En el siglo XX, la fama de Lope de Aguirre se popularizó por la plasmación de su desventura en dos films: el de Werner Herzog y el posterior de Carlos Saura. Sin embargo, ambas películas bebían en las sucesivas novelas que abordaron a este singular personaje, que se atrevió a sublevarse no solo contra su jefe de expedición, sino contra Felipe II, el dueño en aquel siglo del mundo conocido.
"El camino de El dorado" es la primera de estas novelas, a la que han seguido entre otras la de Sender, la de Posse y recientemente la de Ospina, y quizá por eso mismo, por ser la primera, es la más ajustada a los atroces hechos que acontecieron durante aquella siniestra expedición en busca de una quimera.
Arturo Úslar Pietri nació en Caracas, en 1906, donde morirá en 2001. Como descendiente de un edecán de Simón Bolívar y de dos presidentes de Venezuela —baste añadir que su abuelo materno, el general Juan Pietri, fue presidente del consejo de Gobierno— se crio en un ambiente de honda impronta política, que se verá plasmada en la multitud de cargos que ocupó: tres veces ministro —de Educación, de Hacienda y de Interior—, secretario de la Presidencia de la República, diputado y senador, y hasta candidato a la Presidencia de la República, en 1963.
Sin embargo, no es menor su importancia literaria, su otra vocación que se remonta a 1928, cuando en enero apareció el único número de la revistaVálvula, donde publicó el editorial «Somos» y el artículo «Forma y Vanguardia», considerados como las directrices del movimiento vanguardista venezolano. Esta vocación se verá fortalecida al año siguiente con su marcha a París, para ocupar el puesto de agregado civil en la Embajada. Durante su lustro parisino (1929-1934) no solo trabará su duradera amistad con Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier, sino que frecuentará a Paul Valéry, a Robert Desnos, a André Breton, a Ramón Gómez de la Serna… Lo que determinará su creación literaria y la convertirá en una de las más relevantes del continente americano. Cabe solo añadir que fue el formulador del término «realismo mágico», en su ensayo Letras y hombres en Venezuela (1948).
Su obra literaria aborda todos los géneros, en especial el ensayo periodístico, donde es copiosa, pero a la que hay que adjuntar siete novelas; la primera y más conocida es Las lanzas coloradas (1931), pero no conviene olvidar las siguientes: El camino de El Dorado (1947), Un retrato en la geografía (1962), Estación de máscaras (1964), Oficio de difuntos (1976), La isla de Róbinson (1981) o La visita en el tiempo (1990), más sus nueve recopilaciones de cuentos. Entre los múltiples reconocimientos que recibió, destaca el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, que se le concedió en 1990.
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