En esta magnífica obra literaria se realiza un estudio pormenorizado, en más de 600 páginas, hacia la tremenda epidemia, denominada como peste bubónica, que produjo una enorme mortandad en Europa, Asia Menor, Oriente Medio y el norte de África, entre los años 1346 a 1353, se le calificó como Peste Negra. En el presente libro se realiza un acercamiento, lo más completo posible hacia la epidemiología, como se difundió territorialmente esta pestilencia, y la mortalidad provocada por la bacteria yersinia pestis, actuando sobre el sistema inmunitario del individuo infectado, esta deprivación de las defensas producía una ingente cantidad de muertos. La Peste Negra o Bubónica se originó, en este segundo brote histórico, en el territorio de Mongolia o de la Horda de Oro, en el sudeste de la Rusia Imperial, hacia el año 1346, por medio de los mercaderes mahometanos llegaría hasta el Cáucaso, Asia Menor, Oriente Medio, el norte de África y toda Europa, esquivando Finlandia e Islandia. En la Florencia de la época el escritor Francesco Petrarca escribía: “¡Feliz posteridad, que no experimentará una tribulación tan abismal y contemplará nuestro testimonio como una fábula!”. Se considera su evolución como el mayor cataclismo demográfico de la historia. Al carecer, esos contemporáneos, del más mínimo conocimiento sobre inmunología, pensaban, de forma equivocada, en que esta pandemia era un castigo de Dios Todopoderoso por causa de los pecados de los seres humanos. Los intelectuales de la sanidad consideraban a los miasmas como los transmisores de dicha patología; que contaminaban el aire porque contenían materiales pútridos envenenadores del aire respirado. El miasma infectado era inhalado por el sujeto o se contagiaba por contacto cutáneo. El ejemplo patognomónico eran las condiciones ambientales en que se vivía en el Londres de la época. Por ello, en el año 1349, el rey Eduardo III de Inglaterra escribía al alcalde londinense quejándose amargamente de la suciedad rezumante por toda la ciudad, donde sus habitantes tiraban las inmundicias por las ventanas de sus casas a la calle, este comportamiento conllevaba que: “Las calles y callejas por donde tenía que pasar la gente estuvieran corrompidas por las heces humanas y el aire de la ciudad se hallara intoxicado para mayor peligro de los transeúntes, en especial en este tiempo de enfermedad infecciosa”. De nuevo, ahora en el año 1361, el susodicho monarca envío una orden sobre el mismo asunto al alcalde londinense y a los representantes regios en la capital, con órdenes pertinentes sobre lo que era preciso realizar: “El sacrificio de grandes animales, cuya sangre pútrida que corre por las calles y cuyas entrañas arrojadas al Támesis corrompen e infectan en grado sumo el aire de la ciudad provocando un hedor abominable y sumamente inmundo, ha provocado enfermedades y muchos otros males en los moradores de dicha ciudad o en quienes han acudido a ella; y si no se pone remedio a esa situación en el momento presente, es de temer que se deriven grandes daños en el futuro. Queriendo impedir tales daños ordenamos, con el consentimiento del actual Parlamento, que todos los toros, bueyes, cerdos y demás animales de gran tamaño sean sacrificados en Stratford o en Knightsbridge”. En Europa, en el año 1347, fue eliminada la tercera parte de la población. Inclusive en el año 1348, el rey Felipe VI de Francia ordenó a la facultad de Medicina de la universidad de París que realizase un informe sobre las causas de la Peste Negra y los remedios a los que se podía recurrir. Siguiendo los cánones del momento histórico, dicha entidad académica informó que a la una del mediodía del 20 de marzo de 1345 se había producido una conjunción planetaria entre Saturno, Júpiter y Marte en la casa de Acuario. Según los médicos de dicha universidad, esa conjunción era lo paradigmático para la aparición de enfermedades epidémicas, la de Júpiter y Saturno provocaba muerte y desastres, y Júpiter y Marte se encargaban de diseminar la peste por el aire; ya que el gigantesco planeta gaseoso era cálido y húmedo, encargándose de extraer vapores nocivos de la tierra y del agua, Marte era cálido y seco y avivaba estos vapores para poder llegar a la infección. Según William Shakespeare, el hecho fue como: “una peste planetaria en la que Jove deposita su veneno en el aire enfermizo sobre una ciudad llena de vicios. Cuando los planetas marchan en maligna combinación hacia el desorden, ¡qué pestes, qué portentos, qué motín!”. Es obvio que, para aquellas gentes, todos los fenómenos terrestres que liberasen vapores serían nocivos y pestíferos, como los volcanes eruptivos o los terremotos. Lo único que se podía hacer era intentar mejorar las condiciones higiénicas, librando a las ciudades de la suciedad y de las basuras que se iban acumulando por todas partes; de esta forma los vapores miasmáticos se evitaban, por lo menos en el hinterland de los asentamientos humanos. Los hombres y mujeres de la época vivían con el temor constante del próximo estallido epidémico, y así sus vidas volverían a padecer un riesgo absoluto de muerte; ya que la enfermedad era terrible y recurrente. Por consiguiente, este libro fenomenal se encarga del estudio de la Peste Negra, sensu stricto, con todo lo que ello conllevó, desde medir la magnitud del descenso demográfico, hasta los efectos económicos, sociales y culturales producidos por esa pandemia, en aquella sociedad de la Baja Edad Media que estaba tan dependiente, todavía, de tactismos obscurantistas. Por lo tanto, sobresaliente obra, que recomiendo sin ambages. Duos habet et bene pendentes. Deo gratias! Puedes comprar el libro en:
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