También como el Paseo de los canadienses debido al médico canadiense Norman Bethune, que fue el primer médico en realizar transfusiones de sangre en plena batalla, y sus cooperantes. La Desbandada fue uno de los episodios más ignominiosos de la guerra civil con los acaecidos en Guernica, Paracuellos y Badajoz. El responsable de la matanza de unos 4.000 civiles aproximadamente fue el general Queipo de Llano, militar encargado por Franco para la conquista de Andalucía y, en especial, de Málaga la roja, como se la conocía en ese tiempo.
La novela de Amelia Noguera tiene muchos puntos de interés y la hace de obligada lectura para conocer las salvajadas que se cometieron durante nuestra guerra por ambos bandos, tanto en los frentes de batalla –aquí no tanto- como en la retaguardia y en los terrenos conquistados por el bando franquista. La escritora se muestra preocupada desde las primeras páginas por dar a conocer al lector, un episodio que, quizá, no haya sido tratado como se merecía.
Amelia Noguera procura ser equidistante en las tropelías que se cometieron en aquellos años, pero es público y notorio que los franquistas no tuvieron piedad ni vergüenza sobre los vencidos. Y las represalias que acometieron fueron excesivas, más si tenemos en cuenta que contaron con la anuencia de la Iglesia Católica. En “El paseo de los canadienses” veremos todo tipo de arbitrariedades cometidas por el bando ganador sin ningún tipo de filtro.
La novela comienza en el momento en que una gran parte de la población civil abandona Málaga, ante el empuje rebelde, en dirección de Almería. Habían esperado, tanto civiles como milicianos, la ayuda militar por parte del gobierno republicano, pero esta ayuda nunca llegaría. Así, tuvieron que retirarse hacia Almería, lo que aprovecharon las tropas fascistas, tanto españolas como moras, italianas y alemanas para bombardear la retirada, tanto desde el aire como desde el mar. Los civiles, totalmente indefensos, fueron blanco fácil para unas tropas muy profesionales.
En esa huida, se encuentran las protagonistas de la novela Isabel y Fernanda, con sus hijas Azucena y Martina. Las dos madres, conocidas de tiempo pasado, se reencuentran y vuelve a renacer una vieja amistad. Son demasiadas las cosas que comparten y que no voy a desvelar. Las niñas viven demasiadas experencias traumáticas que las hace que sellen una amistad duradera que duraría todas sus vidas. La otra protagonista de la novela es la abuela Ángela, suegra de Isabel y que ejerce el papel de ángel guardián de las mujeres. Estamos, pues, ante una novela muy femenina, donde los papeles más fuertes lo desempeñan las mujeres. En esta ocasión, los hombres tienen un papel de comparsas y con razón.
La novela está narrada en primera persona por Azucena, que al final nos desvelará su verdadero nombre. Además, Amelia Noguera hace un par de juegos estilísticos muy atractivos para el lector. Por un lado, la voz de la narradora es descrita por los diversos personajes de la novela como la escritora, lo que hace que de una sensación de equidistancia, y, por otra, introduce hasta doce diferentes protagonistas secundarios que cuentan a la escritora lo que vivieron en esos años, en diferentes momentos. También se permite algunas licencias que hacen, si cabe, más atractiva la narración.
Con todo este despliegue, Amelia Noguera consigue una narración llena de interés, pero también de un dolor y amargura extremos. Su historia hace que nos enfrentemos a esos fantasmas que muchos han querido silenciar, pero que es mejor conocer en sus justos términos para conocer la crueldad con que algunos se comportaron durante el conflicto. En muchas fases de la novela, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad se sentirá avergonzada por el comportamiento de esas personas que nunca debieron actuar como lo hicieron. Desasosegante, sí, pero también necesario el relato que hace la escritora sin ningún tipo de concesiones.
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