Son poemas breves. Tienen más o menos entre 10 y 15 versos cada uno de ellos. Y son retratos de situaciones cotidianas y en ninguno falta esa conexión con la naturaleza de la que hablaba antes: viento, flores, río, acequia, terraza…
En este poemario como su título ya nos indica la noche cobra una relevancia especial. De hecho, diría que este libro es todo un elogio de la noche. Y lo es yo creo que por diversos motivos. En primer lugar, porque el final del día es el momento quizá más propicio para la quietud y el reposo, y donde la poeta encuentra una calma que trasciende y le aporta una mejor conexión con ella misma y con el paisaje.
Y, en segundo lugar, porque durante la noche y especialmente durante la duración del sueño se recuperan los recuerdos y las vivencias del pasado a través de los sueños y el acceso a nuestro inconsciente.
Y todo esto lo podemos apreciar, por ejemplo, en los versos finales del poema “Recogimiento”, que rezan así:
Que me secuestre el sueño,
que no requiero más que sus cuidados,
pues sólo al buen reposo lo acompaña
el íntimo deleite de rozar
la muerte con la vida.
O sea que la poeta vive la noche como un momento de resplandor, de máxima plenitud y de deleite. Un momento gozoso de recogimiento y bienestar para su alma.
Para finalizar, me gustaría comentaros que en este poemario, como en otros muchos de Susana, encontraremos belleza, verdad, delicadeza, dulzura, y es que a través de unos versos serenos y sencillos alcanzaremos a comprender hasta la belleza y el misterio de lo inefable como bien nos muestra, por ejemplo, el poema de la página 29 de este libro, titulado “Poema”:
POEMA
Aunque quería
no podía escribir
ese poema.
Pero al mirar
en mi balcón la rosa,
estaba escrito.
Y con estos certeros y maravillosos versos que captan hasta lo que no se puede decir con palabras termino esta reseña simplemente recomendándoos, como no podía ser de otra forma, fervientemente, la lectura de esta obra: Don de la noche.
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