Este grandioso edificio creado ad maiorem gloriam Romae y de sus emperadores, había comenzado a ser edificado, arrumbando la Domus Aurea del emperador Nerón [Nero Claudius Caesar Augustus Germanicus. 15 de diciembre de 37 d. C.-IMPERATOR CAESAR AUGUSTUS, desde el año 54 d. C., Hasta el 9 de junio de 68 d. C.], por el augusto padre de Tito, el emperador Vespasiano [Titus Flavius Vespasianus, 17 de septiembre del año 9 d. C.- IMPERATOR CAESAR AUGUSTUS, desde el año 69 d. C., hasta el 23 de junio del año 79 d. C.], con el ineluctable deseo de que sirviese para la diversión absoluta de aquel pueblo romano sediento de espectáculos de sangre, y carente de la más mínima piedad. Tito ha decidido vivir con su concubina regia, la bellísima princesa Berenice de Cilicia (Julia Berenice. 28 d. C.-¿?), hermana del rey de los judíos Herodes Agripa II (Marco Julio Agripa. 27 d. C.-100 d. C.).
Para dicha inauguración, los historiadores romanos refieren un gasto ingente de actos circenses de la más diversa ralea, el conjugar nuevamente aquel axioma de ¡Panem et Circenses!; lo que era más que necesario para embrutecer al populacho, que ya no era el de la República, y que tantas glorias y victorias había dado a la historia de Roma, la urbe capitolina. El historiador Suetonio (c. 70 d. C.-post. 126 d. C.) escribe sobre el emperador Tito: “Tito, llamado del mismo modo que su padre, fue querido por todo el pueblo romano, cosa muy difícil. Era tan superior que era un placer para la raza humana, fueron estas características lo que le hicieron ganarse los afectos de la población”.
Durante su gobierno se produjo la erupción devastadora del Vesubio (24 de agosto del año 79) sobre Pompeya y Herculano. El historiador Dión Casio (155 d. C-d. 235 d. C.) describe; aunque no se sabe por medio de que fuentes recibió la información; en qué consistió la inauguración del Anfiteatro Flavio: desde combates de Gladiadores, venationes o peleas entre unos nueve mil animales salvajes, destacando como un elefante derrotó a un toro, carreras de caballos y carreras de carros, pero destacará con luz propia un espectáculo llamado NAUMAQUIA, para cuya realización se inundó la arena del circo, ya que se trataba de una espectacular batalla naval con buques reales y muertes sin ficción. Este es el caldo de cultivo de la trama de la novela, junto a la historia de amor entre Kella y Typhon, la misma forma parte de esa pléyade de magníficas novelas históricas que se realizan en el territorio de las Españas. Esta obra ha demostrado un concienzudo estudio sobre las fuentes que narran los hechos novelados. Se presentan las gladiatrices, documentada su existencia y el aprecio morboso de los romanos hacia ellas. La obra comienza cuando un atloteta, que es uno de los diez magistrados encargados de las fiestas Panateneas, recuerda con fruición como Nerón fue agasajado en esos juegos para que nadie le disputase las victorias, mientras el auriga Typhon, protagonista de la obra, le escucha asombrado, este personaje deberá, a posteriori, demostrar que es inocente de una falsa acusación, antes de la inauguración del Coliseo.
Diversos personajes van enredando una trama que enriquecerá los hechos que circundan a la inauguración del Anfiteatro Flavio. Vespasiano se muere: “¡Vae, puto deus fio!”. Ya está Tito en el trono de Roma, y el miedo que había hacia una resurrección de un nuevo Nerón, va a quedar disipado cuando se observa su morigerado comportamiento, ya ha abandonado hasta a Berenice, con la cual escandalizaría a la puritana sociedad romana en el pasado. Otro personaje esencial en la trama es la velocísima bereber Kella, amor eterno de Typhon, ambos compartirán el desideratum final en esa Naumaquia casi eterna, y formando un único ser, serán indivisibles. Y, como sería de esperar, Tito festejará ese apoteósico final, en el que las naves se hunden sin dejar huellas, con todos sus ocupantes. Otro personaje histórico está a su lado, es su hermano menor Domiciano, que no comparte el jolgorio de Tito, piensa que él deberá realizar algo más grandioso, y que le encumbrará como el más grande emperador de todos los tiempos. No se debe profundizar más en la trama, de plena recomendación novelada.
Terminaré con una cita de Dión Casio con respecto al carácter de Tito, que como emperador acabaría con las ejecuciones senatoriales, por la Ley de Alta Traición: “Es imposible que yo sea insultado o ultrajado de alguna forma. Yo no hago nada que merezca ser censurado, y no me importan las falsedades que sobre mí se escriban. Y en cuanto a los emperadores que ya están muertos y enterrados, ya se vengarán por sí mismos en caso de que alguien les haga algún mal, si en verdad son semidioses y poseen algún poder”.
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