A partir de ese momento, la seguridad en los vuelos ha sido la principal preocupación de la agencia americana espacial. Pero hay personas para las que la seguridad no es lo prioritario. Para ellas es más importante el descubrir nuevas formas de viajar, de vivir o de comunicarse. Javier Yanes pertenece a este tipo de personas. Su vida es una peripecia. La ciencia no puede detenerse por un accidente, la ciencia tiene que seguir avanzando hasta conseguir los logros que se ha propuesto y si la ciencia no lo hace, lo tendrá que hacer la imaginación.
Y precisamente, imaginación a Javier Yanes no le falta. Esa imaginación le puede llevar a visitar planetas, pero también a visitar cualquier rincón perdido u olvidado de su memoria. Aquellos rincones, llenos de experiencias que forjan nuestra infancia y que se traspasan a nuestra madurez. "Los hombres se forjan en su infancia. Los sueños de nuestra infancia son los sueños de nuestra madurez y los traumas de nuestra infancia son los traumas de nuestra madurez", así opina el escritor nacido en Torrelodones, pero ciudadano del mundo.
Tulipanes de Marte como su anterior novela, Si nunca llego a despertar, están preñadas de experiencias de la infancia. Le gusta la infancia; para él, es el periodo de nuestras vidas que más marcan y dejan huella. Los protagonistas de ambas obras son niños, niños que miran al mundo con sus ojos inocentes y que lo hacen con una mirada larga, sin vértigo al infinito. Cuando ya no quedan casi sitios por descubrir, la mirada del hombre se vuelve hacia el espacio.
"¿Qué clase de circunstancias hacen que una persona pueda emprender un viaje a Marte?", se pregunta Javier Yanes en la rueda de prensa en que ha presentado su tercera novela a los medios de comunicación. Para responderla ha escrito Tulipanes de Marte, en la que ha querido llegar hasta el fondo de esa cuestión, "asumiendo una misión como esa, poniendo a alguien en esa situación", dice el escritor.
La historia surgió en 2008 cuando escribió un reportaje titulado Viaje de ida a Marte en el desaparecido periódico Público. Allí se planteaba la idea de enviar un colono a Marte, "una idea que llevaba tiempo circulando entre los heterodoxos de la comunidad aeroespacial y cuyo defensor más ferviente era un ingeniero jubilado de la NASA llamado Jim McLane. Lo que pretendía era recuperar el espíritu épico y romántico de los comienzos de la exploración espacial: convertir esa misión en un gran viaje al estilo de las travesías de los antiguos descubridores, una aventura que apasionara a la humanidad", explica con vehemencia Javier Yanes.
La propuesta de ese ingeniero retirado suscitó la polémica y la comunidad científica llegó a ridiculizarla. Sin embargo, al poco tiempo alguien dio el primer paso al frente para ofrecerse como colono marciano, como martenauta. "Fue William H. Ruth, sargento de primera clase de la División Aerotransportada 101 del ejército de los Estados Unidos, una unidad mítica por su participación en el desembarco de Normandía y en 2008 prestando sus servicios en la frontera de Afganistán con Pakistán", cuenta.
Logró contactar con Ruth y le explicó sus razones, "nos escribimos durante un tiempo. Resultó ser un tipo interesante que soñaba con ser el primero de un nuevo mundo", detalla Yanes. Fruto de esos escritos publicó otro reportaje sobre el tema y con otras cuestiones que se fueron presentando como el de la empresa holandesa Mars One, que buscaba financiación en televisión con un reality para mandar una misión tripulada a Marte. A Javier Yanes esto le pareció bastante friki y lo desestimó para escribir su novela.
"En la novela hay descubrimientos, restos de una antigua vida multicelular en Marte", apunta y continua explicando que "en Marte ocurrió
algo semejante a lo que pasó en la Tierra. Sólo que al ser Marte más pequeño sufrió un enfriamiento más rápido, lo cual puede significar la posibilidad de que hubiera vida antes que en la Tierra". Pero el Planeta Rojo tiene otros supuestos problemas y el principal es que no tiene campo magnético, lo cual hace que la radiación cósmica sea mayor. "La Tierra no tiene ese problema porque tiene campo magnético", subraya el novelista.
¿He dicho novelista? "Yo me considero un informador, nada que ver con un divulgador científico. Soy un periodista que escribe novelas",
afirma rotundo. Llegó al periodismo a través de la ciencia. De formación biólogo, es uno de los más reputados periodistas sobre ciencia que hay en España. Lamentablemente los periódicos están prescindiendo de estos especialistas. La crisis económica es pertinaz y se busca mano de obra más barata y menos especializada.
Entre la ciencia y los reportajes de viajes, Kenia es su segundo hogar. El escritor madrileño pasa allí su vida. De ahí que haya querido hacer una novela de ciencia. "La ciencia no suele dar grandes géneros de ficción.
No quiero ser un autor de género, quiero escribir novelas sin más. Engancharme al espíritu de aventuras del ser humano", señala en la presentación del libro.
Si se le pregunta si la realidad supera a la ficción, su respuesta no tarda en aparecer, "como escritor, es no. A la realidad aún le queda mucho camino por recorrer. Como periodista, me gustará ver cómo lo recorre. Algo bueno debe de tener que nos haya tocado vivir en lo que siempre llamamos el futuro", concluye. A nosotros nos gusta recorrer las páginas de sus libros, una aventura entre la ciencia y la vida.
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