¿Cuáles han sido, y están siendo, los principales fallos de comunicación de la pandemia? Muchísimos. Por ejemplo, utilizar una metáfora bélica para explicar el virus, esto ha sido un gran error porque despierta en la ciudadanía lo contrario a lo que necesitamos, se promueve la agresividad, la lucha, la sensación de bandos, hostilidad entre países, gremios, jerarquías… Cuando realmente lo que necesitamos transmitir son valores contrarios a una guerra: la cooperación, la compasión, la solidaridad, la empatía… A ese lenguaje recurrieron sobre todo los políticos y, a su estela, los medios de comunicación. ¿Cómo reflejaron los medios lo que sucedía? Se ha infantilizado y blanqueado el lenguaje de la pandemia, escuchamos números de fallecidos sin más, veíamos aplausos, fiestas en los balcones, mientras la gente moría ahogada en los hospitales y los sanitarios se enfrentaban día a día una situación infernal. ¿La consecuencia? La ciudadanía no se ha concienciado sobre la magnitud del virus, surgen movimientos reaccionarios, negacionistas y el incumplimiento de la norma. No lo justifico para nada, pero era un comportamiento esperable tras la comunicación infantil de la enfermedad. Unos por exceso (los mayores) y otros por defecto (los jóvenes), ¿la mala gestión del miedo nos está haciendo más daño que nunca? El miedo ha ayudado a las personas mayores a concienciarse y a acatar las normas para sobrevivir, una dosis adecuada de miedo es beneficiosa, nos protege y nos hace actuar de forma adaptativa. Sin embargo, los jóvenes no son cumplidores porque desde el principio nos vendieron que prácticamente eran inmunes a la enfermedad y solo morían nuestros mayores. Viven una falsa seguridad, la falta de miedo les hace no querer renunciar a sus comodidades y vida anterior, no todos por supuesto, pero a muchos les puede el egoísmo. La pandemia, ¿nos ha hecho redescubrir el hogar? A unos sí, a otros todo lo contrario. No hay dos casos iguales. Para algunos esto casi ha sido un regalo, resguardarse en el hogar, la soledad, teletrabajo, menos contacto social, más tiempo con la familia, para otros, una auténtica pesadilla, todo depende de lo que redescubramos en nuestro hogar. ¿Saciaremos la sed de piel cuando todo esto haya pasado y la distancia social ya no sea necesaria o, para entonces, ya nos habremos olvidado de lo táctiles que somos? El ser humano siempre tendrá la necesidad del “piel con piel”, quizá haya un efecto rebote tras la pandemia y nos volvamos aún más afectivos con nuestro entorno más cercano para compensar el tiempo perdido. Con los desconocidos lo dudo. Para muchos, el teletrabajo, lejos de un elemento que ayude a la conciliación familiar, se ha convertido en un plus de estrés; y para otros, el hecho de trabajar en casa ha aumentado el miedo a salir y relacionarse. ¿Hay solución para este problema? La hay. De hecho, en mi libro doy unos buenos ingredientes para que esto funcione por parte de empresas y trabajadores. No estábamos preparados para el teletrabajo y esta nueva orientación laboral no se puede improvisar, también necesita de tiempo para su diseño efectivo. Este curso escolar está sembrado de incertidumbres sobre algo tan básico como si mañana habrá colegio o no. ¿Cómo afectará esto a los niños y adolescentes más allá del rendimiento académico? Es cierto que están renunciando a mucho y hay casos que requieren igualmente de apoyo profesional porque no logran integrarse o comprender este nuevo sistema, todo depende de qué estén viviendo los niños (situación del hogar, estado de los padres, aislamiento en el colegio, preocupación por enfermedad en la familia). Puedes comprar el libro en:
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