Un homenaje pendiente
“A los muertos les da igual dónde estar, pero a quienes vivimos, no”. Son palabras del prólogo de Francisco Etxeberria, prestigioso forense y antropólogo, director del “Proyecto Cervantes” que sacó a la luz los restos mortales de nuestro escritor más universal, Miguel de Cervantes. Una fama mundial que contrasta con el hecho de que, durante cuatro siglos, un velo de oscuridad y misterio hubiera cubierto el destino final de su cuerpo. Tras su muerte en abril de 1616, el rastro de su tumba se perdió casi por completo. Desde entonces no hubo certeza absoluta sobre el lugar en el que reposaban sus restos.
Eran muchos los que pedían un recuerdo acorde con lo que ha supuesto su figura para la literatura, pero a diferencia de escritores como Shakespeare, cuya tumba es visitada por miles de turistas cada año, de Cervantes no se había conservado ni una lápida, ni una inscripción y menos aún un sepulcro. Siempre había existido constancia de su inhumación en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, pero al no haber sobrevivido ningún indicador del lugar concreto de su enterramiento, durante siglos se especuló incluso sobre la posibilidad de que sus restos hubieran sido trasladados. No en vano, Miguel de Cervantes fue un hombre discreto que vivió sin lujos. Tal es así que, teniendo en cuenta lo que cuentan los historiadores, los recursos de que disponía no le alcanzaron ni para pagarse una tumba y tuvo que recurrir a la caridad de una orden religiosa. Una vez muerto, su nombre cayó prácticamente en el olvido y tuvo que pasar casi un siglo y medio para que se volviera a hablar de él y de su obra, hasta adquirir progresivamente su estatus actual.
“La idea había surgido meses atrás cuando Luis Avial, experto en georradar, comentó al historiador y escritor Fernando de Prado la sugerencia que le había hecho hacía poco el periodista del diario El País, Rafael Fraguas: “Luis, Cervantes está enterrado en una manzana de la calle de las Huertas, pero el lugar exacto se desconoce. ¿Por qué no localizas sus restos?”. La propuesta prendió de inmediato la mecha de la curiosidad y De Prado y Avial se pusieron de acuerdo en intentar aclarar ese misterio: saber dónde yacía Cervantes, rescatar lo que quedara del escritor y darle digna sepultura en un mausoleo a la altura de su grandeza, que además se convertiría a partir de ese momento en un lugar de homenaje a su figura y a su obra. Eran conscientes de que, si lograban su objetivo, sería el suceso de mayor repercusión en la efeméride que se avecinaba: la celebración del 400 aniversario de la muerte del escritor en 2016”.
Final de novela, para una vida de novela
Dicen sus estudiosos, que cualquiera que revise las idas y venidas del gran escritor tanto por España como por el extranjero descubrirá que su existencia estuvo plagada de episodios tan pintorescos como los que tienen lugar en sus novelas o en los enredos de sus obras teatrales. Es más, con conexiones directas a su más famoso personaje: “Y como si fuera un juego de espejos donde literatura y realidad se mezclan, la muerte de Don Quijote y la de su creador se reflejan la una en la otra. Ambos, personaje y autor, fallecieron igual de humildemente y, tal y como sucedió con la tumba perdida del Quijote, la de su creador también quedó olvidada, como si quisiera dar por cumplidos los deseos del narrador”, explica Javier Barajas en “Así buscamos a Cervantes”, autor de la redacción y coordinación de este proyecto editorial que publica la Editorial Tébar Flores.
Teniendo en cuenta estas premisas, no es extraño que la historia de la búsqueda de sus huesos no esté exenta de todos los mimbres necesarios para construir una excelente novela. Eso sí, esta historia está sustanciada en técnicas, procedimientos e informes científicos que verifican su autenticidad.
