Ha publicado el poemario Verbos por dentelladas (RavensWood Books, 2016), reeditado por Lastura Ediciones en 2018, con prólogo de Antonio Praena. Publicó en 2018 Volver a brindar con extraños, II Premio de poesía de La Montaña Mágica y publicado por Balduque Ediciones. Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés y griego moderno. Ha sido codirectora de la revista de poesía La Galla Ciencia desde su fundación. Acaba de preparar la segunda antología de poesía de José María Álvarez, La mirada de la Esfinge, con la editorial Olé Libros.
Con motivo de la publicación de “La mirada de la Esfinge” (Olé Libros, 2019), una antología poética sobre la obra de José María Álvarez (Cartagena, 1942) que tú has seleccionado y prologado parece pertinente hablar sobre la vigencia estética de los presupuestos esgrimidos por la promoción novísima en la actualidad. ¿Qué queda de aquella ruptura con la poesía social? ¿Crees que el culturalismo es hoy una tendencia que goza de buena salud en la poesía española?
Compleja pregunta... No creo que, desde un punto de vista lector, interese mucho hoy en día el culturalismo. Todo lo contrario. Se busca lo fácil, lo inmediato, lo que me lleve menos tiempo comprender. Me sorprendo -cuando se me ocurre echar un vistazo a lo que “se lleva” en poesía- de las tonterías que se pueden decir en un poema, y todas alejadas de ese culturalismo del que hablamos. Implica, como digo, una atención y un interés al que no todo el mundo está dispuesto a enfrentarse. A mí, como lectora, me interesa mucho, pero soy una “rara avis”. Prefiero un poema de este corte que esos que parecen tuits espontáneos y que no dicen nada. Además, y con esto digo mucho, el culturalismo implica no solo un conocimiento del mundo anterior a nosotros (de los autores, obras, lugares, corrientes...), sino un reconocimiento, cierta devoción y sobre todo respeto.
¿Cómo llegaste a la poesía de José María Álvarez? ¿Cómo fue aquel primer contacto con ella? ¿Qué crees que motivó en ti como lectora?
Yo tenía menos de 15 años, y un amigo me enseñó en la biblioteca de mi barrio un libro titulado La esclava instruida. Era una novela de José María, novela que se ha convertido en uno de mis pilares. Me acompaña siempre, la leo varias veces al año, me la sé de memoria. Tengo cerca de veinte ejemplares. De ahí pasé a Museo de cera, en la edición negra de la Editora Regional. Y bueno: el flechazo fue instantáneo. Me servía a la vez de guía para otros autores y otras lecturas. Viajaba a otros países cuando los poemas me llevaban, saboreaba lo que allí se contaba, el sol que allí se describía también me iluminaba a mí. Luego empezó mi fanatismo por tener toda su obra, desde las primeras ediciones de Museo hasta conferencias, reportajes, colaboraciones en revistas... No hay nada que se le parezca. Es absolutamente original, y así lo sentí entonces. Se puede decir que hay absoluta devoción por su obra porque le debo mucho, a ella y a él como Maestro y amigo.
“La mirada de la Esfinge”. Cuéntanos el porqué de dicho título. A primera vista, la mirada de una mujer a la que se intuye fatal y el exotismo de tierras lejanas como Egipto son connotaciones que percibimos del mismo que casan a la percepción con el imaginario de Álvarez.
El título nace de un verso del mismo José María, del poema “Epístola moral a Fabia”. Creo que resume muy bien lo que he querido transmitir en la antología: por un lado, efectivamente la visión de esa mujer que puede acarrear nuestra propia desgracia, que nos mira poderosa desde arriba, que nos puede aniquilar de un plumazo. También está Egipto, obvio, tierra muy amada por Álvarez, pero lo elegí más por todo lo que conlleva la imagen de esa Esfinge, poderosa como la Naturaleza, soberbia y altanera. Ante esa mirada, no podemos más que arrodillarnos y dar gracias. Es una metáfora algo compleja, pero creo que se entiende.
En el prólogo a esta antología revelas a los lectores que tu criterio de selección a la hora de escoger los poemas ha sido visceral, emocional. Te confiesas lectora de José María Álvarez desde la adolescencia y manifiestas que todo lector apasionado con la obra de un autor forja una antología inconsciente en su memoria. Me parece un enfoque original que sin duda ofrece un nuevo itinerario para acercarse a la poesía del maestro, pero ¿no te preocupa haber dejado fuera poemas emblemáticos? ¿Crees que este tipo de enfoque que has dado a la antología la singulariza para bien?
