En la trilogía, Fernando Martínez Laínez, quizá el mayor experto en los tercios españoles, relata el desarrollo, el auge y el ocaso de la mejor infantería que hayan visto todos los tiempos. Dura afirmación para aquellos que se sientan afligidos por nuestra historia. El autor barcelonés, aunque residente en Madrid, lo dice bien claro en la faja del libro: “quiero contribuir a recuperar el respeto por la historia de España y a rescatar del olvido a los grandes personajes que marcaron el esplendor de nuestro pasado”. Errores se cometieron, sin duda, pero nuestro pasado es glorioso a todas luces. Martínez Laínez se desenvuelve tan bien en el ensayo histórico como en la novela. Siempre ha tenido como objetivo “contar de verdad de como eran los tercios”. En esta ocasión ha querido “novelar lo que fue el camino español. El último se realizó en 1634 por parte de las tropas del cardenal-infante don Fernando de Austria”. Un personaje realmente de un talento extraordinario que al morir con poco más de treinta años privó a España de la gloria, otro gallo hubiera cantado si hubiese vivido más años. Desgraciadamente, el otro gallo, el cardenal Richelieu, en el siglo XVII la cosa iba de cardenales, se hizo dueño del gallinero europeo. El famosos camino español partía de Génova hasta llegar a Bruselas, atravesando el Milanesado, el Franco-Condado y los Países Bajos Españoles, rompiendo la barrera francesa. Fernando Martínez Laínez ha querido “hacer una reflexión sobre el ocaso de nuestro Imperio desde el punto de vista militar y todo lo que implicaba en la vida cotidiana del país. Lo que llevaría también al ocaso social”. En sus tres novelas, se fija en tres grandes batallas determinantes para nuestra historia. En la primera, el marco es Breda, en la segunda Nördlingen y en la que está por venir será Rocroi. “Fue una derrota mucho menor de lo que nos han vendido los franceses. Se perdió por muy poco, no fue la gran catástrofe que dijeron”, puntualiza el escritor. “España perdió la guerra de la propaganda”El artífice de que España perdiese la guerra de la propaganda fue Richelieu, también en el sentido literario. Pero, Martínez Laínez también achaca al espíritu español esa perdida. “Teníamos una especie de autosuficiencia imperial, una arrogancia fuera de tono, que nos llevó a no realizar una contrapropaganda”, explica con claridad el autor de “Banderas lejanas”. Los dos personajes claves de la novela son don Fernando de Austria y el Conde-duque de Olivares. “Tenía el conde-duque un temperamento paradójico con virtudes innegables, como su gran capacidad de trabajo; también estaba lleno de buenas intenciones, como querer atajar la corrupción reinante en el país, sobre todo la representada por aquel nefasto y corrupto personaje, el duque de Lerma. Por el lado negativo era un poco fantasma y proponía soluciones, muy alejadas de la realidad como enfrentarse a los nobles sin medir las consecuencias, todo lo contrario que el cardenal francés”, expone con pasión Fernando Martínez Laínez en un descanso de las actividades del certamen de Internacional de Novela Histórica de Úbeda. “Esta ciudad invita a hablar de historia”, dice maravillado ante los edificios renacentistas de la ciudad de los cerros. “Olivares quería poner límites a la Iglesia y quiso detener la hemorragia de los gastos del Imperio. Su obsesión era unificar una corona demasiado extendida por el mundo. La unión de armas fue su objetivo que no llegó a alcanzar y su consecuencia fue la sublevación de Portugal y Cataluña que fue lo que dio la puntilla a la corona”, continúa exponiendo el autor de “Las lanzas”. “Fue una figura trágica que se vio rodeado demuchos enemigos”, sentencia Fernando Martínez Laínez.
Para el escritor y periodista, el cardenal-infante tenía “una gran capacidad y talento político. Si hubiese llegado a reinar habría cambiado la historia de España”, afirma rotundo y añade “es una pena que casi ni se le recuerde, solo de manera muy tangencial”. En su opinión, el infante murió envenenado, algo que también le ocurrió a Juan de Austria, probablemente. “En España, en aquella época -y probablemente en la actual- no existía una clase dirigente desde el punto de vista del Estado. Todos eran muy corruptos y mediocres. La falta de una clase dirigente preparada hizo, que, en los momentos claves, que se perdiera el Imperio. Reyes como Felipe IV, Carlos II, Carlos IV o Fernando VII fueron una lacra para el país. “La historia la hacen las personas y sus líderes. A la hora de la verdad son las personas las que toman las decisiones. Las decisiones personales de los líderes son cruciales y son esas decisiones las que condicionan la historia y en España, en algunos momentos claves, ha adolecido de líderes”, disecciona con acierto y atrevimiento Fernando Martínez Laínez. Para terminar, quiere dejar claro que “el pueblo español es muy guerrero, pero los tercios demostraron que saben ser muy disciplinados cuando lo requiere. El declive de los ejércitos españoles se debió a la baja demografía del país, los ejércitos no se reponían porque gran parte de España adolecía de personas para el trabajo, como bien señala en la actualidad Sergio del Molino”, concluye este escritor gran especialista en la historia militar de España. Puedes comprar el libro en:
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