“Un fuego azul” es su novela más reciente que ha sido publicada por Ediciones B. Un thriller lleno de giros sorprendentes que hacen que su novela deje sin respiración al lector más avezado. En la entrevista, nos cuenta algunos de los secretos mejor guardados de su apasionante novela. En sus títulos siempre nos encontramos con palabras como fuego o mar. ¿Qué le atrae de ambos? La potencia. Pocas cosas me parecen más impresionantes, más inabarcables que un fuego descontrolado, que un mar desatado. Cuando quiero conectarme con la sensación de fuerza, de intensidad, no tengo más que cerrar los ojos y buscar la furia del océano golpeando con fuerza contra las rocas, o la rabia de un fuego que arrasa con todo sin pararse a distinguir entre orden y concierto. El fuego y, sobre todo, el mar son eso para mí. Fuerza, ira, energía, dolor, furia, rabia, intensidad. Y, a veces, también bálsamo. ¿Cómo calificaría a “Un fuego azul”, de novela negra o thriller? Si tuviera que quedarme con alguna de las dos etiquetas, y teniendo en cuenta mi ignorancia con respecto al concepto de novela negra pura, diría que mi texto está más cerca de ser un thriller. Ahora, si se me permite ampliar el catálogo de posibilidades, yo la definiría más como un libro de suspense. Ese es el terreno en el que me siento más cómodo: el manejo y la dosificación de la información que se le ofrece al lector. El juego del gato y el ratón con la persona al otro lado del libro. El suspense. ¿Cómo surgió la idea para escribir la novela? En cuanto al fondo, al tema que subyace escondido en la trama, supongo que no es más que otro paso en este camino mío, empeñado en explorar el dolor, el miedo, el terror, la angustia. El querer saber hasta dónde somos capaces de llegar en ambas direcciones. Cuánto dolor somos capaces de soportar. En nosotros, en aquéllos a los que amamos... Y, del mismo modo, qué es lo que somos capaces de hacer una vez superado ese límite. En cuanto a la forma, ahí lo tengo mucho más claro: este libro es mi respuesta como autor al impacto que me supuso descubrir los textos de Pierre Lemaitre. Cuando te dedicas a eso que comentaba antes, a la elaboración y desarrollo del suspense, descubrir maravillas como Vestido de novia o Irene te dejan en estado de shock. Creo que hay autores buenos, muy buenos, y Pierre Lemaitre. Tal como yo lo veo, se trata de un tipo que juega en otra división, una estratosférica, capaz de hacer algo completamente nuevo y rompedor. Y mi respuesta está clara: si el futuro del suspense va por aquí, aquí es donde yo quiero estar. Dicho desde la mayor de las humildades, Un fuego azul es mi carta de presentación para solicitar mi acceso en ese juego. ¿Cómo escoge los temas sobre los que escribir? Supongo que en cierto modo son ellos los que me escogen a mí... Hace poco, en una de las presentaciones de la novela, Suso de Toro describía mi trabajo como la obsesión por comprender el terror, por enfrentarme al dolor, al horror que no me deja tranquilo. Y así será... Yo no soy muy consciente de por qué hago o dejo de hacer ciertas cosas, por qué escribo sobre unos temas u otros. Simplemente sé que no entiendo muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor, que hay muchas noches que no puedo dormir, y que, cuando lo hago, no dejo de enganchar una pesadilla con otra. Supongo que escribir libros como este es mi manera de hacerle frente a este desasosiego... ¿Qué fue primero la inspiración o la documentación? No sé si se le puede llamar inspiración o necesidad, o angustia, o inquietud, o lo que sea... Pero, le llamemos como le llamemos, “esa cosa con plumas” es lo que va primero. La documentación, esa musculatura imprescindible para dotar de la necesaria verosimilitud a mis historias, siempre viene después. ¿Cuánto tiempo ha estado con la novela hasta verla en las librerías? Esta historia llevaba mucho tiempo conmigo... De manera consciente, recuerdo que empecé a hacerle frente a comienzos de 2016. El proceso de documentación comenzó a finales de ese mismo año, y se prolongó hasta el otoño de 2018, que fue cuando comencé a redactar lo que luego se convertiría en la novela. Y todavía no me ha dejado...
