El poemario, estructurado en tres partes con claras diferencias formales; Tiempo Imperfecto, Prostimerías y Melancolía, se abre con un prólogo del reconocido poeta valenciano Blas Muñoz Pizarro que nos advierte “esta nueva obra de Gregorio Muelas borra límites en todos los sentidos”.
Y es cierta esta afirmación, ya que, Estado de Acédia es un acercamiento hacia la reflexión, una poesía que nos ofrece una serie de formulas y nos incita a la recapacitación «la tierra se hizo para caminar / y alzar puentes de piedra» ante una humanidad que se empeña en utilizar esas piedras para agredir los cuerpos o alzar muros, fragmentar así su condición política con «la nocturnidad de los agravios».
Comienza este volumen con una cita extraída de un versos verso de Dionisio Cañas «La belleza se haya en cualquier sitio, hasta en la basura» proponiéndonos una manera de observar el lenguaje de la beldad, siendo así esta belleza parte de las miserias de la sociedad.
Así se nos muestra Muelas Bermúdez que, con la utilización de un lenguaje en cierto modo culturalista, va desplegando ante nosotros poemas que en su estructura se nutren de endecasílabos perfectos o sonetos blancos, confiriéndonos también, amparado por las palabras de Andréi Tartovski «Tender hacia la sencillez supone tender a la profundidad de la vida representada», una colección de haikus, estructura en la que el autor se siente muy cómodo y de la que es un gran conocedor, a modo de fotogramas que nos muestran aspectos de la sociedad y sus proclamas «Para salvar / el mundo es necesaria / una pequeña llama».
Veamos pues Estado de Acedía como un recorrido por la historia de Europa de los último dos siglos, el asedio alemán a la ciudad de Leningrado y en el caso de El sueño de Ítaca, la representación en una imagen contundente y directa del terrible dolor de la inmigración que en palabras del poeta: «sobre la playa / los restos del naufragio / y el canto agudo / de las sirenas» nos golpea con la realidad de nuestras costas.
Les invito pues a leer a Gregorio Muelas, el poeta que observa y tamiza el lenguaje para describir la realidad, consciente de que la palabra escrita es la huella común de la memoria.
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