En primer lugar nació SÍ en el reino de León, pero no en León-capital, sino en el pequeño pueblo leonés de Zamora llamado Peleas de Arriba. En segundo lugar, en puridad histórica no es rey de Castilla y León, que sería la actual Autonomía, sino de los reinos de Castilla y de León. El historiador no utiliza, ¡felizmente!, el malhadado, inexistente y anhistórico título de Corona de Castilla, aunque ya se encarga Rodrigo Jiménez de Rada de trastocar la realidad para otorgar la preeminencia a Castilla.
El libro realiza un acercamiento paulatino a todo el devenir vivencial de este soberano, que trato de modernizar a las Españas, y que sentó las bases para la unificación peninsular, que se intentó con los Reyes Católicos, pero que fracasaría por los imponderables del azar del fallecimiento del infante don Miguel, en el año 1500, a los dos años de edad. Como ha hecho con la biografía de su hijo Alfonso X el Sabio, el estudio que realiza es tan complejo que se pueden seguir los datos de toda su vida casi minuto a minuto.
El antaño infante leonés tiene un concepto imperial muy desarrollado y, por ello, luchará de forma desaforada para dejar claramente señalado su poder. Cortes, fueros, magnates y pueblo estarán controlados por este soberano que, no se puede negar, dará un gran impulso a la reconquista hasta llegar a la conquista de la capital hispalense. Cuando toma posesión, política y bélicamente, del reino de León, que legalmente no le correspondía, toma algunas represalias, pretendiendo castellanizarlo, eliminando de los cargos importantes a algunos de los magnates de su padre; e inclusive prohíbe a los notarios de la ciudad leonesa de Salamanca que escriban en la lengua leonesa y lo hagan en castellano. Aunque, aplicará en sus dos nuevos reinos unidos el Fuero de los Jueces de León o Lex Gothorum.
En suma, un libro estupendo, que enaltece la figura de uno de los notorios reyes de León y de Castilla, y que es preciso leer para llegar al conocimiento de la historia posterior hispana.
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