La protagonista de su nueva novela, Irune, trabaja en la cadena de producción de una papelera de una población del cinturón industrial de Bilbao que está en proceso de desmantelamiento. Solitaria y sin familia vive una vida anodina hasta que se tiene que enfrentar al mundo con sus exiguas armas. La novela tiene un claro mensaje de optimismo y de las posibilidades que pueden surgir en los momentos más amargos de la vida. En la entrevista, Txani Rodríguez, nos desvela sus motivaciones para escribir “Los últimos románticos” ¿Cómo surgió la idea de escribir “Los últimos románticos”? En un pueblo cercano al que yo vivo hay una fábrica de papel en la que hacen rollos de papel higiénico industrial para gasolineras, el papel que cubre las camillas de los hospitales, y servilletas para una cadena de comida rápida. Me pareció que había ahí un resumen postmoderno de nuestro estilo de vida, de nuestro mundo, tan rápido y a veces, tan despersonalizado. A los trabajadores les daban, imagino que aún les darán, lotes con los productos, y al ver a uno de ellos con una bolsa de plástico llena de rollo de papel, tuve la impresión de que dentro de esa bolsa había una novela. ¿Quedan románticos hoy en día? Una de las características del romanticismo era la melancolía por los tiempos pasados, así que desde ese punto de vida sí quedan muchos románticos. Irune extraña un mundo que ya ha desaparecido, un mundo en el que las comunidades de vecinos eran realmente comunidades (hemos descubierto durante el confinamiento quién vivía delante de nosotros), un mundo en el que la solidaridad entre los trabajadores era notable, y en la que había un paisaje que ya va también desapareciendo. Pero sí hay románticos, sí, leer libros de papel es algo romántico, en cierto modo. La protagonista, Irune, demuestra su romanticismo con múltiples llamadas al servicio de información de RENFE para hablar con un operador por sólo oír su voz. ¿Qué le impele a ello, el romanticismo o la soledad? La soledad. Está sola, aislada, no habla casi con nadie, y la voz de ese operador la tranquiliza, le reconforta su amabilidad. Irune está tan sola que no contrasta la realidad, que hace una conexión limitada con la realidad, y eso, precisamente, me ha permitido otorgarle a la novela cierto toque de humor, ya que la protagonista llega a unas conclusiones un tanto estrafalarias; si hablase con más personas, tal vez matizara sus ideas... Hay comicidad involuntaria por parte de la protagonista del libro, pero voluntaria por mi parte. ¿Definiría a Irune como solitaria o cómo lo haría? A ella no le gusta la soledad que soporta. Irune es una mujer de principios, que recuerda cómo eran las cosas en el mundo en el que creció, es una mujer valiente que había olvidado que lo era, y es una mujer tan único que podría pasar por extravagante. “No podemos vivir en el pasado, hay que mirar hacia adelante”La protagonista y narradora vive una vida adversa en un vecindario hostil, una empresa en descomposición y una posible enfermedad. ¿Demasiados infortunios para una mujer tan sensible? Así parece, pero sin embargo, esas circunstancias harán que, por fin reaccione, que deje de mirar atrás para volver a situarse en su presente. No podemos vivir en el pasado, hay que mirar hacia adelante. En ese sentido, habría que limitar la melancolía del romanticismo. El periodista Alberto Moyano me recordaba el otro día la siguiente frase: “Hay quien nunca se recupera de una infancia feliz.”. Bien, pues hay que tratar de recuperarse sin olvidar lo que nos enseñaron. ¿Ha querido reflejar en la novela una cierta crítica a la reforma laboral y a las empresas de condición paternalista? El paternalismo de las empresas creo que también es algo del pasado, recuerdo las iniciativas de las empresas de mi pueblo cuando era pequeña, y ya no hay nada de eso. Una de ellas, por ejemplo, invitaba a todos los niños del pueblo al cine cuando llegaba la Navidad; era un día grande aquel (risas). Sí hay una crítica al sucesivo desmantelamiento de los derechos de los trabajadores, pero también la hay de nuestra propia dejación y progresivo individualismo. ¿Hay poca solidaridad con los trabajadores en problemas? Sí, esa es mi opinión. Actualmente, en las empresas hay muchos trabajadores eventuales y muchos que llegan a través de empresas de trabajo temporal. Las organizaciones sindicales no les alcanzan y. al contrario de lo que sucedió en los noventa, hay muchas personas que van por libre, que no encuentran ni esperan apoyos. ¿Escribe en primera persona para implicarse más con la protagonista? Es la primera novela que escribo en primera persona; era, sin duda, la persona indicada para dotar a la novela de la atmósfera que yo quería y que viene dada por la mirada de la protagonista. ¿Qué tiene usted de Irune y ella de usted? Por suerte yo estoy algo más acompañada, aunque siempre he tenido un sentimiento fuerte de soledad, y la soledad, la soledad impuesta, me da terror. Yo también soy muy aprensiva y como el de Irune, mi padre también fue obrero. Mis padres emigraron al País Vasco, de eso hablé en “Agosto”. Irune y yo hemos crecido en el mismo ambiente, pero ella es una mujer muy especial, mucho más de lo que lo soy yo.
¿Se hace un guiño como guionista y lectora de cómics? Hago un guiño a los cómics porque creo que tienen un poder de evasión enorme y porque forman parte de nuestra cultura. Son objetos preciosos, los cómics y, combaten la soledad. Irune es un poco hipocondríaca, sobre todo cuando aparece la palabra cáncer. ¿Qué tenemos de hipocondríacos todos? Tenemos miedo a la muerte y a la enfermedad, yo, ya le decía, soy muy aprensiva, me asusto pronto. Irune trabaja en una papelera. ¿Lo ha escogido como metáfora sobre el futuro? Escogí una papelera porque vi un reflejo de nuestra sociedad en su producción y porque el papel, a pesar de su fragilidad, lleva siglos con nosotros. Además, se recicla, como lo hacemos a veces las personas. El papel es resistente, y el libro de papel, cuya muerte se nos ha anunciado ya en repetidas ocasiones y, sin embargo, mantiene su vigencia. ¿El papel se va a acabar? Y ¿con ello arrastrará al periodismo y las publicaciones en papel? El libro de papel continuará, creo, los periódicos de papel, en menor medida, también; pero el problema de la prensa estriba en el poco valor que los lectores damos a la información. La información, como las patatas para el guisado, tiene un precio, no puede ser algo gratuito. Ahora hay que pagar por leer contenidos de calidad, ya no se vuelcan en la red gratis, y a muchas personas les parece mal; sin embargo, es un servicio al menos tan digno como otro cualquier, y es necesario. No deberíamos informarnos a golpe de Twitter. Para terminar, al final da un mensaje positivo de la vida. ¿Podemos ser todavía confiados con el futuro? No queda otra, porque el futuro es lo que nos aguarda. Sí que convendría no dejarnos demasiadas cosas en el camino… En la novela, el paisaje es fundamental, es una cuestión política, el paisaje, y también va cambiando muy rápido. No sé si en el futuro habrá bosques o solo plantaciones, monocultivos… La crisis climática evidencia que hay que actuar en el presente para que el futuro sea vivible, lo que quiero decir con esto es que el optimismo solo no vale: hay que actuar. ¿Existen las segundas oportunidades? Existe el cambio constante, vamos cambiando, nuestro entorno, nuestras circunstancias van cambiando, y de los cambios surgen las oportunidades. Puedes comprar el libro en:
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