Marcelino Menéndez Pelayo es uno de los grandes pensadores de este siglo que está a la vuelta de la esquina para finalizar; escritor, filólogo, crítico literario y, sobre todo, historiador de las ideas como nos demostró en su magna obra “Historia de los heterodoxos españoles”. Estudioso de la historia de la literatura, ha venido publicando una serie de artículos sobre este tema en la prensa nacional. Me reúno con él en el Café del Prado, sito en la misma calle que indica su nombre, y que hace esquina a la calle del León, para charlar sobre sus ideas.
Don Marcelino, ¿en qué punto se encuentra la enseñanza de la ciencia en España?
Lo poco que la enseñanza científica ha logrado en estos últimos años es precario y está al arbitrio de cualquier remendador de presupuestos que, so pretexto de economías, nos deje a buenas noches, barriendo estas “superfluidades”, que son caras, muy caras, si se han de enseñar como Dios manda.
¿Falta interés de nuestros compatriotas por la ciencia?
Habría que empezar por convencer a los españoles de la sublime utilidad de la ciencia inútil.
¿Se encuentra el científico español en desventaja con los extranjeros?
A esta soledad llegan a veces voces amigas que nos exhortan a perseverar sin desfallecimiento; voces las unas de compañeros y discípulos, voces las otras venidas de lejos y que no habíamos escuchado antes. En todas ellas palpita un mismo anhelo: la regeneración científica de España.
Pero esa regeneración, ¿se está llevando a cabo?
Nunca medra mucho un pueblo que tiene que vivir de ciencia importada, a cuya elaboración él no contribuye porque la conciencia de su propio atraso se lo veda.
¿Somos resolutivos en ese campo?
Hay mucho trabajo perdido, mucha invención a medias, mucho conato que resulta estéril, porque nadie se cuida de continuarlo, y una especie de falta de memoria nacional que hunde inmediatamente al científico y a su obra.
Hay una especie de falta de memoria nacional que hunde inmediatamente al científico y a su obra.
¿Y en el campo de lo humanístico?
Nunca medra mucho un pueblo que tiene que vivir de ciencia importada, a cuya elaboración él no contribuye porque la conciencia de su propio atraso se lo veda.
¿Está nuestra cultura a la altura de los tiempos?
La creciente difusión de la cultura ha multiplicado las necesidades intelectuales de los espíritus científicos.
En el campo literario, ¿en qué posición estamos?
La historia de nuestra literatura es la del ingenio español, menester será buscarla dondequiera que se halle y en cualquier lengua o dialecto que esté formulado.
En estos años de turbulencias políticas, ¿cuál es nuestro mayor problema?
Es el tama de las nacionalidades. El ideal de una nacionalidad armónica y perfecta no pasa de utopía.
¿Qué deberían hacer nuestros políticos?
Hay que buscar los orígenes de nuestras cosas donde realmente se encuentran, es decir, en las ideas e instituciones de todos los pueblos que han pasado por nuestro suelo, y de los cuales no podemos menos de reconocernos solidarios.
¿Tienen demasiados complejos los políticos?
Las Izquierdas siempre se mostraron muy poco inclinadas a estudiar y afirmar en las tradiciones históricas aspectos coincidentes con la propia ideología; no se interesaron en destacar un ideario tradicional convergente hacia los principios rectores del liberalismo. No haberlo hecho constituye una manifiesta inferioridad de las Izquierdas en el antagonismo de las dos Españas. Con extremismo partidista abandonan íntegra a los contrarios la fuerza de la tradición; dejan a las Derechas disfrutar por entero el sólido apoyo de una afirmación entusiasta.
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