La poeta, periodista y profesora universitaria libanesa Joumana Haddah, nos entrega un texto sorprendente a medias entre el ensayo, la legítima reivindicación y la autobiografía, que dará que hablar tanto en Oriente como en Occidente: Yo maté a Sherezade. Con el subtítulo de Confesiones de una mujer árabe, Haddad, que es responsable de las páginas culturales del primer diario en lengua árabe del Líbano, y redactora jefa de JASAD, una revista especializada en literatura, cine y arte nos deja una bomba sin espoleta en la conciencia de los lectores, pertenezcamos al sustrato cultural que fuere.
Un varapalo sin concesión alguna al comportamiento patriarcal de las sociedades todas, presentes y pretéritas. En el prólogo, la también poeta, narradora y artista visual Etel Adnan, dice: “Haddad rechaza las medias tintas. Al proceder de un país en el que ha habido numerosas matanzas (y sin motivo alguno), también utiliza la violencia extrema, aunque de distinto cariz. Ataca todos los tabúes y su ‘crimen’ se convierte en un nacimiento, una reafirmación de la vida.”
Dice Haddad en Yo maté a Sherezade: “Porque ser árabe hoy quiere decir que tienes que ser hipócrita. Quiere decir que no puedes vivir ni pensar aquello que quieres vivir y pensar honesta, espontánea e ingenuamente. Quiere decir que estás dividido en dos, que se te prohíbe decir la verdad sin tapujos, porque la mayoría árabe está supeditada a una maraña de mentiras e ilusiones consoladoras. Quiere decir que nuestras vidas e historias han de ser reprimidas, amordazadas y encriptadas; reescritas a conveniencia de las guardianas vestales de la castidad árabe, para que estas puedan sentirse en paz con la seguridad de que el delicado ‘himen’ árabe está a salvo del pecado, de la vergüenza, el deshonor o la tara.”
Hay que resaltar que Haddad no escribe esto desde el exterior de su país, exiliada…, no, lo hace desde Beirut, el lugar en que reside, aunque es cierto que viaja muchísimo y que los aeropuertos y los hoteles forman parte de su existencia cotidiana, tal como confiesa.
Joumana Haddad, que ha sido amenazada infinidad de veces, por no someterse a los destinos que la sociedad en que vive quiere imponerle por el mero hecho de ser mujer, continúa: “Dondequiera que vayas, de Yemen a Egipto, de Arabia Saudí a Bahrein, observarás que los poderes religiosos; los sistemas políticos indiferentes, corruptos y/o cómplices; las sociedades patriarcales; e incluso la propia mujer árabe (pues ella es su peor enemigo, a menudo una co-conspiradora contra su propio sexo), son excelentes inventando formas de humillar a la mujer y anular su propia identidad y su papel.”
Y lo que ha encaminado los pasos de esta escritora hacia el posicionamiento en el que está, tan beligerante contra los sistemas que oprimen a la mujer, provengan de donde fueren, con la peligrosidad que ello encarna incluso para su propia integridad física como ya se ha dicho, teniendo en cuenta el extremo radicalismo religioso existente en la zona, dividido además en múltiples facciones incontrolables, no ha sido otra cosa que la literatura: “leer material ‘adulto’ como Justine, Lolita y Sexus con doce, trece y catorce años me hizo un gran bien, (…) leí todos esos libros en francés y no en árabe. (…) Y ello a pesar de la existencia de una cultura árabe, que, miles de años antes, había producido obras mucho más eróticas y subversivas que nada de lo que se había escrito en Occidente por entonces (o quizá incluso ahora). Como muestra, cito la obra del siglo XV El jardín perfumado del jeque Nefzawi: Si deseas copular, pon a la mujer sobre el suelo, aférrate a su pecho, pon sus labios junto a los tuyos…”.
Yo maté a Sherezade de Joumana Haddad, es un ensayo imprescindible para conocer la verdadera situación de la mujer árabe en nuestros días, pero, que nadie se confunda, Haddad, políglota y viajera incansable, también tiene mucho que decir, y lo hace en este libro, sobre la situación de inferioridad manifiesta de las mujeres en Occidente.
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