Entre los días 26 y 28 de julio, se han desarrollado los Encuentros culturales de Esles de Cayón (Cantabria), que alcanzan ya su XI edición. Organizados por don Fernando Gomarín Guirado, etnógrafo y miembro del Centro de Documentación Etnográfica sobre Cantabria (CDESC), de la Real Liga Naval, Premio europeo de folklore Agapito Marazuela, Caballero de la Orden de Isabel la católica, y cuya bonhomía corre parejas con lo enciclopédico de sus conocimientos; estos encuentros se tienen lugar en el solar de Cotubín, casa solariega de la familia González-Camino Bertin, gracias a cuya generosa hospitalidad son posibles. Como afirma en su web el ayuntamiento de Santa María de Cayón, estos encuentros ‹‹son un foro abierto e integrador…llevando la Academia hasta el pueblo llano, y potenciar las inmensas potencialidades culturales del medio rural, normalmente restringidas al ámbito urbano›› (www.santamariadecayon.es)
Este año se daba la feliz circunstancia de haber sido elegido Esles como Pueblo Cántabro 2019, con una dotación económica que ha hecho aún más atractivo, si cabe, el entorno de estas jornadas: como la ermita de san Andrés donde se exhibe una interesante exposición ‹‹Ofrenda›› del destacado artista plástico Fernando Bermejo, asentado desde hace años en esta zona. Es de justicia destacar a todos los patrocinadores las familias González-Camino Bertin y García-Quirós Rodríguez, el ayuntamiento de Santa María con su alcalde don Gastón, el Gobierno cántabro, el CDESC, Delegación de Defensa en Cantabria y editorial La Huerta Grande. Todos ellos permitieron esta edición que, bajo el lema ‹‹Viajes y descubrimientos de los españoles en el océano Pacífico››, reunió a especialistas como José María Blanco Núñez, Francisco Mellén Blanco, Alfonso de Ceballos-Escalera, Juan Carlos Chirinos, Luis González-Camino, Carlos Riaño Rufilanchas, Rafael Feria Pérez y Félix Martínez Llorente; además de los artistas María del Mar Doval (soprano) y Manuel Vilas (arpa barroca). Se contó además para los interesantes coloquios que caracterizan a este vivo formato con el comandante Enrique Liniers Vázquez (subdirector del Museo Naval de Madrid) y Philippine González-Camino (Phil Camino en el mundo de las letras, editora, librera, novelista, ensayista, traductora y doctora en Comunicación).
Y es con Phil, como conocedora de todos los aspectos mencionados con quien comenzamos esta visión de Esles, de la literatura en español y de la cultura en general, al hilo de la reciente publicación de su tercera novela La memoria de los vivos (Galaxia Gutenberg, 2019). Esperamos concluir esta visión de un singular evento cultural con una nueva entrega que seguirá las vertientes más literarias con Juan Carlos Chirinos, Alfonso de Ceballos-Escalera y Luis González-Camino. Hasta entonces, y para justificar nuestra fama de crítico mordaz, señalar el curioso tiempo desapacible y lluvioso con que empezó este Encuentro, con reparto de bebidas calientes, mantas y chales para la concurrencia, numerosa e interesada hasta el punto de agotar las plazas disponibles (siendo libre y gratuita la entrada para los vecinos de este encantado y encantador valle de Cayón).
ENTREVISTA A PHIL CAMINO
Autora, editora, librera, traductora… recientemente se la ha llamado “mujer orquesta de las letras españolas”. ¿En qué papel se siente más cómoda? ¿Cuál considera más difícil?
Ya sabe que no hay directora de orquesta sin orquesta. Me siento más cómoda como escritora. Es donde estoy sola ante el peligro. Donde no respondo más que ante mí de mis fracasos y de mis aciertos (editores mediante). Se puede decir que he nacido más escritora que todo lo demás. Librera y traductora no me considero. He traducido libros y tengo una librería, pero en eso soy una mera aficionadallena de pasión por esas dos disciplinas. En cuanto a editora, quizás sea lo más difícil. No me gusta decir “no” al trabajo que sé que a los autores tanto les ha costado sacar adelante. Lo paso mal. Además, hay que tener un cuajo especial para ser capaz de convencer a los comerciales, a los libreros y a los lectores de que nuestros autores son como mínimo igual de buenos que tantos otros capaces de vender. Hay que decirle al mercado: «Oiga, que esto es bueno». «Y ¿por qué es bueno? ¿porque te gusta a ti?»«Pues sí». Si no me lo creo yo ¿quién lo hará? Pero también es necesario investirse de cierta auctoritas para plantarse. Y es algo que también me cuesta. Pero estamos en ello.