“La redacción es para mí el último paso del proceso, posterior a mucha reflexión, documentación, planificación...”En esta ocasión nos encontramos con una trama muy dura y violenta, donde también hay mucho suspense. ¿Son estas características la marca de la casa? No lo sé... Como decía, la intención de trabajar el suspense sí es algo que me interesa y preocupa especialmente, desde siempre. Pero, más allá de ello... No lo sé, no es que sea mi intención escribir novelas especialmente duras o marcadamente violentas. Simplemente salen como salen. Supongo que en el fondo se trata de una cuestión de instinto: la redacción es para mí el último paso del proceso, posterior a mucha reflexión, documentación, planificación... De manera que, una vez que me siento a escribir, lo hago casi de manera automática. Como decía un lector hace poco en las redes, parece ser que escribo “como un puto animal”. Quiero pensar que él también se refiere a hacerlo así, por puro instinto. O eso, o tendremos un problema... En esta ocasión tenemos un responsable de la Brigada de Investigación Criminal muy hermético, del que cuesta saber hasta su nombre. ¿Cómo le describiría? Como un mal necesario. Por favor, espero que se me entienda, y que nadie se enfade conmigo, especialmente los lectores de novela policial, pero es que para mí fue exactamente eso: como decía ahí atrás, no me considero ni de lejos un autor de novela negra ni policial. A mí me gusta mucho más escribir sobre arquitectos, sobre periodistas, sobre managers de artistas... Creo que sobre policías ya hay muchísima gente escribiendo y haciéndolo, además, mil veces mejor que yo. No es un gremio entre en el que me sienta especialmente a gusto, por lo menos literariamente hablando. Pero en esta ocasión, como saben quienes ya han leído la novela, el entorno policial, sus usos y costumbres y, sobre todo, su espacio, eran absolutamente imprescindibles para el avance de la historia por algo que sucede en determinado momento de la trama. Me habría encantado contar la historia sin tener que pasar por ahí. Pero resultaba absurdo... En un entramado como éste resultaría inimaginable eludir la presencia del Cuerpo Superior... ¿Cómo trabaja los personajes secundarios como Santos, Laguardia o Arroyo? Desde la naturalidad. Más que como secundarios, me los planteaba a mí mismo como personajes funcionalmente necesarios. Supongo que en la vida real debe de ser muy difícil encontrar a un policía que se lo haga todo el solito, de modo que aquí sucede tres cuartos de lo mismo... Creo que cada cual ha de tener su rol y su espacio. ¿Se siente cómodo escribiendo en primera persona? Sí. Como comentaba al principio, estas novelas tienen más bien poco de casuales. Son la respuesta a mis miedos y mis angustias, a mis fobias y mis obsesiones, de modo que sé muy bien de qué hablo cuando uno de mis personajes siente miedo, terror, dolor... Pedirle que emplee la primera persona tan sólo es una especie de descarga, de trasvase de poderes y dolores. ¿Cómo encontró la voz del narrador? Pues así mismo, mirando de frente al dolor que llevaba dentro.
Su novela tiene muy trabajados los diálogos. ¿Es una forma de conocer los diferentes pareceres de los personajes? Me parece que voy a quedar fatal con estas respuestas, pero la verdad es que tampoco es que sea demasiado consciente de ese trabajo... No se trata de algo buscado, simplemente me salen así. Una de las cosas que más me preocupan a la hora de contar una historia es la verosimilitud. Me imagino al lector al otro lado diciéndome algo así como “Así que has escrito una ficción, ¿eh? De acuerdo, yo voy a creérmela, voy a hacer como si todo fuera real mientras dure la lectura. Pero, a cambio, tú cuéntamela bien. Haz que me lo crea.” De modo que eso es algo que me tomo muy en serio. Y, en lo tocante a los diálogos, lo único que hago es eso: releerlos, y detenerme allí donde no suenen creíbles. Pero, sinceramente, después de darle tantas vueltas a cada uno de los personajes antes de sentarme a escribir, una vez que les dejo hablar las voces de cada uno de ellos, todas personales e intransferibles, salen solas. ¿Hasta dónde puede aguantar una persona el sufrimiento? Por lo que yo sé, hasta allá donde esté el límite físico. Ahora, emocionalmente, somos en la mayoría de los casos infinitamente más fuertes de lo que somos capaces de imaginarnos en un principio. Y no sólo eso: una vez sobrepasados esos límites que nosotros mismos nos habíamos supuesto, nos convertimos en otra cosa. Más fuerte, más capaz. Y, muchas veces, más atroz. ¿Considera a Vigo como un personaje más de su novela? Supongo que sí. Pero, una vez más, supongo también que de manera inconsciente. No escribo sobre Vigo porque ahora esté de moda (ya lo hacía mucho antes), sino porque es mi ciudad. Porque, aunque ahora ya no viva allí, sigue siendo el espacio que mejor conozco. Las calles que puedo describir con los ojos cerrados, aquellas de las que conozco su luz y su olor a cualquier hora del día o la noche. ¿A qué se debe la magnífica salud de la narrativa negra gallega? ¿Da el paisaje y el paisanaje para ello? No sabría decirlo... Hace poco decía Domingo Villar que si uno cierra los ojos y comienza a describir cómo es el espacio ideal para ambientar una novela negra, con su puerto, su mar, su bruma, al abrir los ojos descubrirá que acaba de describir cualquier ciudad de la costa gallega, comenzando por la propia Vigo. Pero, honestamente, yo no sabría explicar un por qué. Salvando el caso del propio Domingo y de un puñado de amigos más, no me siento especialmente acompañado dentro de ningún momento literario, ni me veo como parte de ningún movimiento colectivo o grupo de creación concreto... Me encantaría que fuera de otra manera (y en su momento quise entusiasmarme con esa idea), pero la verdad es que ahora mismo es así como me siento. ¿Qué autores son sus preferidos del género negro, tanto nacionales como internacionales? En España, y además del propio Villar, celebro especialmente los trabajos de Diego Ameixeiras (el verdadero autor de novela negra en Galicia), Mikel Santiago, Tuli Márquez... Más allá, me quedo con Jo Nesbo. Y con Lemaitre, por supuesto.
Ojalá la hubiera... Un mensaje que nos ayudara ya no sólo a prevenir el dolor, sino, por lo menos, a sobrellevarlo. Pero no lo hay. El dolor duele y la vida mata, a veces (demasiadas veces) sin piedad, y eso es lo que hay, y después no hay nada más. En todo caso, no hay moraleja en Un fuego azul (o vaya, por lo menos yo no se la he visto...), pero si hay la más profunda en inmensa paz al final del camino. Que, tal como están las cosas, tampoco me parece poco... Puedes comprar el libro en:
+ 0 comentarios
|
|
|