Eso es lo que me ha ocurrido con la lectura del libro de Alejandra y no me hubiese creído lo que escribe si no fuera por la multitud de datos, fotografías y documentos que aporta en su obra. Es tan apabullante lo que narra la autora madrileña que ha quedado en mí una sensación de profunda ignorancia sobre lo que se cuenta en él. Las similitudes que tiene con la serie "The Blacklist! es increíble, pero en este caso es real y no un relato que suena a falso como el de la serie interpretada por James Spader. Ya mi amigo Pere Cardona me había prevenido antes de leer el libro.
Alejandra Suárez Barcala es la hija, llamemósla secreta, del espía Trigon, nombre en clave de Alexander Ogorodnik, miembro de la embajada soviética en Bogotá en los años setenta y que fue captado en aquella época por la CIA, en un principio para que les suministrase información sobre las comunicaciones de la Unión Soviética con sus diversas embajadas en América Latina. Posteriormente, Trigon sería requerido en Moscú, y desde allí continúo facilitando valiosísima información a la Compañía hasta que fue descubierto.
El interés del libro es la narración que hace Alejandra en primera persona y como va enterándose de sus orígenes, ocultos hasta edad casi madura por una madre posesiva y tiránica. Sin embargo, Pilar Suárez Barcala no fue siempre así. Viviendo en Colombia, por motivos profesionales, conoció al tercer secretario de la embajada soviética en una fiesta, entonces era una joven atractiva que sabía desplegar todos sus encantos tanto en las fiestas como en su empresa. Alexander Ogorodnik quedó prendado de ella y comenzaron una relación íntima que acabaría dando el fruto de una hija. El ruso reconoció desde un primer que estaba casado con una compatriota, pero el amor hizo que dejase esa relación y se la jugase ante sus jefes, ya que tenían prohibido en la embajada fraternizar con los habitantes del país donde estuviesen.
Toda una historia de amor en un entorno hostil que tenía muchos componentes del romanticismo decimonónico. Cuando fue requerido a su país, Ogorodnik cada día lo tuvo más difícil para comunicarse con su amada Pilar, hasta que se fueron silenciando las comunicaciones hasta un punto de no retorno. Como bien es sabido, la vida del espía suele ser corta. Pilar lo intuía y sabía que esa historia no podría durar mucho. Aún así, siempre apostó por su complicado romance.
El libro cuenta cómo Alejandra se enteró que su padre había sido un espía y lo hace poco a poco, las mentiras de la madre las fue desmontado con calma. Los papeles fueron apareciendo poco a poco, incluso las fotografías, algo que un buen espía no haría, aunque Ogorodnik lo era. La autora cuenta su periplo personal con un claro antes y después. El antes con los documentos y testimonios de su madre, el después con sus investigaciones propias y las que les suministraron diversos amigos. Entre ellos, cabe destacar la que le proporciona Martha Peterson, espía americana y enlace de su padre en Moscú, que nunca llegaron a coincidir personalmente por motivos de seguridad.
El capítulo quinto es el más brillante del libro y es donde cuenta esa relación que mantuvieron en Moscú. Muchos trucos de espías son puestos en el libro gracias a la experiencia de Marti y algunos son realmente antológicos. El encuentro que, por avatares del destino, tuvieron Marti y Alejandra, y que narra en otro capítulo, es ciertamente emotivo y hace que al lector se le ponga la piel de gallina.
Alejandra continúa trabajando para reunirse con los familiares rusos de su padre. El destino quiso que pudiesen ponerse en contacto de una manera ciertamente peregrina. Esta claro que los hados quieren que la autora del libro encuentre sus orígenes y a sus familiares. Su tesón merece que se vea recompensado por el éxito. Estoy seguro que si sucede nos lo seguirá contando con ese estilo tan ágil y brillante que tiene al relatar su vida.
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