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"Lector voraz", de Robert Gottlieb

jueves 25 de octubre de 2018, 09:47h
Lector voraz
Lector voraz

Si os pidieran que imaginarais al típico niño lector obsesivo estoy seguro de que la idea que rondaría vuestras cabezas sería muy parecida a lo que era de pequeño Robert Gottlieb, para quien no lo conozca, el editor más importante de la historia reciente. Tímido, introspectivo, con una inteligencia por encima de la media, muy poco sociable y siempre con la cabeza metida en los libros, el pequeño Robert (o Bob, como lo conocían sus más allegados) cumplía con todos los requisitos para entrar dentro de la definición tan estereotipada de freaky o nerd. Cosa que no impediría (nunca lo hace) que su vida fuera cosechando año tras año éxito sobre éxito. Todos estos años y todos estos éxitos (y los pocos fracasos) los cuenta ahora él mismo, superados los 80 años, en esteLector voraz, las memorias del gran editor elegidas por el Washington Post como libro del año, traducidas al español por Ainize Salaberri y publicadas por Navona.

Habla el catedrático y crítico Javier Aparicio en el prólogo del conceptobooks on books, de esos libros que contienen en sí mismos otros libros, y este no podría ser un mejor ejemplo de ello. En Lector voraz podemos encontrar todo tipo de anécdotas, de consejos en forma de vida, de avisos, curiosidades y entresijos del mundo editorial, pero por encima de todo encontramos amor por los libros. Y es que ya lo dice él mismo en las primeras páginas: «supongo que mi religión es la lectura». Partiendo como base primordial de esa pasión, Gottlieb lo cuenta todo, desde sus primeros pasos en Simon & Schuster hasta sus últimos días en la mítica editorial Knopf, pasando por la dirección del New Yorker. Todo en Gottlieb ocurre por casualidad y sin él buscarlo, aunque pienso que es lo que él cree pero que en realidad no es así. Porque, aunque no lo crea, siempre está buscando sus frutos y su éxito a través del talento, el carisma y la pasión por el trabajo que emana. Gottlieb es lo que llamaríamos un workaholic en toda regla, y lo sabe. No le gusta salir, come siempre algo rápido en su despacho, pasa poco tiempo en familia y menos todavía entre amigos, solo piensa en el próximo libro y solo hace que leer. Su máxima es para qué hacer esperar a alguien si todavía tengo tiempo hoy para hacerlo.

Ya desde bien pequeño Robert Gottlieb es y se sabe raro. Por ejemplo, va al teatro solo con 14 años. Y no para hacer la gracia una vez, sino sabiéndose amante de esa disciplina, al igual que del ballet. Esa rareza es probablemente lo que le hace cerrarse en sí mismo y únicamente abrirse en lo estrictamente profesional. Todo ello se puede notar en cómo pasa siempre de puntillas a la hora de mostrar sus sentimientos hacia Maria, su esposa, que lo sigue allá donde va, que ocupa el tiempo de sus hijos que él no puede (o no sabe o no quiere) ocupar. Para Gottlieb siempre y solo hay libros por hacer.

En este Lector voraz el editor da un repaso a toda su vida, uniendo fechas a títulos, hablando de su relación con un sinfín de escritores a cada cual más conocido: Toni Morrison, Doris Lessing, John Le Carré, Michael Crichton, incluso Bill Clinton, entre muchísimos otros. (También es cierto, y hay que reconocer, que muchos de esos títulos y autores pueden quedar un poco descolgados al lector español. O por lo menos para mí).

En definitiva, Lector voraz, que está dividido por las etapas infantil y de aprendizaje, la de Simon and Schuster, Alfred A. Knopf, New Yorker, su vuelta a Knopf, y ya al final su pasión por la danza, la escritura y la vida, es toda una maestría de la edición hecha vida y de la vida hecha edición. Es el claro reflejo de una persona que ha vivido por y para su trabajo porque ha encontrado en él su refugio, su zona de confort, su lugar. La pasión hecha libro.

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