Acaba de publicar "La memoria de los vivos" (Galaxia Gutenberg, 2019). De la evidencia interna —incluye hasta árbol genealógico—, se deduce que es una historia de sus antepasados, como ya lo era Belmanso (Plataforma editorial, 2012). ¿Se adscribe al boom de la novela ‹sin ficción› o predomina la literatura sobre la crónica? ¿Qué opinión le merece, en todo caso, esta corriente como lectora atenta?
El hecho de que haya un árbol genealógico en un libro no tiene que ver con que la novela sea sobre los antepasados de quien la escribió. Pero dicho esto, como bien dice, la evidencia interna, y el proemio con que abro la novela, indican claramente que me basé en la historia de mis antepasados. Igual que ya hice con Belmanso. Me fascinan las historias de familia como punto de arranque para crear mis ficciones. En cierto modo, porque he vivido en familias grandes, con la sensación de hacer parte de una gran ficción. En cuanto al boom de la novela «sin ficción», no tengo ningún problema con ella, me gusta si me parece bueno o interesante lo que cuenta y cómo lo cuenta. Y si no me aburre. Me gustan obras deautores como Proust, Patrick Deville, Javier Cercas, Emmanuel Carrère o Eva Díaz Pérez. La escritura tiene que estar al servicio de lo que se quiere decir o contar. Y lo que se quiere contar tiene que estar al servicio de la escritura. En ese complejo y misterioso espacio mora la literatura.
Edita usted tanto ficción como ensayo. ¿Qué ámbito goza de mejor salud en el panorama actual de la escritura en castellano?
La ficción siempre ha tenido más lectores, pero también es cierto que hay una mayor oferta y resulta complicado para los nuevos autores dar a conocer su trabajo. El ensayo tiene un público más selecto, y es más fácil calcular la tirada y la posible venta. Mi impresión es que, por lo general, se pierde menos dinero que con la ficción.
Hablamos en el marco de la XI edición de los Encuentros culturales de Esles de Cayón, y en la finca que da nombre a la editorial La Huerta Grande. ¿Cómo se imbrica este ambiente en su labor creadora y profesional?
Aquí, en Esles, y en estos Encuentros, conocí a personas maravillosas que me metieron de lleno en este vicio de la edición y de la actividad cultural. Aquí han venido a regalarnos su tiempo y conocimiento personas como Julio Maruri, Amelia de Paz, Antonio Carreira, Sergio Rodríguez Lorenzo, Jon Juaristi, Pío Caro Baroja y no puedo citar a todos, pero a todos pongo en mi columna de Haber.Hasta entonces yo sólo escribía, y ni siquiera sabía para quién o para qué. De ese contagio con estas personas nació mi proyecto editorial, con el apoyo del editor Fernando Gomarín. Así que,¡fíjese si tiene que ver! Además, es muy bonito pensar que hay un lugar al que siempre queremos ir. Y ese es mi pueblo. Aquí escribo tranquila. En este pedazo de tierra es donde me siento bien.
Su reciente novela ha sido considerada un ejemplo raro de la preocupación por lo material (el dinero, por decirlo de una vez) en la ficción nacional. ¿Tenemos que superar una especie de tabú para hablar con naturalidad de estos temas? ¿Hay asuntos que prefiere no tratar como escritora o no se pone fronteras?
