyó, después regresaría al poblado y allí encontró la muerte. Eso es lo que nos cuenta el autor basándose en hecho reales, pero eso no es todo. “Los protagonistas de la novela son la selva y un abogado perdedor”“Los protagonistas son la selva y un abogado madrileño que es un perfecto perdedor, un antihéroe, que tiene como meta en su vida poseer un coche, una novia y un empleo. Toda una vida sórdida por delante. El protagonista es el único personaje de la novela que no tiene nombre”, nos adelanta el escritor viajero. Para él, ha sido un tour de forcé hacerlo así. “Implicaba mucho esfuerzo no llamarle por su nombre”, reconoce con una sonrisa en los labios. Ese abogado mediocre es, sin embargo, un verdadero resistente. “En la novela, trata sobre el cuajo potencial y del aguante que tenemos los humanos cuando nos vemos en situaciones límites, o cuando, por ejemplo, somos sometidos a conjuras o a ser elementos manipulables de los demás. La novela no trata de alguien que intenta sobrevivir en la jungla, esto ya está muy visto en el cine y en la literatura, sino de alguien que casi de una manera pasiva soporta lo que la selva ha decidido hacer con él” cuenta el autor de “El crimen tropical del señor Obispo”.
Aunque los hechos que narra la novela ocurrieron hace más de 30 años, no fue hasta hace unos cinco años cuando se decidió a escribir la novela. “He tardado dos años en documentarme y otros dos en escribirla y corregirla. También he utilizado experiencias personales mías en la selva. En Perú estuve conviviendo con una tribu unas tres semanas hasta que me invitaron a marcharme. Me dijeron que no servía para trabajar con las manos y que además miraba mucho a las mujeres”, reconoce con cierto sarcasmo el albaceteño. “Hay un cierto abismo cultural ente ambas cultura, las costumbre son totalmente diferentes. Allí he entendió lo que es el feminismo y el machismo. Cuando nace una niña en esas tribus tiene muchas papeletas de que la maten porque una mujer trabajará menos y tendrá menos oportunidades de sobrevivir en la selva que un hombre”, explica con la parsimonia típica de un profesor erudito. En cuanto a su forma de escribir dice: “la novela está escrita en tercera persona cuando narra los ambientes y los personajes y en primera cuando toma la palabra el abogado sin nombre. En el texto, se ha puesto en cursiva esta voz”. Para finalizar nuestra larga e intensa charla quiere puntualizar que “la selva es, ante todo, fascinante. Su exuberancia o su riqueza no se parecen en nada al entorno en el que nos movemos los occidentales. Por eso, debemos de dejar de mirarnos en exceso el ombligo e intentar comprender otras culturas. Si para nosotros la selva es algo insólito, para ellos la ciudad es una selva de cemento” y concluye “el secreto es saber adaptarnos y respetar al otro”. Puedes comprar el libro en:
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