Dos meses y quince días atrás la cerré a doble llave, la primera para aislarme del mundo exterior, la segunda para impedirme salir al mundo exterior. Cerré el inútil comedor donde recibía invitados y circunscribí la comida a la cocina, cambié los ritos y regresé al tiempo de las cavernas, de las cavernas o tiempos modernos en sociedades donde se come lo que hay, y si no hay, no se come.
Adelgacé.
Me sentí bien puesto que había cerrado a doble llave la puerta de mi casa y por mi calle no circulaban aquellos seres famélicos, cuerpos delgados por la falta de comida, cuerpos hinchados por la comida chatarra, esa que llena espacios pero no alimenta. Ojos que no ven, corazón que no siente, me había enseñado la sociedad en que vivimos.
Desconecté el teléfono y abrí de par en par las puertas de mi biblioteca; viajé, viajé de regreso en sueños sin fronteras a continentes perdidos bajo el mar, viajé el fondo del alma humana, ojos que no ven... me repetía.
Frente a la puerta se acumulaban los periódicos hasta que un día no sentí el golpe del diario al caer, me pregunté si el repartidor había caído en la inmensidad de los tristes números que anunciaban las noticias.
Hace dos meses y quince días que escucho a los gobernantes del mundo entero, no se diferencian entre ellos, de tanto escucharse unos a otros se fueron mimetizando. Las ofertas ya no compiten entre sí, cual en una sociedad uniformemente peligrosa, las ofertas se han ido igualando, a todos las mismas promesas de acuerdo a sus necesidades, ¡y cuán grandes y cuán diferentes son las necesidades! Las falsas promesas alcanzan para todos.
Cerré las ventanas a doble llave, no fuera que las promesas se deslizaran al interior y uniformaran mis sueños.
Hace dos horas y quince segundos que dejé de escuchar a nuestros gobernantes, quizás por lo que hace cuarenta y ocho horas tuvieron que aislarse a doble llave en sus palacios; al parecer de tanto prometer, las promesas no alcanzaron para ellos.
Hoy me preparo a abrir la puerta de mi casa y tiemblo al dar el primer paso por el nuevo mundo, ¿seré capaz de pasar por sobre el cadáver del repartidor de periódicos?, ¿qué habrá más allá?, ¿seré capaz de abrir los ojos, y mi corazón de sentir?
Di media vuelta y cerré la puerta de mi casa a triple llave.
* Escritor y director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Reside en Nueva Jersey, EE UU.
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