"Sé lo que dice la Iglesia. La Iglesia conoce todas las normas. Pero ignora lo que sucede en el interior del corazón humano. — ¿Cree entonces que hay alguna esperanza? —preguntó cansinamente Louise, la mujer aburrida y soñadora de la historia".
Esta meditación en voz alta de Louise, la mujer del comandante Henry Scobie, es reflejo fiel de la atmósfera turbadora hasta la propia angustia de la historia. Transcurre en una colonia de África Occidental, topónimo aproximado al geográfico en México donde años antes B Traven centra su novela El tesoro de Sierra Madre, escrita en alemán en 1927 y llevada al cine por John Houston, tras una larga polémica de altos niveles entre el novelista y el famoso director estadounidense. Se me ha colado este autor sorprendente y desafiador por la coincidencia de ambos maestros geniales y comprometidos consigo mismo. En la narración de Graham Greene todos los personajes construyen un laberinto emocional lleno de interrogaciones. Lucha por la supervivencia y el deseo de alejarse de ese tiempo insistentemente desolador de día y noche. Húmedo clima maldito del que nada agradable puede esperarse. Oprime monótono y sin piedad, para las adivinaciones de sus propias existencias
Y fue el propio Graham Grenne quien vivió en tan inhóspita geografía durante la II Guerra Mundial. Concretamente en Sierra Leona. En ella, como queriendo salirse de su comprometido papel, Scobie es un hombre íntegro, honesto y cumplidor, creyente fiel de la religión católica. Todo un personaje donde las creencia religiosas, tantas veces utilizadas por el escritor inglés, enamorado de España, crean en la colonia unas vivencias cuya variedad provoca el desasosiego del vivir diario sobre el adormecido desaliento de la pereza. Nadie asume cómo combatir aquello que parece una maldición que envenena la mente y el alma. Tan desabrido es su transcurrir que se tiene que buscar un calmante sin que se llegue a la desviación mental propia del autor. Esa que parece formada por una mujer que ama la poesía, Louise, sintiéndose enferma, recluida en sus lecturas, consciente de la derrota en el curso de su diario, eligiendo esos posibles personajes que puedan irrumpir en su vida martirizada junto a ese hombre justo de Scobie, que la ama e intenta por todos los medios aliviarla de tan asfixiante desgracia. Una novela que me lleva a recordar la referida de El tesoro de Sierra Madre, de B Traven, tenso y desbordante thriller de aventuras. Pero, además, tiene una fuerte carga moral en cuanto a que es también un magnífico estudio de cómo la codicia puede transformar y destruir a algunos hombres: “Los hombres, sean judíos o cristianos, mahometanos o comunistas, son tan codiciosos o tan audaces cuando de oro se trata que, a pesar de las vidas que ello pueda costar, mientras el metal exista, mientras no desaparezca, arriesgarán la vida, la salud y la mente y desafiarán todo el peligro y riesgo concebible para retener el precioso metal”. El revés de la trama -publicada por la editorial Acantilado y traducido por Jaime Zulaika-, de estilo sencillo, ágil y muy descriptivo, cautiva al lector de principio a fin. Ahonda en los temas predilectos de Greene: los claroscuros de la naturaleza humana, la traición a los demás y a uno mismo, el fracaso, la fe, el adulterio, sacrificio y amor llevado hasta sus últimas consecuencias. Intensa y conmovedora, es sin duda una novela inolvidable. Scobie, jefe de la policía colonial, ferviente católico, es arrastrado hasta el pecado a causa de la compasión y de la piedad. Scobie, por su misma integridad moral, suscita la desconfianza de sus superiores y la animosidad de un agente, fingidor pero enemigo que siente predilección por Louise.
Y dada la intromisión, este inmenso escritor alemán y anarquista que logró escapar de Alemania y sentar plaza en México, escribió catorce novelas bajo varios seudónimos -el más conocido el de B. Traven-, casi todas ambientadas en México y claramente influidas por su ideología y por la incipiente Revolución mexicana. Disfrutamos del gran papel de la película, el de Fred Dobbs, que le reservó a su gran amigo Humphrey Bogart, que hizo una magnífica interpretación. Bogart había conseguido convertirse en una estrella, a una edad relativamente tardía, con 42 años, gracias precisamente a dos películas El último refugio y El tesoro de Sierra Madre subió a las alturas del Séptimo Arte.
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