Así buscamos a Cervantes es el relato de las cinco semanas que duraron las excavaciones en el Convento de las Trinitarias Descalzas, en pleno centro de Madrid, pero también de todo lo que conllevó este proyecto en el que trabajaron más de 40 reputados profesionales de diferentes áreas, entre forenses, arqueólogos, historiadores... Una historia que comienza explicando las circunstancias de la muerte de Cervantes y su relación con el convento, lo que le llevó a ser enterrado ahí. Más tarde se repasan las diferentes investigaciones que durante siglos trataron de ubicar de forma infructuosa los restos del escritor, y de cómo se fueron desarrollando las distintas investigaciones documentales y prospecciones de georradar que localizaron varios enterramientos y concluyeron en las excavaciones que localizaron al autor del Quijote. Pesquisas arqueológicas que además sacaron a la luz descubrimientos realmente asombrosos, que supusieron una especie de cápsula del tiempo para inmortalizar el Madrid de la época, por el tipo de enterramientos (decenas de adultos y casi 500 enterramientos infantiles), la conservación momificada de muchos de los restos, los ajuares funerarios localizados junto a ellos… Todo queda fabulosamente explicado y documentado, con declaraciones de los implicados en el proyecto así como decenas de imágenes, infografías en 3D, tablas y otros materiales que ilustran al detalle la excavación arqueológica.
Los papeles ocultos del convento
Pero cuando los trabajos a contrarreloj parecían no dar con Cervantes y el desánimo empezaba a minar al equipo, un hallazgo sorprendente dio un vuelco a la excavación:
“Las monjas del convento siempre aseguraron que la fosa del escritor estaba allí y existían asimismo evidencias documentales que así lo atestiguaban. Pero lo cierto es que todos los que buscaron a Cervantes erraron su camino (...).
(…) Tras pasar muchas jornadas estudiando esos documentos en el monasterio, ambos historiadores se habían ido ganando la confianza de las religiosas, siempre suspicaces a cualquier intervención externa a causa de su vida de clausura, convenciéndolas de que todas esas visitas para revisar los papeles del convento tenían como única finalidad esclarecer los puntos oscuros de la historia de la Orden. “Poco a poco, las monjas fueron dándose cuenta de que el trabajo que estábamos haciendo no tenía otro objetivo que poder encontrar pistas que nos pudieran conducir a la tumba de Cervantes”, relataba Jorge López Teulón.
(…) En medio de una de esas lecturas sobre la biografía de las antiguas fundadoras y de las prioras de las Trinitarias Descalzas, los dos investigadores se lamentaron ante la madre superiora, sor María Amada, de que no se hubieran conservado más documentos dentro del convento para poder contrastar algunos datos fundamentales sobre los enterramientos que habían tenido lugar en la iglesia de San Ildefonso. “Y ante nuestro asombro, la abadesa nos contestó que nada de eso, que en realidad tenían un armario lleno de papeles”, recuerda Francisco José Marín Perellón.
(…) Sor Amada no puso ninguna objeción y así fue como, casi por casualidad, pudieron acceder al contenido del mueble (…): fajos de papeles y libros que documentaban todo lo acontecido en las Trinitarias Descalzas desde su fundación en 1612, archivos que permanecieron ocultos e ignorados y que las monjas no habían mostrado a los investigadores de los siglos XIX y XX, probablemente por el mutismo y el secular recelo de las religiosas hacia cualquier visitante que quisiera conocer la información más reservada de la orden (…)”.
Así se llegó a la reducción de huesos entre los que se encontraban los de Miguel de Cervantes y que, como se narra en las siguientes páginas, pruebas arqueológicas, antropológicas e históricas han verificado su identidad y autenticidad.
Todos estos ingredientes hacen de la obra un interesante coctel que lejos de estar dirigido a los profesionales especializados, que a buen seguro disfrutarán con el rigor y exposición del relato, está especialmente pensado para cualquier para cualquier lector curioso, y también para aquellos aficionados a la arqueología o a la historia.
Los autores
El prestigioso antropólogo forense, Francisco Etxeberria, como director del ‘Proyecto Cervantes’, y la excelente labor de redacción y coordinación de Javier Barajas, ponen nombre a esta publicación que es el fruto del trabajo de más de 40 reputados profesionales de diferentes disciplinas, como antropólogos, forenses, arqueólogos o historiadores.
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