Nuevas joyas documentales sobre los parientes de Isabel de Cervantes, hija biológica de Miguel de Cervantes Saavedra, en la Ciudad de Santiago de los Caballeros de GuatemalaPor Krzysztof Sliwa
martes 07 de enero de 2020, 11:13h
Los nuevos testimonios legales, descubiertos por el madrileño Emilio Maganto Pavón, ex profesor asociado de la Universidad de Alcalá de Henares, legitiman definidamente que Isabel, hija de Ana Villafranca y Rojas, tenía familiares en Quauhtlemallan, «lugar de muchos árboles», Reino de Guatemala del Virreinato de Nueva España. Los dos excelentes libros del benemérito investigador Maganto Pavón, intitulados: Isabel de Saavedra. Los enigmas en la vida de la hija de Cervantes (Madrid, 2013), primera biografía de Isabel, fundamentada en 31 nuevos documentos acreditados, y La familia Villafranca y Miguel de Cervantes. Nuevos documentos cervantinos localizados en el Archivo General de Indias (Alcalá de Henares, 2014), ponen en evidencia que Luisa de Rojas y el suplicacionero Juan de Villafranca tuvieron dos hijas. Este matrimonio, aparte de Ana de Villafranca, amante de Cervantes y madre de Isabel, alumbró todavía a Luisa de Villafranca o de Rojas, esposa del doctor cirujano Francisco Sánchez de Prado, natural de Miguelturra, jurisdicción de Almagro, quien emigró a Guatemala entre 1595 y 1598, y falleció a finales de mayo de 1613 en el Hospital Real de Santiago de Guatemala, fundado el 16 de septiembre de 1541 por el licenciado Francisco Marroquín (1499-1563), primer obispo de Santiago de Guatemala, amigo del fraile dominico Bartolomé de las Casas (1474/84-1566), obispo de Chiapas y protector universal de todos los indios de las Indias hispánicas. A consecuencia del óbito de Sánchez de Prado, el 13 de junio de 1613 el procurador Pedro de Artavia, síndico de Santiago de los Caballeros de Guatemala, solicitó hacer el inventario de los bienes del difunto, y el 22 de noviembre de 1613 Jerónima y María, hijas de Francisco, pidieron nombrar como curador de sus bienes y personas al ex cautivo de Argel, Luis de Molina, segundo yerno de uno de los mejores espías del rey «el Prudente». Molina y su esposa Isabel, fiadora, dio la fianza necesaria para administrar los bienes de las menores Jerónima y María. El 24 de abril de 1615 en el puerto de Santo Tomás de Castilla, ubicado en el departamento de Izabal, en el golfo de Honduras, apareció Tomé Cano con poder del capitán Andrés Felipe de Rojas, maestre de la nao, llamada San Florencio, almiranta del cargo del capitán Francisco Herrera, que le dio Gómez Arias de Rubaría, encomendado de los mercaderes de Guatemala, y proveyó carta de entrega y registro de 7 cajones de tinte añir para enviar a España; 4 de esos cajones fueron designados a la esposa de Sánchez de Prado. El 25 de agosto de 1617, el escribano real Molina otorgó una carta de pago a su ex jefe Carlos Stratta, banquero genovés del rey Felipe IV (1605-1665), por 4.879 reales, expedidos por Juan Baptista Ponzón de la Real Casa de Contratación de Indias en Sevilla, procedentes de los 4 cajones de añir de Honduras. El 17 de noviembre de 1617, tras cumplir sus obligaciones de curador con mayor éxito, Molina pidió licencia a fin de emplear dinero de las menores Jerónima y María. No obstante, si el héroe de Lepanto conoció al doctor Francisco, residente guatemalteco, surgen entonces las siguientes preguntas: cuándo, dónde y en qué circunstancias, sobre qué asuntos hablaban, qué clases de negocios rentables emprendían, y qué tipo de regalos de la Capitanía General de Guatemala recibían Isabel, su esposo Luis, y el autor de Las novelas ejemplares (1613). Por último, conviene destacar también que según mi estudio «Miguel de Cervantes Saavedra quiso emigrar dos veces a América Latina» (Sliwa, eHumanista, 2013), el héroe de Argel, en su segunda petición del 21 de mayo de 1590 en Madrid, al rey Felipe II (1527-1598), solicitó la gobernación de la provincia de Soconusco, en idioma náhuatl «Xoconochco», que significa «lugar de las tunas agrias», de la Audiencia y Cancillería Real de Guatemala, parte del Virreinato de la Nueva España, hoy provincia de Chiapas en México. En una palabra, es incógnito cómo «El príncipe de los ingenios españoles» se enteró de este puesto que fue ofrecido al capitán Gonzalo Meléndez de Valdés el 4 de abril de 1590, esto es, casi dos meses antes de su petición redactada el 6 de junio del mismo año. Surge entonces una pregunta, por qué lo solicitó tan tarde. Basándome en la documentación conservada opino que pudo haber sido a través de su amigo Juan de Mestanza y de Ribera (1534-?), poeta y alcalde mayor de la Villa del Espíritu Santo de Sonsonate (1585-1589), en El Salvador, llamada también «La Ciudad de los Cocos», quien al final de su vida suplicó en vano a «Friedensfürst» una plaza de oidor, fiscal o alcalde de corte en el corregimiento de México. Igualmente, es verosímil que el licenciado Juan, inmortalizado en La Galatea (1585): «tú que al patrio Betis has tenido, lleno de envidia, y con razón quejoso, de que otro cielo y otra tierra han sido, testigos de tu canto numeroso, alégrate, que el nombre esclarecido, tuyo, Juan de Mestanza generoso. Sin segundo será por todo el suelo, mientras diere su luz el cuarto cielo», y en el Viaje del Parnaso (1614): «llegó Juan de Mestanza, cifra y suma, de tanta erudición, donaire y gala, que no hay muerte ni edad que la consuma. Apolo le arrancó de Guatemala», haya sido uno de los muchos amigos del comisario más fiel, honesto y leal de Felipe II, quien le enviaba noticias sobre el Nuevo Mundo, regalos, y, ante todo, productos como el añil, el azúcar, el cacao, el café, el algodón, el índigo y el palo de tinte. En resumidas cuentas, los nuevos documentos sobre Isabel de Cervantes Saavedra y sus parientes, encontrados por el ejemplar investigador Emilio Maganto Pavón, brindan especial interés para la reconstrucción de la trayectoria de la biografía de Isabel, su madre Ana, y el famoso escritor alcalaíno, así como para la Historia de España, Guatemala, Honduras, México, el Hospital Real de Santiago de Guatemala y la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, cuyas investigaciones todavía quedan abiertas. ¡Enhorabuena! «Laus in Excelsis Deo», Krzysztof Sliwa Puedes comprar los libros de Krzysztof Sliwa en:
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