Una antología tiene a mi entender dos intereses: o bien acercarnos a esa antología como un “aperitivo” para alguien que no haya leído nada de ese autor (es una selección; si le gusta, buscará el resto de sus libros); o bien que nos interese la selección que ha hecho el antólogo por el hecho de ser X antólogo. En este segundo caso, a mí como lectora me interesa la visión que pueda tener un poeta, por ejemplo, de la obra de otro poeta; o me interesa saber qué poemas incluiría tal autor de otro autor que ya conozco. También está la antología personal, claro, pero no es el caso ante el que nos encontramos.
Lo digo en el prólogo: los que conocen la obra de Álvarez puede que echen en falta algunos poemas. Sí, no hay duda. Sería difícil coincidir, y más en un autor tan prolífico. ¿Qué interés puede tener una antología hecha por Noelia Illán? Pues si me pongo en el lugar de un lector ya iniciado en José María, creo que es interesante ver precisamente por qué están unos poemas y otros no, por qué alguien que los conoce tanto elige unos sí y otros no. Pero aunque me haya movido más la emoción a la hora de elegir, creo que es una antología más que representativa de sus poemas de “deseo”, como él los llamaría. ¡Saquen, saquen más antologías de Álvarez! Yo las compraré todas.
En los últimos diez años José María Álvarez ha demostrado ser un poeta renovado, un creador más moderno y original que muchos de los poetas actuales. ¿A qué crees que es debido esto: mérito del inconformista Álvarez o demérito de promociones de poetas conformistas? ¿Piensas que es posible actualizar un discurso lírico sin perder el respeto a la tradición ni perder de vista lo clásico?
A la segunda pregunta es fácil responder: sí, efectivamente. Álvarez lo hace, o Villena, por ejemplo, o González Iglesias, o Antonio Praena... Para eso hay que tener “la cosa” interiorizada y no tratarse de postureos baratos o pasajeros. No creo que el “renovarse” se haga con plena consciencia. Uno escribe y a veces no sabe por qué. El Arte sale solo, como la Luna, ¿no? Si Álvarez se ha “renovado” es porque no podría ser de otra manera. No se puede estar escribiendo siempre lo mismo porque no siempre uno es el mismo, ni su circunstancia, ni su visión del mundo. José María fue uno de los novísimos, sí, pero es mucho más. Es moderno hasta la médula, pero no en el sentido de “moda” (cosa que aborrezco), sino en el sentido de “actual” lo leas cuando lo leas. Tú coges un poema del primer Museo y podrías pensar que lo ha escrito hoy. O al revés. Eso tenían los clásicos: que no pasan de moda, que son “modernos”. Eso es de alabar.
Dices en el prólogo a esta antología que más que poemas sobre sexo o amor José María Álvarez escribe sobre el deseo ¿por qué el deseo? Codiciamos lo que vemos, pero también aquello que no tenemos. ¿El deseo representa un afán de superación o de conquista?
Cuando José María habla de “deseo” habla de ese deseo carnal (sexual, aunque la palabra no es la más acertada) y también de eso que llamamos amor, fascinación, devoción. Pueden ir separados amor y sexo, claro está, pero para ese “deseo” no existe en castellano una palabra acertada, como sí lo está en griego clásico para referirse a los distintos tipos de amor. El deseo puede referirse a lo que ocurre en una cama con tu amante, o a la visión de una muchacha que nos mira desde una mesa en un restaurante, o una mujer que deja su olor al rozarnos por la calle, o el recuerdo de aquella noche de pasión que nos trajo la dicha. Supongo que a eso te refieres cuando dices que ansiamos lo que no tenemos. El deseo no existe solo cuando se ejecuta: podemos desear cuanto queramos. Como en el poema de la Echegui. No son poemas pornográficos; tampoco son poemas románticos. Son todo eso a la vez. Él te diría que la gran mentira que nos intentan vender es la de la sexualidad, y estoy de acuerdo con él en este sentido. Se folla menos y peor, intuyo que te diría él..., pero mejor preguntarle a José María, que lo explica mejor que yo.
¿Podemos interpretar los poemas de Álvarez desde un punto de vista hedonista-secular o desde la perspectiva lacaniana que relaciona el deseo como una utopía, aquello irrealizable que nos moviliza? ¿Qué punto de vista crees que sería el más acertado?
Creo que cada lector debe hacer suyos los poemas y leer a José María como le plazca. A veces puede ponerse más utópico en un poema y otras veces más hedonista. Creo que en ese sentido ambas visiones son acertadas. Unas veces leemos poemas donde anhela algo que no tiene, ya sea un recuerdo, un sueño o una apetencia. Otras, se ve que es real eso que nos cuenta. ¿Qué más da si nos da un trallazo el verso? Con el cine no hacemos eso: necesariamente no estamos pensando en qué nos ha querido decir el guionista o qué visión del director es la más acertada. A veces solo disfrutamos, ¿no? Bueno, aquí el debate daría para mucho...
Tras conocer en persona a José María Álvarez ¿qué podrías contarnos sobre el poeta que no podamos deducir de su poesía? ¿Crees que es una persona coherente con lo que escribe o su poesía es una impostura estética muy lejos de ser deliberadamente biográfica?
Es la persona más honesta que conozco, del mundo poético y fuera de él. Lo que hay en su obra existe en él. Ha renunciado a muchas cosas por ser como es, por escribir como escribe. Yo no puedo más que admirarlo, pero más allá de su obra. Es un verdadero maestro, creo además que sin pretenderlo. Pero no siempre estoy de acuerdo con él, ojo, y eso no me impide admirarlo. A lo largo de estos años de amistad he ido comprobando que no hay ningún tipo de impostura en su obra. Es auténtico. Tengo mucha suerte.
Como antóloga has sentido la necesidad de poner en valor la poesía de Álvarez frente a la polifonía del panorama actual de la poesía. Decidiste ordenar y seleccionar una poética bajo el prisma de una mirada, de una emoción que selecciona de manera intuitiva aquellos textos que le conmueven. ¿Qué crees que le puede enseñar un poeta como José María Álvarez a esas nuevas generaciones de lectores que nunca le han leído?
A muchas cosas. Para empezar, a escribir algo que vaya más allá de lo espontáneo. A valorar a los clásicos. A respetar la cultura, la civilización, el arte. A leer a otros poetas y autores. A extraer citas a destajo, suyas y de otros (ya sabes que siempre mete citas de otros autores en sus poemas). A ser honesto. A ser valiente y atrevido (que no es lo mismo). A fijarse en cosas en las que un chaval no se fija porque “nadie se fija”, y quizá no sepa ni que eso existe. Yo leo a José María a menudo en mis clases, a veces a propósito de una explicación de algo griego o romano (un poema que habla de un templo, de un emperador...), y otras veces cuando creo que lo que allí se enseña merece la pena. Y les gusta, les sorprende. Les llama la atención que no sea un poeta “joven” y que sea un mensaje tan cercano a ellos. Pero hay que abrir la mente para leer a Álvarez, no quedarse en la superficie ni recurrir a clichés que nos impiden una lectura óptima.
Cuéntanos cómo ha sido esta experiencia como antóloga y a qué problemas —que preveías o no— te has enfrentado a la hora de elaborar este libro.
Ya hice una primera antología de José María, El oro de los tigres (Balduque, 2015), sobre sus ciudades y países amados. Tuvo muy buena acogida. El problema a la hora de hacer una antología es básico: ¿qué entra y qué se queda fuera? No puedes meterlo todo. Para empezar, porque muchos temas se repiten en la obra de José María, y algunos poemas son transversales. Luego lo óptimo es elegir bien, que representen bien lo que quieres contar, y ahí puedes equivocarte. Yo espero no haber decepcionado. A él le gusta, y a los amigos más ceranos de ambos que la han leído, también. Sería ideal que sirviera sobre todo para que aquellos que no lo han leído todavía sientan la curiosidad de seguir conociéndolo. En el caso de La mirada de la esfinge, uno de los problemas a los que nos hemos enfrentado ha sido precisamente la temática. Algunos son poemas que hoy en día no gustan, o que escandalizan (como si no estuviera ya todo inventado, que diría mi abuela...). No todo el mundo está dispuesto a publicar un libro que hable de ciertos temas, aunque sean poemas ya publicados (algunos hace muchos años). La censura existe, aunque no sea una censura en el plano legal sino en el moral, que es peor, mucho peor. Esto enlaza con lo de la “gran mentira” que decíamos antes...
¿Crees que ser poeta te ha facilitado las cosas para llevar a cabo esa tarea, o por el contrario, ha sido un hándicap? ¿Cómo crees que esa influencia de Álvarez durante toda tu vida se refleja en tu poesía?
La influencia es obvia, pero más en el contenido que en la forma, creo yo. De todos modos, creo que el peor lector de tu obra eres tú mismo. Poco puede explicar uno de sus propios poemas, más allá de alguna anécdota. Uno no sabe por qué escribe ni por qué lo hace de la manera que lo hace. Tampoco creo que ser poeta sea escribir poemas. Tengo amigos poetas que no han escrito un verso en su vida. Ser poeta va más allá, en mi opinión. Que yo haya escrito no creo que perjudique para nada a la hora de hacer una antología. Es más una cuestión de conocer bien la obra del autor que quieras antologar. ¡Y encontar editor que se atreva a sacarla!
Si puedes hacerlo, háblanos de tus futuros proyectos.
Seguir leyendo, y si la Musa toca, abrirle la puerta (o no).
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