Todo lo que veo me irrita y me desagrada. De lo superficial a lo profundo. Empezando por las luces de Navidad. Ya sé que es un tema manido, luces si, luces no, aborregamiento, si aborregamiento, no. Manido, pero no resuelto. Como el Gobierno de coalición y la ministra Montero llamando cabezón a Iglesias. Llámale cabecita loca, atolondrado, insensato, hay un montón de sinónimos, tía. Que se note el espíritu navideño y la caridad cristiana, pero no solo con los migrantes. Menos mal que Papá Noel es inmune al coronavirus. Lo ha confirmado el portavoz de la OMS para tranquilizar a los niños. No te fíes. Es un burócrata ocioso y mediocre. Los niños leen a Harry Potter pero no son gilipollas, tío.
No creas que voy de asocial por postureo y victimismo. Solo intento ser un contrapeso. No va a ser todo generosidad, ñoñez y la Merkel llorando. A la política se viene llorada. La primera que lo dijo fue Irene Montero (marquesa de Galapagar) y después lloró a moco tendido. La incoherencia es lo suyo. Se creen que la política es un juego. No me importa que jueguen al veo-veo, o al juego de la silla para eliminar allegados en Nochebuena. Lo que me jode es que jueguen al monopoly con mi dinero.
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