Como una prueba de su expansiva capacidad de comunicador –lo que incluye sus dotes como orador-conferenciante-, el prolífico Sloterdijk recoge en este libro varias conferencias cuyo tema principal es ese contenido enigmático aún, violento y científico que han sido los avatares que vinieron a conformar, al fin, el siglo XX. Es así que nos encontramos en estas páginas con distintas consideraciones de carácter reflexivo: ‘Odiseo el Sofista (Sobre el nacimiento de la filosofía a partir del espíritu del estrés del viaje), ‘El mundo sincronizado (De la globalización náutica a la ecología general) o ‘El otro logos, o La razón e la astucia (Sobre la historia de las ideas de lo indirecto) Éstas son algunas de sus preocupaciones esenciales vertidas aquí ahora en palabra literaria como argumentos para el análisis-especulación.
En algunos pasajes, es curioso, parece deducirse la importancia no solo de la presencia de un ser inmaterial superior, un dios, sino algo así como un símil materializado de esa amenaza cuajada de instrumentos para sus intereses espurios que son los medios en los que se desarrolla –utilidad y conciencia- la mal llamada realidad virtual: “Los seres humanos de la era global vuelven a mirar al cielo nocturno. Y no solo creen que son observados, sino que lo saben, y en tanto se toman en serio ese saber se vuelven libres para actuar como exige su conciencia. Las imágenes que nos envía nuestro fuerte observador hablan un lenguaje claro. Hablan a la conciencia de la Tierra. Y los faltos de conciencia han de saber que su falta de conciencia ya se ve desde el espacio. Sería un error negar que esas imágenes pueden presentarse como material incriminador en un proceso contra aquellos que siguen sin querer saber nada”.
Y matiza –o valora- en otro pasaje no desconectado respecto de tal formulación, pasaje que suscribe bajo el epígrafe La razón humana engañada: “Se trataría de una generalización improcedente que se quisiera deducir que las diversas concepciones de la razón de la vieja Europa (por ejemplo) no hubieran desarrollado relación alguna con el fenómeno de la astucia (o ardid) dicho de forma más general, con el procedimiento de la realización indirecta del fin. Al contrario, en el curso de dos milenios se ha desarrollado una plétora de figuras en referencia a las cuales se podría ilustrar en detalle cómo la razón primariamente estilizada desde el punto de vista teórico, antisofístico, desinteresado y libre de posicionamiento tuvo que habérselas con los ardides de instancias de orden superior, igual si a estas se las llama ‘Dios’, ‘naturaleza’, ‘idea’ o ‘historia”.
Es decir, una vez más, entendida la cuestión como esa razón de dependencia que rige nuestros destinos, la gran ratificación pesimista: estamos observados, vigilados, condenados.
Vaya balance para tanto orgullo.
Puedes comprar el libro en: