Y donde Anne Walter indaga a la hora de mantener la tensión del deseo y la sumisión del sexo que va desde la sorpresa a la expiación de los límites entre la realidad y la voluntad del que se muestra como ser receptor de las perversiones y fantasías ajenas. «Desde el día de mi sujeción, la obra de V* se expande: “Muchachas…” a la vez temblorosas y reservadas. “Interiores…” con objetos pensativos y recogidos. Una obra tan sutil, tan pura, y que se nutre de lo más secreto de mi carne…»
Con puntos en común con “Historia de O” de la también escritora francesa Pauline Réage, sobre todo, cuando la protagonista busca su propia identidad —que para ella permanecía oculta— a través de aquello que da por amor a otro. De aquello que percibe como medio con el que satisfacer a la persona de la que se ha enamorado. De aquello que representa al cuerpo como una droga necesaria para quebrar el miedo a la pérdida, al culto o al enigma que representa romper el tabú de poseer a la persona amada. Las relaciones de incertidumbre nos descubren con una economía verbal magistral las coordenadas de una experiencia que solapa la virtud con la obsesión. El deseo con la sumisión. El amor con la pérdida de aquel a quien se ama por más que nos mostremos dóciles a la hora de consentir todos sus deseos.
Al otro lado de estas relaciones de incertidumbre está él, V*, el pintor, el artista. Silencioso. Enigmático. Perverso. Voyeur. Obsesivo. Dominador desde el poder de su mirada. Irreflexivo desde la desesperanza de su inacción. Débil desde la incapacidad para amar o ser amado. Irreverente a la hora de abrir el pétalo del deseo de su modelo, de su amante, de su obsesión que se plasma en el relato que compone con los cuadros que esa relación atracción-destrucción genera, y en el silencio que la rodea. Todo ello, bajo la proximidad del Sena, la complicidad de un París oscuro de final de verano. Una ciudad apenas adivinada por sus cafés, el anticuario desde el que ella parte hacia un universo oscuro y vital que desconoce a dónde la llevará. Una ciudad permanente en la trastienda del deseo que se prolonga en las estancias del estudio de V* y que permanece muda ante la escenificación de unas relaciones de incertidumbre que anhelan la plasmación de un amor sin intermediarios. Amor entre el pintor y la modelo que esta vez subyace en el reflejo de sus cuadros. En las largas sesiones donde ella adormece para entregar lo más puro y vulnerable que posee: su alma.
Anne Walter que, en 1959, ya había publicado Monsieur R., regresó en 1987 a la novela tras su paso como profesional del cine, para mostrarnos con una intensidad y una síntesis arrebatadoras, un universo de tentaciones y secretos que se van despojando del miedo a ser mostrados hasta llegar a revelarnos las pulsiones de la sumisión y la dependencia del deseo. «La vida se escurre entre las palabras, las personas nos pasan volando entre los dedos; todos, cuando llega el día, desaparecemos como esos ríos de las Causses que, más lejos, más tarde, resurgirán; en fin, así lo creo.»
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