De La memoria de los vivos, se ha dicho que aborda un tema poco tratado en nuestras letras, y es cierto. Las historias de grandes familias burguesas se suelen tratar siempre como “de soslayo” o por un pariente que escribe y autopublica “la historia de mi familia para mis amigos”. En la presentación de la novela en Sevilla, el escritor Ferando Iwasaki dijo algo interesante, que mi novela era «un cuerpo extraño dentro del organismo literario español porque hilvana la historias que la mayoría de los autores españoles desdeña. A saber, la historia de un estamento social, una historia transnacional y la historia de la creación de la riqueza». Luego añadió, y yo digo que esto viene a ser la causa de lo primero: «La épica del dinero y la riqueza no es del agrado de la sociedad española, donde curiosamente el lujo sí ejerce una poderosa fascinación». Es muy interesante. A mí me interesa esa épica del dinero y no el lujo que se deriva de él. De hecho, en mi novela, el lujo sólo llega al final, como la culminación de una trayectoria, porque para que ese lujo llegue tiene que haber antes una épica del dinero. Pero es mejor para muchos pensar que el dinero es un ente abstracto, algo sucio que llega solo. O que se roba. Claro, lo roban ricos y pobres, aunque siempre seré menos piadosa o compasiva con los primeros que con lossegundos. Pero el dinero también llega, no lo olvidemos, con trabajo, con sacrificios, con renuncias… ¿Y qué mueve a las personas a ganarlo, incluso a dejarse su vida por ello? Algo que está en el principio de los principios: la ambición. Decía Unamuno: «Ambición y no codicia». El lujo al que creo que se refiere Iwasaki es el resultado de cuando el dinero se convierte en un fin y no en un medio. Nos hace codiciosos. Cuando se reniega del esfuerzo y de la responsabilidad que supone ganarlo, mantenerlo y repartirlo, tenemos un problema. El dinero es un medio para hacer cosas, para crear más riqueza. Pero aquí llega un empresario que dona a la sanidad pública una cantidad extraordinaria y algunos (los menos) se lo recriminan. Por eso aquí cuesta que haya grandes relatos sobre la riqueza porque hay vergüenza por mostrarla, aunque provenga del trabajo y del esfuerzo, a no ser que uno sea deportista o artista, claro. Yo creo que a quien más tiene siempre hay que exigirle más, pero esa exigencia debe comenzar por la propia persona hacia sí misma y es cierto que hay malos ejemplos y a veces de pocas golondrinas se hace verano… En fin, es un tema complejo que para mucha reflexión, pero en esas contradicciones y ambivalencias me gusta moverme con la escritura. Lo cierto es que a mí me interesa el ser humano en todas sus facetas. No quiero tener vetos a la hora de escribir, salvo el de hacer daño a las personas queridas. Eso no me compensa. Me interesa la condición humana. Cómo somos, cómo sentimos. En mi próxima novela me centro en temas como el desarraigo, la pobreza, la soledad, la marginación. Quiero comprendernos mejor. Ricos y pobres. Y la escritura me ayuda a ello.
Háblenos, si lo desea, de su futuro como autora —ensayo, ficción, crónica…— y de las directrices futuras de La Huerta Grande.
Como autora sólo veo un futuro: seguir escribiendo. Y hacerlo cada vez mejor. Tengo dos proyectos en mente, uno en la línea de mi ensayo Diez lunas blancas; el otro es una novela, ambientada fuera de España, en otro país que voy conociendo algo, los Estados Unidos. A veces me gusta alejar el foco. Pienso mejor. Y creo que si una piensa mejor, escribirá mejor.En cuanto a La Huerta Grande, pues sigo con la ilusión de hace cinco años, y eso que ahora conozco demasiado bien todas las dificultades de este sector. Tenemos ya una modesta pero buena cantera de autores que tenemos que ser capaces de llevar a los lectores de nuestro país. Es mi empeño, lo que me quita el sueño. Espero lograrlo. Y si no…, pues al menos lo intenté. En los empeños una trata de ponerse a salvo de la tristeza o la frustración que provoca el fracaso. Pero del fracaso se aprende también. Dicho esto, espero tener cuerda para largo.
"La memoria de los vivos" es una frase de Cicerón. ¿Se considera usted heredera (perdón por la pedantería) de una línea clásica, ilustrada, cartesiana ya que es usted bilingüe en francés, liberal… dentro de la historia literaria? Defínase.
Quiero aclara que a la novela le puse ese título sin saber que Cicerón lo había puesto mucho antes, acuñando esa frase que ya es de la Historia. Me lo dijo alguien a quien usted conoce bien… Tuve que leer las Filípicas (menuda gracia) para dar con la frase de marras en su contexto. Y entonces, decidí ponerlo en su honor. Además, algunos de mis personajes se verían muy identificados con las opiniones sobre la grandeza de Cicerón. Siempre es bueno recordar y honrar a los que nos precedieron, para que no nos creamos más originales de la cuenta.
Soy heredera de mis circunstancias, de mi hogar, de mi familia, de mi educación española y francesa y sí,cartesiana en cierto modo, pero la vida depende mucho también de nuestras elecciones y de que seamos capaces de ver el gran horizonte, como lo vio Ángel Trápaga, mi personaje favorito de la novela. Él miraba a lo lejos, en su pueblo de Cantabria, veía el mar y pensaba que algo había allí para él. Es fantástico… Yo no pienso renegar, como él, de mi pasado, pero como él, sí quiero tener siempre muy presente la inmensidad de ese espacio ignoto que hace que sigamos con ganas de ir hacia delante. Que no nos encerremos en nuestros pequeños mundos, y sobre todo me refiero a los estrechos espacios mentales.
Puedes comprar el libro en: